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¿Qué es Watchmen? Una de las obras maestras del cómic, y puede que trascienda incluso esas fronteras, pues ha aparecido como una de las obras más influyentes del siglo XX. Partiendo de la premisa de qué ocurriría si los superhéroes existieran, se plantean temas tan interesantes como quién vigila a los vigilantes o las fronteras entre el bien y el mal.
Si bien es cierto que el único con verdaderos poderes es el Doctor Manhatthan (Jon Osterman después de un accidente nuclear), los otros disfrazados, herederos de los Minutemen, nacidos en los años 40, viven horas bajas después de que el Gobierno (un tercer mandato de Nixon, y es que estamos ante unos años 80 paralelos o alternativos que muestran, por ejemplo, que gracias al Comediante y al Doctor Manhattan se gana la guerra de Vietnam) los prohibiera.
Decir que el Comediante (Edward Blake, cuya muerte desencadena la acción de los 12 números de esta serie) es un héroe sin fisuras es ignorar que viola a Sally Jupiter, la primera Espectro de Seda, entre otras cosas. No ver que Rorschach (Walter Joseph Kovacs) es un loco fanático de lo que él cree el bien es igual de peligroso que el hombre más inteligente de la tierra, Adrian Veidt, Ozimandias, es simplemente anteponer el número de víctimas de uno y otro. O que Nite Owl (Búho Nocturno, Daniel Dreiberg) y Espectro de Seda (Laurie Juspeczyk) actúan más movidos por su aburrimiento que por otras razones, lo mismo. Eso sí, Rorschach engancha desde su pegadizo nombre, el Búho y Espectro congenian entre sí y logran la simpatía del lector, el hombre azul es uno de los más interesantes superhéroes que he visto e incluso el Comediante tiene ese punto ácido de quien sabe que todo es una broma macabra.
La conjunción entre la afilada narrativa y la inteligente revisión del papel del superhéroe por parte de Moore y el diseño de Gibbons, lleno de detalles interesantes (como el reloj que va avanzando hacia la destrucción nuclear, la chapa con el icono sonriente que lleva el Comediante, la sombra de los amantes en las calles, el mismo diseño en 9 viñetas), nos depara un inteligentísimo entretenimiento, donde por tener, hasta tenemos un cómic dentro del cómic, la historia de piratas, leído por un chico negro, uno de los secundarios de la historia (otros serían el dueño del quiosco, o los editores de New Frontiersman, un periódico con trazas fascistoides que es de los pocos en defender el papel de los superhéroes) Relatos del Navío Negro, que funciona como un punto de contacto con la trama principal.
Los saltos temporales para explicar a cada uno de los personajes, el material al final de cada tebeo para completar un poco más cada una de las historias, la trama que avanza con firmeza y sin dudas de manera orquestada, unos personajes bien creíbles tanto en su faceta enmascarada como en la que les lleva a necesitar del disfraz, escenas como las de Marte o con la Antártida que Veidt construye son diversos ingredientes para algo más que un buen cómic. Qué alegría que Manu (gracias, si me lees) se haya cruzado conmigo para poder disfrutar de él.
La versión de la peli de 2009 sigue muy fielmente el cómic (salvo el final, lógicamente alterado proporcionando una alternativa menos inverosímil), aunque es cierto que hay partes demasiado manieristas, sobre todo en las batallas, con demasiadas poses peliculeras y efectos especiales un poco chocantes. Eso sí, todos los héroes salvo Adrian Veidt están muy bien caracterizados, aunque me quedo con Malin Akerman.
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