Deseo de ser punk. Belén Gopegui. Anagrama Compactos

(192 páginas. 7,50€. Año de edición: 2011)


Algo le ocurrió a martina el 4 de diciembre. Desde entonces busca la furia, la actitud o cualquier otra cosa que le permita no traicionar su código. Tiene dieciséis años y ningún lugar al que pertenecer, pero encuentra en el rock el principio de una historia mientras Alice Cooper la mira desde el tejado, cuando el punk es un estado de ánimo y herirse no significa dar la razón a los responsables de todo esto sino, al contrario, decir que existen quienes no temen perder algo para poder vivir...  
"¿y para qué sirve comparar? Las cosas tienen que estar bien porque lo están, no porque sean mejores o peores que ninguna otra" 

"Te he encontrado y tú sí tienes música". "Hay que saber preguntar. No sé dónde enseñan eso, pero lo que está claro es que casi nadie sabe". "yo era su vaso roto de ese momento". "Los adultos (...) siempre parece que cuando hacen algo están dejando de hacer otra cosa".

"No, las palabras no parecen muy fuertes pero ellos se miran como si cada uno estuviera dispuesto a dejar al otro tirado en medio del desierto sin una sola gota de agua.

Pelear? Vale, a mí me parece bien pelear. Pero contra tus enemigos".

"Cuando lees, alguien está contigo contándote cosas". "Los primeros acordes de Sweet Child o' mine son el sitio donde quiero que empiece mi cuerpo cuando vuelvas y me toques". "No quiero ser como ellos porque, si lo fuera, a lo mejor terminaba aceptando que esto no está tan mal". "A veces un grito es abrir el cajón, sacar una verdad hecha pedazos y ponerla encima de la mesa" 
La voz de Martina tiene música, aunque al principio diga que la está buscando porque no la tiene. Se equivoca. Ojalá existiera algún adolescente con las preocupaciones e inquietudes suyas, alejado de la voracidad de nuestra sociedad de consumo compulsivo y de esterotipos fijados a sangre y fuego. La música y la lectura son sus refugios, pero la que ella elige, no la que le entra en vena vía 40 Principales y similares o vía publicitaria "made in" Grandes Superficies.

Son innumerables las frases o las páginasque reafirman la personalidad de esta chica que sufrirá en la vida, por supuesto, como todos, pero que tendrá instrumentos para hacerle frente. Martina tiene una serie de códigos y de valores, además de un arsenal de metáforas, como la del vaso que se rompe, donde el vaso puede ser una persona.

Como le debería corresponder a un adolescente de dieciséis años, Martina se rebela. Su rebelión consiste en dejar de estudiar, en dejar de salir con los amigos, en enfrentarse a sus padres, que no ven más allá de unas obligaciones marcadas y una ruta preestablecida. Están demasiados ocupados como para hablar con su hija. Hablar como sinónimo de comunicarse.

Entonces ella escribe en este cuaderno que es el libro que leemos. Se dirige a una segunda persona que no se aclara quién es hasta la segunda parte. Ya que antes tiene que aclarar que cruzó la línea de no retorno el 4 de diciembre. Y es que el 4 de diciembre se muere Lucas, el padre de su amiga Vera, un hombre al que admiraba por su dedicación a las personas que lo pasaban mal. A partir de ahí, nada puede volver a ser como antes y no puede permanecer en casa, va en busca de ascensores a los que subirse, entra en una tienda de discos, se va con Vera al autobús, al Jardín Botánico, a casa de su padre...

Se trata de una novela totalmente recomendable para los chicos a partir de 4º de la ESO gracias a este personaje adolescente lleno de fuerza arrebatadora y esas preocupaciones propias de la edad (o no tan propias). Sería una novela redonda si no fuera por el decaimiento de la segunda parte, en la que despiden al padre, aparece Jimena, una amiga de Lucas (la escena del bar y la canción que canta Jimena y uno de allí me rechina por completo), se desvela que el interlocutor es Adrián, un compañero de clase de quien se enamora (lo raro es que si lo dice en el capítulo 12 y Adri pasa a ser "tú", en el 10 está referido en 3ª persona, como si él no fuera él, o como si Martina utilizara ese recurso en su especie de carta para describirle como si Adrián lo leyera y no fuera Adrián: "Ya sabes, Adri, ese tío de mi clase, callado". No se dirige a él como tú hasta que no lo llama y ese Adrián descrito y que le habló de High Voltage, de AC/DC ya sí que pasa a ser ese de quien se enamora). La música rock se convierte en la tabla de salvación de Martina, pero tanta referencia musical termina por ser excesiva.

Porque creo que se descompone un tanto la novela cuando Martina deja de estar perdida y encuentra su propósito: entrar en una radio, subir el volumen para poner una canción de Iggy Pop y reivindicar locales sociales para los adolescentes entre los 15 y los 20. El asunto del atropello de Émil, el hermano de Martina, el acercamiento con su padre, todo lo anterior, deja de importar. Queda demasiado interrumpido todo. Y todo además por una motivación un tanto extemporánea, extravagante. Incluso para alguien como ella. Eso sí, no desmerece por la rotundidad del inicio, por los acordes que se desprenden de la declaración de esta poderosa narradora.

Aquí os dejo la banda sonora del libro:



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