El rostro de la sombra. Alfredo Gómez Cerdá. SM

(160 páginas. 9,95€. Año de edición: 2011)
¿Cómo es posible que algunos vídeos en Internet se difundan tan rápido? Una escena interesante, una anécdota divertida... Ya está todo inventado. Hay que grabar algo que de verdad llame la atención. Algo arriesgado y peligroso. Tan peligroso que nadie puede saber quién lo ha colgado.

Varios aspectos consiguen que esta novela sea muy interesante de cara a nuestros jóvenes lectores, empezando por la estrategia de poder leer un 60% de la novela gratis desde Internet, siguiendo por un diseño de portada muy atractivo y acabando por el tema planteado: Si todo se complica... ¿hasta dónde serías capaz de llegar por salvarte?

Tres jóvenes y brillantes estudiantes de un instituto de Madrid, en la zona centro, al lado del río, deciden "intrépidamente" terminar la borrachera del sábado noche arrojando una piedra a la carretera para grabarlo con el móvil y convertir su vídeo en uno de los más vistos. Liderados por Andrés, Borja y Claudio suben al Puente de los Franceses y Adrián graba la escena: el primer coche esquiva sin problemas la piedra, pero el segundo coche sufre un aparatoso accidente.

¿Se puede vivir con la culpa instalada en la conciencia, con el peso del secretismo? ¿Se puede ser el rostro de la sombra y aparentar calma? Adrián lo demuestra con su aparente sangre fría a las pocas horas del suceso, cuando su novia Nuria le dice que está en el Clínico y se entera de que los accidentados por culpa de la piedrecita han sido sus padres. Su madre, en concreto, está gravísima.

Adrián pasa de la ocultación a la desesperación y a la hipocresía, a barajar cualquier posibilidad que le desembarace de cargar con las consecuencias de su irresponsable acto. Llega incluso a negarse su implicación ante la atónita presencia de Borja, que no se puede creer que su referente esté perdiendo los papeles de esa forma.

En el polo opuesto de Adrián está su hermana pequeña de 13 años, Reyes, la voz de la conciencia, de la justicia y de la sensatez (quizá por eso este personaje es poco creíble), con lo que centrada en ellla es como se acaba la novela, con su ser o no ser, llamar o no llamar como decisión, en lo que es su final semiabierto al que le han abocado sus propios padres.

La disquisición ética, pues, está servida. A pesar de varios aspectos endebles como ese cierto acartonamiento de los personajes, que más que personalidades esconden posicionamientos en un sentido o en otro y por tanto dificultan su credibilidad o su empatía; la terrible casualidad en el caso de Adrián, que pasa a ser al mismo tiempo agresor y defensor, culpable y héroe (aunque hay que partir de esa premisa para fundamentar la obra); el poco conseguido pasaje en el instituto con la directora pasándose clase por clase para explicar lo sucedido (los chicos vuelcan las imágenes en un ordenador del centro, en una sencilla incursión clandestina a la desguarnecida sala de informática), esta novelita corta y adictiva puede hacer reflexionar sobre muchos temas, como la culpa, las responsabilidades, el ponerse en la piel del otro, la toma de decisiones, el posicionamiento ético de las personas (qué hacer: ¿anteponer la justicia a la familia?). 

Me parece que entre un 2º ó 3º de la ESO tendría un relativo éxito, pues a pesar de que el componente de acción no es tan marcado como en las novelas de Sierra i Fabra (el inicio recuerda un tanto su estilo), las reflexiones toman un cariz muy dinámico y ágil, y la intriga está muy bien lograda, entre otras cosas porque los hechos empiezan el sábado noche y terminan el jueves a las 12 de la mañana.

Para terminar, una última cosa, una tontería: no me gusta nada la disposición tipográfica del texto, con la numeración de las páginas a la derecha y unos márgenes ensanchados de manera absurda

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