(BBC. 3 episodios: 02/01/12 - 16/01/12) |
La segunda tanda del detective más famoso de todos los tiempos comienza justo donde la primera temporada lo dejó y aunque se sabía que la escena de la piscina con el estrambótico e histriónico Jim Moriarty no daría mucho más de sí, es toda una declaración de intenciones y sirve para que se rice y desrice el rizo durante la hora y media que dura el capítulo. Sobre todo porque ese primer episodio es el mejor con diferencia, aunque sólo sea porque introducen a un personaje femenino que es la contraposición del propio Sherlock y entre ambos surge una corriente de afinidad, erotismo y contraste insuperables. Irene Adler (muy sugerente y apropiada Lara Pulver) es el eje del episodio, que mira que tiene muchas vueltas y complicaciones. Esa es la esencia de esta serie, el más difícil todavía, para que nuestro detective despliegue todas sus fascinantes deducciones. El último episodio, en ese sentido, sería el mejor exponente del espíritu de la serie, ya que incluso se pone en duda que Sherlock sea un fraude y todo lo haya montado para enaltecerse.
El segundo episodio, quizá el más flojo de todos, contiene para los lectores, sin embargo, el aliciente del juego literario con el perro de los Baskerville, modernizado y actualizado como mandan los cánones de esta adaptación inglesa para la tele. Lo más destacado es el momento en el que Sherlock por primera vez duda de sus capacidades intelectuales y muestra miedo, aunque es algo que dura bien poco. Algo por el estilo, pero con otro "más difícil todavía", pasa con el último episodio, The Reichenbach fall, que también alude a los libros y que de hecho supone el suicidio de Sherlock Holmes. Claro que para llegar a ese punto, cómo no, la línea recta no es el camino seguido, sino más bien lo contrario, hay una enrevesada madeja de revelaciones, trucos y trampas, diferenciándose de inmediato de cualquier otra serie procedimental. Aquí no se trata de descubrir el culpable, sino de dejarse arrastrar por el torrente incontenible que es Sherlock.
Eso sí, la fuerza de ese arrastre tiene un asidero, que es John Watson, marginal en cambio para la resolución de los casos. De nuevo esa relación entre los dos marca otro de los ejes de la serie, esa amistad que surge de la incompatibilidad de caracteres y esa sugerida relación homosexual que ni se desdice ni se confirma en ningún momento. Como ocurre también con los sentimientos (si es que es capaz de sentir Sherlock ese tipo de emociones) que tiene para con Molly, la muchachita torpe del laboratorio que parece una mosquita muerta pero que muestra más afinidad que nadie con el irreverente Sherlock.
Habrá que ver cómo explican en la tercera temporada el truco empleado por Sherlock para fingir su suicidio, aunque el tropiezo de Watson con uno que pasa por la calle parece que es la distracción necesaria por el prestidigitador del "obviusly" (elemental) para sembrar la duda razonable y librar a su entorno (Watson, Mrs. Hudson) de la amenaza que se cierne sobre ellos. De igual modo, parece claro que Moriarty habrá simulado su muerte. Quedará también por ver cómo consiguen mantener por todo lo alto esos juegos interminables de fingimientos, mentiras y revelaciones. Por lo que he oído, creo que lo han conseguido. Obviusly...
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