(13 capítulos: 31/01/13 - 02/05/13) |
Contiene spoilers
The Americans se trata de una serie con un planteamiento muy original: ambientada en los años 80 (genial esa ambientación, con ordenadores prehistóricos, televisiones y automóviles ya desfasados y algún que otro guiño como cuando vemos una máquina de Pac-man en unos recreativos), la de los últimos coletazos de la Guerra Fría, unos espías rusos de la KGB están infiltrados en un barrio residencial de Washington como una ejemplar familia americana. Los ilegales, como los llaman los americanos, son Philip y Elizabeth Jennings, una pareja explosiva que tiene dos hijos, los cuales no saben nada de las actividades de sus modélicos padres, que "trabajan" en una agencia de turismo, pero en cuanto pueden, asoman sus letales capacidades de contraespionaje.
Si bien el piloto estaba muy conseguido, pues nos metían de lleno en la presentación de estos agentes mortales con sus camaleónicos disfraces, su destreza en el cuerpo a cuerpo o su capacidad con las armas y se nos presentaba su falsa faceta hogareña, así como el que iba a ser su principal oponente, el vecino de los Jennings y agente del FBI, Stan Beeman, es un poco lento, y es cierto que no llama tanto la atención como puede hacerlo el piloto de The Following (como había indicado en esta entrada). Eso sí, mientras esta serie se autodestruye con tramas inverosímiles, The Americans prosigue con paso firme y coherente su andadura, con algunos conseguidos y emocionantes picos de interés, como el sexto episodio, Trust me, en el que de repente eran capturados y todo daba un vuelco (para descubrir después que era la propia KGB la que sospechaba de sus infiltrados y la que estaba detrás de todo esto, en lo que era una colosal presentación de su nuevo enlace, Claudia, en apariencia una abuelita indefensa).
La doble trama, la de espionaje y la del matrimonio de pega de Philip y Elizabeth, se va entrecruzando, y de manera bastante sorpresiva en numerosas ocasiones. Uno no acaba de encajar hechos como la paliza de Elizabeth a Claudia después de enterarse de que la habían puesto en duda; o la separación entre Philip y Elizabeth cuando estaban en su mejor momento (el matrimonio era de encargo, una imposición de la KGB, pero Philip se enamora de Elizabeth y esta estaba iniciando un proceso similar). Lo esperable no es nunca lo que sucede, y como ejemplos tenemos a la encantadora y sensual Nina, que trabaja en la embajada rusa y se convierte en la informante de Stan (y en su amante, en lo poquito que se ve venir de antemano), hasta que se entera del asesinato de su compañero Vlad (una escena impactante, por cierto, con la hamburguesita escupida tras el disparo a bocajarro de Stan) y se lo confiesa a Arkady Ivanovich.
¿Por qué me parece arriesgada esta serie, por no hablar de paradójica? Porque es una serie americana en la que los "buenos" son los "malos". ¿Algún americano deseará que pillen a Elizabeth o Philip? Yo que pensaba que los espías acabarían pasándose al bando americano, como sugiere Philip creo que ya desde el capítulo 1, para que así esa carga de patriotismo y anticomunismo fuera mejor digerida o canalizada, resulta que no, y más aún: se cargan a un agente del FBI (el calvo, mujeriego y mediotorta que es Chris Amador, por más que se le ensalce un poco con su digna muerte) y es un cúmulo de mala suerte pero no pasa nada, seguimos del lado de Philip; pero llega Stan en plan matón, se carga al último mono de la embajada de la URSS y lo odiamos, por no hablar del gris y repulsivo jefe suyo, Frank Gaad, que no tiene inconveniente en buscar una venganza "off the record". Una serie que, como Dexter, te lleva a alinearte del lado más dudoso, no puede dejar de verse como una demostración de talento y buen hacer.
A eso añadimos unas interpretaciones magníficas, empezando por la pareja protagonista. Me ha pasado un poco un efecto contrario: si empezaba maravillándome Matthew Rhys (Philip) y no tanto Keri Russell (Elizabeth), poco a poco han ido cambiando las tornas y he perdonado del todo a Felicity, pues está inconmensurable en esa doble faceta de espía y de mujer que está enamorándose de la pareja que le habían asignado, por no hablar de su melena avasalladora. El conocer su pasado ha contribuido a ello, claro, pues mientras Philip engaña a su mujer con la que era su novia antes de la misión americana, Elizabeth se nos aparece más vulnerable.
Los hijos, aunque algo odiables como casi todo hijo en cualquier ficción, tienen su gracia: Holly Taylor como Paige está en plena adolescencia y le mola el hijo de Stan, el pánfilo (pero rockero) Matthew; mejor me cae el adorable Henry (Keidrich Sellati), que tiene un punto de ternura que le da su corta edad (no entiendo, a todo esto, el episodio del autostop en el que dieron con un tío inestable, sobre todo porque luego no tiene ninguna consecuencia, no como el tipo del centro comercial que se topa con Philip, que luego le irá a buscar a su casa y le dará una paliza, por fijarse en menores de edad). Uno no deja de pensar en qué pensarán cuando descubran la verdad de sus padres. La secuencia final con Paige bajando al sótano para comprobar que la ropa está doblada como le había dicho la noche anterior su madre apunta en este sentido.
Stan (Noah Emmerich, visto en The walking dead) está muy correcto, con esas tormentosas dudas por haberle sido infiel a Sandra, su prototípicamente esposa (rubia, guapa, abnegada hasta que dice basta) y haberse rendido a los encantos de Nina (parece una muñequita Annet Mahendru, y qué bien caracterizada está con tan solo esas cejas depiladas a la mínima expresión, algo tan característicamente ochentero), la más expuesta por culpa de Stan, que la ha reclutado como espía. Esta doble agente todavía tiene mucho que dar y ofrecer.
No quiero olvidarme de dos estupendas secundarias que le dan una gran entidad a la serie: Margo Martindale, que interpreta a Claudia (esperemos que supere esa resignación, una vez que Elizabeth no la traga, porque después de verla en acción y ver cómo ayuda a sus agentes, ojalá que no desaparezca, que esa apariencia tan engañosa da mucho juego; solo hay que ver cuál es su presentación observando a Philip con sus hijos y cómo le corta la yugular al tipo que ordenó la muerte del general Zhukov); y Alison Wright, la pobre e ingenua Martha, que se enamora de Clark, un alter ego de Philip que solo busca sacarle información y réditos, en lo que para el espectador es un papel casi trágico, por culpa de su soledad, y más cuando el engaño exige incluso casarse con ella.
Una temporada muy sólida y conseguida, pues, que se ha ganado su segunda temporada y el aprecio de buena parte del público. Si tuviera mejor prensa y su trama fuera más espectacular, podríamos estar hablando de la nueva Homeland. Suspense, intriga y las dosis justas de acción son sus ingredientes. Ya para acabar, me encanta la intro de la serie:
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