Masters of sex. Temporada 1



(Showtime. 12 episodios: 17/09/13 - 16/12/13)
Contiene spoilers 

El piloto, lo dije en su día (pincha aquí), tenía una pinta excelente y casi todo lo que prometía se ha cumplido (y eso que el doctor Ethan Hass esquiva la percepción que parecía que iba a cargar o que la Martindale desaparece de escena tras el piloto), y con creces, hasta configurar uno de los estrenos más buenos en mucho tiempo. Me gusta la serie porque nunca necesita de extremismos para mostrarnos que la vida está llena de aristas y recovecos, de porosidades y contradicciones. Las relaciones de pareja, por ejemplo, están bordadas, es de lo mejorcito. Y no es solo el acierto del tema tratado, el siempre interesante enfoque hacia el sexo (de una manera muy sensual y elegante), ni el acercamiento a dicho tema a través del acierto de hacerlo en una época pasada, con una lograda ambientación "madmeniana", sino que los guionistas han sabido jugar a la perfección con las posibilidades de sus cartas con unos personajes estupendamente conseguidos. 

No hablo tan solo de Will Virginia -y eso que serían algo más que dos patas de esta mesa (o, mejor dicho, cama) sobre la que se sustenta la serie, sino de ese reparto coral que tantos puntos de vista nos pueden aportar en torno al hospital de San Luis. Cualquier actor, sea cual sea su papel, ha encontrado al menos una escena para lucirse y su personaje ha conseguido hacernos llegar sus inquietudes, sus problemas, su encaje en la sociedad o en la vida misma. O, cuanto menos, nos ha hecho esbozar alguna sonrisa.

Podríamos iniciar un exhaustivo análisis sobre los dos protagonistas y ya estaríamos hablando de una serie imponente: de momento quien está acaparando mayor reconocimiento es William Masters, un estupendo Michael Sheen, que borda a este analítico, algo ególatra, concienzudo, frío y orgulloso médico que parece incapaz de ver más allá de la ciencia y de su estudio sobre el sexo. El choque de trenes que le supone la llegada de Virginia, si bien no le lleva a replantearse (o eso parece) su vida -apacible y desapegada vida casado junto con Libby-, sí le trastoca sus prioridades, como se ve en los últimos episodios.

Por otra parte, el trabajo de Lizzy Caplan es inconmensurable, ya que nos acerca con verosimilitud el punto de vista de una mujer adelantada a su tiempo y con un tremendo carácter (la define a la perfección su ex marido en una conversación con Ethan). Esta mujer lanzada, creativa, perspicaz y empática logra, pese a su inicial falta de preparación previa, poner en la órbita correcta el trabajo de Masters. La relación con su jefe en un principio gira sobre el estudio y esa esa la excusa o el pretexto para experimentar con ellos mismos. Nada une o parece unir a esta mujer con ese hombre, y menos si atendemos a quién es su ex marido, George Johson (Mather Zickel, que da vida propia a este cara vividor incapaz de responsabilizarse por nada). El magnetismo de Ginny nos lo transmite a la perfección la cautivadora Caplan.

Hablaba antes de las relaciones de pareja y me extiendo más:

1º) El matrimonio entre Will Libby (Caitlin Fitzgerald logra congeniar con el espectador con su carácter abierto, bonachón, optimista y casi ingenuo) sería el ejemplo de pareja establecida y acomodada en las pautas que sobre todo impone él, un matrimonio más común de esa época, por fortuna, basado en el desequilibrio de poder del hombre sobre la mujer. Libby se aburre como un hongo y cifra sus esperanzas de realizarse en ser madre, a pesar de los pocos espermatozoides de Will y sus dudas al respecto de la paternidad (por culpa de su padre; en ese sentido, por cierto, su madre, Estabrooks Masters -Ann Dowd- es quizá la única actriz que no me ha terminado de convencer, y eso que en principio es interesante que rompa el esquema de la relación suegra-nuera que se podría haber establecido con Libby: no transmite la fuerza que podría haber tenido este personaje).

2º) La pareja Ethan Virginia (estupendo Nicholas D'Agosto aunque solo sea por cómo nos rompe los esquemas preestablecidos del principio; Ethan es quizá el personaje con mayor recorrido), por lo que tienen de fluctuantes, de sí pero no, de podrían ser perfectos pero algo no termina de encajar. Cuando parece que será el cabrón de la película, a medida que pasan los capítulos consigue que le perdonemos la bofetada a Virginia. Y es que se enamora de ella y, tras el fracaso inicial, está a punto de casarse con Vivian Scully (muy guapa Rose McIver, pero) la hija del rector, a pesar de que no está enamorado y que solo busca olvidar a Virginia. Su honestidad brutal (Calamaro's words) con ella y los altibajos de Virginia con Will los empareja y ves cómo él sería el hombre ideal para ayudar a Virginia con sus dos hijos pequeños (soportamos a Cole por la ternura de sus gafas de culo de vaso y a Tessa porque es demasiado esporádica como para resultar cargante). Sin embargo, Virginia -o eso parece indicar- tendrá que decidir si el camino fácil que le prepara Ethan Hass es el indicado para ella.

Y la 3ª pareja, a pesar de ser protagonizada por secundarios, llega todavía más: la historia del matrimonio casi de conveniencia entre Barton Scully (premio a mejor secundario para Bean Bridges ya) y Margaret Scully (gran presencia la de Allison Janney, que se incorpora tarde en la serie y aun así se hace indispensable). El rector del hospital, casado desde hace 30 años, con la ya referida hija en cuestión, oculta su homosexualidad, tema prohibido en la época. Su sufrimiento, su sentido de culpa, su inevitable tendencia sexual impactan en Margaret cuando esta se plantea cómo su vida sexual está tan yerma. Margaret busca consuelo en el doctor Austin Langham (Teddy Sears, a veces casi tratado como un contrapunto humorístico, caso perfecto de marido infiel soportado por una mujer que lo sabe pero que opta por la seguridad de su posición como casada; no me termina de convencer cómo se lían, por cierto) y se muestra hondamente humana cuando se entera de la verdadera faceta de su esposo.

Me quedarían otros secundarios que le dan un toque simpático y de humor: la abnegada y ardorosa secretaria Jane Martin (Heléne Yorke), que esquiva lo que parecía una subtrama amorosa con Austin; el precursor de lo que hoy consideraríamos un friki, Lester Linden (Kevin Christy, de los últimos en aparecer y de los que no importa que sumen escenas); y la doctora Lillian De Paul (Julianne Nicholson hace un papel estupendo ya sólo por encubrir su belleza, con esos ojos cautivadoramente transparentes), mujer aséptica y cerebral que vive por y para solucionar el cáncer cervical que ella misma sufre, y que de paso nos sirve para ver cómo se lucha en un mundo dominado por hombres.

¿Algo más para redondear una temporada sobresaliente? Temas como el avance de la sociedad en comparación con la época que se narra (sobre el sexo, la sexualidad, incluso el racismo con el que arregla las canalejas y luego baila con Libby) o la escena en la que Virginia canta una preciosa canción (¿cuál? ¡Shazan no la reconoce!), además de un rotundo y precioso final de temporada, podrían ser esos últimos eslabones para que la serie sea una recomendación casi infalible.

Comentarios