(AMC. 7 episodios: 21/01/08 - 10/03/08) |
Ya sé que llego tarde, muy tarde, a esta serie pese a que me han ido advirtiendo de que es una de las grandes, incluso antes de que terminara recientemente. En mi defensa, el tema del cáncer no me apetecía nada después del dramón de The big C, aunque es una defensa demasiado débil: las excusas no valen, y menos con el señor Walter White. Eso sí, por fortuna aún estoy a tiempo de rectificar mi error. Me queda el consuelo, además, de que muchos seguidores y admiradores de Breaking Bad darían cualquier cosa por empezar de cero a verla y sin saber lo que va a ocurrir.
Me habían advertido de que los primeros episodios eran un poco lentos y que si los superaba, todo iría a mejor. Pues bien, no estoy para nada de acuerdo con esa afirmación. Si Walter White (Dios guarde a Bryan Cranston por los siglos de los siglos) se hubiera puesto de inmediato a fabricar metanfetamina, desde luego que estaríamos hablando de otra serie. Si no existiesen las dudas, los miedos, las meteduras de pata, los arrepentimientos y después la convicción de que la única manera para resolver el futuro a su familia es dedicándose a la droga, Walter no sería ni la mitad de complejo y fascinante.
¿Por qué un brillante profesor de Química se metería en ese tinglado de la producción del cristal? Porque le han descubierto un cáncer de pulmón en fase 3 (bastante chunga) y porque su puesto como profesor le obliga incluso a tener un segundo trabajo en un lavadero de coches. Un hombre de 50 años reducido a las burlas de sus alumnos al tener que lavar sus propios coches parece una crítica bastante feroz al sistema educativo de EEUU y por otra parte no parece un personaje capaz de lo que en los siguientes seis episodios hará, pero Walter es el puto amo. Al ver que ya está todo perdido, decide que lo ilegal es una frontera demasiado endeble y también decide que el dinero para su familia se antepone a cualquier cuestionamiento ético. El sistema sanitario americano, pues, tampoco queda bien parado, ya que tu salud vale tanto como tu cuenta bancaria.
Por otra parte, el carácter de este hombre tranquilo y paciente va transformándose por momentos, casi en paralelo a sus cambios físicos (capilares más bien) a causa de la quimioterapia. De ser un hombre que tragaba con todo, de pronto le salta la alarma: ya no tiene nada que perder, de modo que por qué soportar la humillación de tu asqueroso jefe por una miseria de trabajo si le puedes mandar a la mierda sin que te importe nada; o por qué aguantar al capullo y maleducado de turno que pisotea a la gente si le puedes incendiar su flamante descapotable "Ken Wins"; o por qué mirar hacia otro lado y aguantar el bochorno ante una pandilla de estúpidos que bromean a costa de la parálisis cerebral de su hijo cuando les puedes callar amenazando a uno con partirle el tobillo y haciéndoles frente. Amo a Walter White cuando se dispone a hacer justicia a su manera. Y es que incluso pone en su sitio al desequilibrado y desquiciado de Tuco.
Por otra parte, el carácter de este hombre tranquilo y paciente va transformándose por momentos, casi en paralelo a sus cambios físicos (capilares más bien) a causa de la quimioterapia. De ser un hombre que tragaba con todo, de pronto le salta la alarma: ya no tiene nada que perder, de modo que por qué soportar la humillación de tu asqueroso jefe por una miseria de trabajo si le puedes mandar a la mierda sin que te importe nada; o por qué aguantar al capullo y maleducado de turno que pisotea a la gente si le puedes incendiar su flamante descapotable "Ken Wins"; o por qué mirar hacia otro lado y aguantar el bochorno ante una pandilla de estúpidos que bromean a costa de la parálisis cerebral de su hijo cuando les puedes callar amenazando a uno con partirle el tobillo y haciéndoles frente. Amo a Walter White cuando se dispone a hacer justicia a su manera. Y es que incluso pone en su sitio al desequilibrado y desquiciado de Tuco.
El caso es que Walter se asocia con un antiguo alumno suyo, Jesse Pinkman (gran contrapunto el de Aaron Paul, vaya pareja de baile con el señor Cranston, cada rato juntos hacen mejores migas y crece su leyenda), y comienza así una doble vida para el hasta entonces apacible señor White. Si añadimos que su mujer, Skyler (siempre convincente Anna Gunn) se ha quedado embarazada y que su hijo adolescente, el impedido Walter White Jr (estupendo también RJ Mitte), no saben cómo afrontar los cambios aparejados con la terrible enfermedad, parece que la cosa se complica. Pero llega otra vuelta de tuerca: ¿y si además su cuñado, Hank Schrader (el también espectacular Dean Norris, el malo de Under the dome, nada que ver con este personaje sobrado y prepotente que no se suele enterar de nada) es agente de la DEA, encargado de los asuntos de drogas de la región, Albuquerque, e investiga la aparición de quien parece un nuevo traficante que ha dejado una máscara que proviene del instituto de Walter? Parece el no va más...
Si ya de por sí es tan atractivo el tema de la serie, y cómo se desarrollan todos los personajes (me falta del elenco principal a la frívola y cleptómana hermana de Skyler, Marie Schareder, Betsy Brandt) y cómo evolucionan tanto Walter como Jesse (genial cuando huye de unos testigos de Jehová a los que él ve como sicarios moteros y vemos que proviene de una familia bien aunque algo estirada y el muchacho no ha dejado de hacer elecciones erróneas), encima el elemento visual es espectacular, con algunos planos fijos de paisajes a lo largo de horas transcurridas en segundos y, por supuesto, el componente narrativo, con inicios geniales in medias res como el del piloto o el del magnífico capítulo 6:
En el piloto arrancamos con unos pantalones volando por los aires (si eso no es una metáfora fabulosa, que Vince Gilligan se baje del panteón de los grandes guionistas), una frenética huida en una autocaravana y con un Walter a punto de entregarse en una posición entre cómica y patética, con unas sirenas de fondo y una precipitada grabación en vídeo declarando su amor por su esposa y por su hijo.
Y en el sexto, Crazy Handful of Nothin', mientras Walter anuncia que se acabaron las muertes (las de los traficantes Emilio y Krazy-8 en los capítulos 2 y 3, The Cat's in the Bag... y ... and the Bag's in the Rivery, qué escenas las de la bañera y las que se derivan del trozo de plato que falta) y la violencia, vemos su imponente y seria figura (tras el rapado al que se somete) alejándose de lo que parece un edificio después de una explosión, la que él mismo provoca con fulminato de mercurio, que físicamente se parece a la metanfetamina. Es la espectacular puesta en escena de Heisenberg (físico alemán conocido por el principio de incertidumbre), el alter ego para este mundo criminal que idea Walter White.
Por si fuera poco, no está ausente el sentido del humor ni las reflexiones con calado metafísico y de signo enteramente hondo y de paso aprendemos algo de química. Los casi 50 minutos de duración se pasan volando y, por tanto, estamos ante una obra maestra que hay que disfrutar. Si alguien aún no se ha animado a ver Breaking Bad, por favor, que no deje pasar más tiempo, que el tiempo se agota cuando menos te lo esperas.
Si ya de por sí es tan atractivo el tema de la serie, y cómo se desarrollan todos los personajes (me falta del elenco principal a la frívola y cleptómana hermana de Skyler, Marie Schareder, Betsy Brandt) y cómo evolucionan tanto Walter como Jesse (genial cuando huye de unos testigos de Jehová a los que él ve como sicarios moteros y vemos que proviene de una familia bien aunque algo estirada y el muchacho no ha dejado de hacer elecciones erróneas), encima el elemento visual es espectacular, con algunos planos fijos de paisajes a lo largo de horas transcurridas en segundos y, por supuesto, el componente narrativo, con inicios geniales in medias res como el del piloto o el del magnífico capítulo 6:
En el piloto arrancamos con unos pantalones volando por los aires (si eso no es una metáfora fabulosa, que Vince Gilligan se baje del panteón de los grandes guionistas), una frenética huida en una autocaravana y con un Walter a punto de entregarse en una posición entre cómica y patética, con unas sirenas de fondo y una precipitada grabación en vídeo declarando su amor por su esposa y por su hijo.
Y en el sexto, Crazy Handful of Nothin', mientras Walter anuncia que se acabaron las muertes (las de los traficantes Emilio y Krazy-8 en los capítulos 2 y 3, The Cat's in the Bag... y ... and the Bag's in the Rivery, qué escenas las de la bañera y las que se derivan del trozo de plato que falta) y la violencia, vemos su imponente y seria figura (tras el rapado al que se somete) alejándose de lo que parece un edificio después de una explosión, la que él mismo provoca con fulminato de mercurio, que físicamente se parece a la metanfetamina. Es la espectacular puesta en escena de Heisenberg (físico alemán conocido por el principio de incertidumbre), el alter ego para este mundo criminal que idea Walter White.
Por si fuera poco, no está ausente el sentido del humor ni las reflexiones con calado metafísico y de signo enteramente hondo y de paso aprendemos algo de química. Los casi 50 minutos de duración se pasan volando y, por tanto, estamos ante una obra maestra que hay que disfrutar. Si alguien aún no se ha animado a ver Breaking Bad, por favor, que no deje pasar más tiempo, que el tiempo se agota cuando menos te lo esperas.
Comentarios