HBO. 10 capítulos (25/06/12 - 27/08/12) |
La primera temporada de esta serie sobre periodistas me ha encantado. Sé que ha sido muy criticada y puede que tenga bastantes fallos empezando, como dicen, por la arrogancia de su guionista, Aaron Sorkin, pero también gracias a él se firman unos diálogos increíbles, unas situaciones emocionantes y momentos espléndidos. Me ha parecido una serie sobresaliente.
Empezamos con un piloto excelso. Muy discursivo, puede que con momentos áridos, pero en general es impresionante. La conferencia en la que Will McAvoy (estupendo Jeff Daniels, con un montón de matices que nos llevan a pensar de este personaje tanto que es generoso y encantador como un prepotente narcisista) estalla después de escuchar la manida pregunta de por qué EEUU es el mejor país del mundo, ayudado por la "alucinación" de su productora y exprometida Mackenzie MacHale (Emily Mortimer es capaz de dar verosimilitud a un personaje movido por sus ideales y que a veces es demasiado impulsiva) que le enseña un par de carteles. El presentador está en un punto de su carrera en el que no sabe qué labor está haciendo. Vive por y para las audiencias, no por y para el periodismo, no por y para la verdad y la objetividad.
Eso cambia con la contratación de Mackenzie (hasta su nombre es pegadizo) por parte de Charlie Skinner (Sam Waterston da vida a uno de los personajes más utópicos e idealistas, pero también más entrañables). Mac trae bajo el brazo a Jim Harper (John Gallagher Jr, el bueno de la película, el tonto que siempre pierde a la chica por su honestidad; estoy de acuerdo con Asesino en serie cuando dice que es el personaje más odioso), que en seguida se fija en Maggie Jordan (la extraña Alison Pill, y digo extraña por su cara: a ratos te parece guapa, a ratos como que descolocada).
Así como la tensión entre Will y Mac resulta entretenida gracias a ese pasado turbulento que atesoran (y por el que Will firma una leonina cláusula si quiere despedir a Mackenzie cuando quiera), ya que Mac engañó a Will con su exnovio y le partió el corazón (genial -aunque previsible- cuando manda un email a todos los trabajadores de la cadena por error), el quiero y no puedo entre Maggie y Jim está de más. No mueve a conmiseración que la rubia elija siempre a su fatuo y pretencioso novio, el también productor Don Keefer (Thomas Sadoski, que en principio parece uno de los malos y luego resulta uno de los personajes más interesantes).
Lo mejor, con diferencia, es cuando nos muestran las entrañas de un informativo nocturno, la pasión, la entrega, el dinamismo de una redacción detrás de la cara de Will McAvoy. Mackenzie convence a Will que tiene que ser el Don Quijote (es gracioso oírlo pronunciar: algo así como "don quihoti") del periodismo. Del elenco de secundarios, destaca Neal Sampat (el simpático Dev Patel, de Slumdog, aunque a veces algo metido a calzador para despuntar, puesto que en principio se encarga del blog de Will, de quien ni él mismo sabía de su existencia) y, sobre todo, Sloan Sabbith (espectacular Olivia Munn por más que vaya en plan Clark Kent con sus gafas kriptonianas), casi síndrome Asperger, la encargada de las noticias de economía y muy leal a Will.
Vale que hay demasiada política de por medio, que a veces los diálogos son demasiado perfectos, que escenas como la de Maggie gritando a un autobús con fanáticas de Sexo en Nueva York donde estaba previsiblemente Jim para complacer a su novia Lisa (la exuberante Kelen Coleman) son totalmente prescindibles, que el maniqueísmo es casi extremo (Reese Lansing es tan abominable que no parece creíble por eso), que hasta el guardaespaldas de Will resulta brillante, por no hablar de su terapeuta, otra mente preclara; pero la caña que se le da al Tea Party (de quienes son fanáticos, entre otros, nuestra recientemente dimitida Esperanza Aguirre), los argumentos defendiendo -entre otras cosas- educación y sanidad públicas con una integridad que se echa de menos en España, los momentos de ponerte la piel de gallina con la cobertura a noticias como las de Fukushima o la muerte de Bin Laden (es interesante ver el punto de vista americano de lo que en otras partes significó un asesinato celebrado como si fuera una fiesta), la habilidad para engarzar momentos dramáticos y cómicos o esa narrativa que omite días, semanas y meses de una manera brillante para favorecer el dinamismo, la oportunidad para ver cómo prevalece el sensacionalismo al autentico periodismo porque lo que vende no es la integridad, son motivo suficiente como para considerarla como una de las grandes.
Si a eso añadimos que Leona, la gran jefaza, está interpretada por Jane Fonda, que la amenaza de muerte a Will añade picante, que las audiencias parecen una espada de Damocles para las noticias que esta entusiasta gente trabaja y que mantuvimos el corazón encogido cuando Will estuvo a punto de dejarlo, no cabe sino esperar la segunda temporada con entusiasmo.
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