(104 páginas. 14,50€. Año de edición: 2010) |
Un sábado del mes de agosto sales de tu casa vestido para jugar al tenis y acompañado por tu mujer. En medio del jardín le haces saber que se te ha olvidado la raqueta en casa. Vuelves a por ella pero, en vez de encaminarte hacia el armario de la entrada donde sueles guardarla, bajas al sótano. Tu mujer no lo ve, se ha quedado fuera, hace buen tiempo, disfruta del sol. Unos instantes después oye la descarga de un arma de fuego. Corre hacia el interior de la casa, grita tu nombre, se da cuenta de que la puerta de la escalera que da al sótano está abierta, la baja y te encuentra allí. Te has pegado un tiro en la cabeza con la escopeta que habías preparado cuidadosamente. Sobre la mesa has dejado un tebeo abierto por una página doble. Con la emoción tu mujer se apoya contra la mesa, el libro bascula y se cierra antes de que comprenda que se trataba de tu último mensaje.
Engañado por el argumento que fragmento que vienen en la contraportada, con un inicio cautivador, las no muchas páginas de este libro prefigurativo se hacen tediosas y repetitivas. No ocurre nada más de lo ya reseñado (un tipo que se pega un tiro). Alguien -que no se llega a especificar quién ni qué importancia tuvo en la vida del suicidado- se refiere a él en 2ª persona, como si le estuviera interpelando. Lo que parecía un recurso interesante e impactante, queda como algo casi hueco, roto el factor sorpresa o novedad del principio.
Lo peor en este tipo de libros no es que no ocurra nada, ni que todo resulte reiterativo (obsesivo, vaya), sino que al final no quede establecido el carácter del suicidado más allá de un carácter introspectivo, huraño, hermético, tendente a la depresión y con la incapacidad de disfrutar de la vida, y no se respondan algunas de las incógnitas que subyacen (¿quién es el narrador, cuál era el último mensaje del cómic, por qué estaba casado este hombre que no sabía relacionarse?...). Sobran, como mínimo, como 50 páginas para hacernos llegar el mensaje o para hacernos a la idea de cómo era el tipo (solo hay que ver la foto del autor). La descripción de este misántropo depresivo en algunos momentos roza el sonrojo (como por ejemplo cuando cuenta un par de sueños o cuando sale a correr durante varias horas: "Cogiste un diccionario, lo abriste al azar y viste la palabra fracción, de la que leíste la definición". ¿Y?).
Para rematar este ejercicio desvaído de terapia o psicoanálsis (no hubiera venido mal que hubiera dividido en secuencias el texto, que no deja de ser una acumulación de fragmentos o retazos), nos clava el autor unos tercetos no condensados como dice el narrador-interpelador (el mismo autor, quizá, fantaseando con su propio suicidio, ocurrido tres días después de entregar el manuscrito al editor, o un amigo del autor que le dio la idea, puesto que al parecer en su obra anterior, Autorretrato, hablaba de un amigo que se pegó un tiro con una escopeta, y él al fin y al cabo se ahorcó), sino paupérrimos e infamantes, rozando el estupidismo bochornoso ("Dialogar me une / Monologar me impone / Soliloquear me aísla (...) Mi cerebro concibe / Mi ojo guía / Mi cuerpo hace"; solo el último terceto se salva y porque se convierte en el resumen de lo que es este texto: "La alegría me precede/ La tristeza me sigue / La muerte me espera").
Para no terminar con tan mal sabor de boca, la edición me ha gustado mucho (aunque no entiendo la imagen de la batería sobre fondo negro, no recuerdo que el tipo tocase ningún instrumento); junto con el párrafo inical, lo mejor del ejemplar.
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