Kick-Ass. Mark Millar - John Romita, Jr. Panini Comics

(224 páginas color. 19,95€. Año de edición: 2010)
Un pringado y friki, Dave Lizewski, de 16 años, decide darle emoción a su vida disfrazándose de superhéroe. El experimento casi le cuesta la vida -además de unas placas metálicas en la cabeza-, pero esta es tan anodina y vulgar que termina repitiendo, es más fuerte que él. En ese segundo intento con el disfraz comprado en e-bay, es grabado y se hace famoso en Youtube (las referencias, pues, son totalmente actuales). Crea escuela por así decirlo y llegan luego muchos imitadores. Dos de ellos, que se mueven en secreto, Hit-Girl y Big Daddy, utilizan métodos mucho más expeditivos, a pesar de que la niña tiene 10 años.

Por momentos, la violencia casi resulta dolorosa y la sangre te salpica al pasar algunas páginas (como avisa en su introducción Celes J. López). El realismo es una nota característica, así como la cercana actualidad de lo que se cuenta. Ayuda el dibujo, muy bien acabado, con mucho detallismo, así como las viñetas, grandes, cuidadísimas, con bordes negros que acentúan la sensación de realismo, sensación que también se logra con los diálogos coloquiales, tan de la calle.

La galería de personajes está muy conseguida, por más que las situaciones mostradas a veces sean demasiado extremas. Empezando por el antihéroe Dave, que narra lo que ocurre en 1ª persona empezando in medias res, con la impactante escena de la electrocución de los testículos del pobre nerd (tras otra no menos impactante escena de un imitador de Kick-Ass cayendo en picado desde una azotea vestido de superhéroe). 

Este muchacho con gafas, esmirriado y que hace dos años perdió a su madre (por un aneurisma, no porque ningún criminal la hubiera asesinado, lo que explicaría mejor su afán por calzar mallas), podría ser el típico chaval inadaptado que se gasta su escaso dinero en cómics y su tiempo en hacerse pajas; sin embargo tiene unos ideales elevados y una conciencia ética bastante firme. Algo de quijotesco tiene solo por eso, aunque su voracidad y su fervor por los cómics no le impide ver la realidad tal cual es y en muchas ocasiones se arrepiente de su propia intrepidez. Otros detalles que conforman un retrato bien acabado y verosímil son su padre viudo, un par de amigos con quienes discute de cómics y Katie Deauxma, la chica de la que está enamorado y que pasa de él hasta que cree que es gay (se hace pasar por tal). Katie proporciona un final bastante bestia a esta peculiar historia de amor adolescente.

Hit-girl (Mindi) es también muy interesante, aunque menos creíble ("Llevo kevlar hasta en las bragas, cabrón" es una de sus frases): la manipulación del padre, un notario perdedor y patético que decide crearse una segunda vida, le lleva a creerse toda la película sobre la lucha contra la mafia y se convierte en una máquina de matar que casi toma como un juego decapitar y ensartar enemigos. Esta minipsicópata resultaría casi trágica si nos la tomáramos en serio y buscáramos trascender la infancia que lleva a la realidad, pero si nos la tomamos como lo que es, un personaje de ficción, resulta hasta muy divertida.

Otro personaje curioso es el otro superhéroe que imita a Kick-Ass, Red Mist, cuya identidad se desvela más adelante y casa a la perfección con su vida y que cierra esta primera parte. Mejor no dar detalles para no fastidiar la posible sorpresa.

Dividido en ocho partes, se lee muy fácil y rápido, la edición está muy cuidada y podemos ver la delgada frontera entre el heroísmo y la chifladura, algo que ya estaba presente, como algunas críticas señalan (Zona negativa, Sigue al conejo blanco) en Watchmen, aunque el escocés Millar no lo señale entre sus influencias. 

Por último, hay película, casi estrenada antes de que se terminase el cómic. No tiene nada que ver con el cómic, es una patochada a la que han rebajado la violencia, con algunos cambios discutibles como la imposible de creer relación entre Dave y Katie, que hurten desde el principio la sorpresa de Red Mist o que Kick-Ass tenga más neuronas que en el cómic y que sea quien salve a Hit-Girl al final y no al revés, como debería ser porque nuestro héroe no es tal, sino un friki metido en un fregado que le queda grande. La escena de la retransmisión en directo es una de las más burdas que haya visto antes, nada que ver con lo de freírle los cataplines.

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