(448 páginas. 19€ -edición de bolsillo, 9,95-. Año de edición: 2006. 1ª edición: 1957) |
Palacio del deseo es la segunda parte de la Trilogía de El Cairo, de Naguib Mahfuz, y tiene lugar entre 1924 y 1927; es decir, han transcurrido cinco años desde el final de la primera parte.
¿Qué diferencias encontramos respecto a Entre dos palacios? Estructuralmente, pocas por no decir que ninguna: la sucesión de la trama viene marcada por capítulos numéricos (aquí muchos menos de los cerca de 70 de la primera parte, en concreto son 44); la técnica expresiva del autor alterna profundas descripciones (de ambientes, lugares, personajes y, sobre todo, pensamientos y sentimientos) con ágiles diálogos (predominan más que en el primer libro), y el tiempo transita sin que apenas nos demos cuenta, dando la impresión de que el ritmo es lento y en realidad las elipsis son tan frecuentes que no es así.
Pero la mayor diferencia radica en ver los efectos del paso del tiempo y, con él, la evolución de los personajes. La más significativa es la del pequeño Kamal, ya todo un hombre de 17 años. Para mí ha supuesto una pequeña decepción, ya que era impagable la ternura y la ingenuidad que como niño transmitía, algo que se echa en falta en este segundo volumen, ya que al faltarle esta perspectiva quizá nos llega una mayor sensación de melancolía.
El padre, Ahmad, pierde algo de protagonismo, aunque no tanto como el que sufre Amina, que apenas aparece episódicamente y con los nervios alterados, siendo quien peor ha llevado lo sucedido al final de la 1ª parte (la muerte de su hijo Fahmi). Tampoco sus hijas, Jadiga y Aisha, pese a haber sido madres, cuentan con demasiado desarrollo argumental y más bien son anecdóticas (aunque muy divertidas) las disputas entre la impulsiva y vehemente Jadiga con su suegra.
Respecto a Ahmad, con él vamos constatando su envejecimiento. Nota cómo va perdiendo fuerza y vigor, cómo va dejando de ser él mismo, con lo que la férrea disciplina en casa ya no es tal. A Amina se le permite salir de casa y no regaña e insulta tanto a sus hijos (ya mayores). El punto culminante llega con una subida de tensión que lo postra en cama y lo acerca a la muerte.
Respecto a Ahmad, con él vamos constatando su envejecimiento. Nota cómo va perdiendo fuerza y vigor, cómo va dejando de ser él mismo, con lo que la férrea disciplina en casa ya no es tal. A Amina se le permite salir de casa y no regaña e insulta tanto a sus hijos (ya mayores). El punto culminante llega con una subida de tensión que lo postra en cama y lo acerca a la muerte.
Otro de los núcleos temáticos gira en torno de Yasín, cuyo gusto por las mujeres le lleva a aburrirse pronto de ellas una vez se ha casado y a meter la pata en innumerables ocasiones. Es el niño grande de la novela, aunque con un gran corazón. Es el único personaje que no ha variado casi nada su proceder respecto a la primera novela.
Pero el protagonista indiscutible es Kamal. Sus amistades y su enamoramiento hacia Aida, la hermana de su gran amigo Huseyn, son las notas predominantes en lo que respecta al interés argumental. El palacio del deseo es el propio corazón de Kamal, convertido en un hombre que busca afanosamente la sabiduría y al mismo tiempo reniega de su posición en el mundo al ver cómo la realidad choca de forma abrupta con sus convicciones religiosas y con el idealismo que había establecido en torno a su adorada. Con el matrimonio de Aida y su amigo Hasan, ambos situados en una posición social más acomodada que la de Kamal, se frustran todas sus esperanzas y todos sus deseos y quizá llega demasiado pronto ese clímax argumentativo, pues luego decae un poco la historia, todo parece un descenso demasiado significativo.
El desengaño en casi todos los sentidos será la nota predominante en estas aspiraciones suyas, convirtiéndose quizá en el leit motiv de esta segunda entrega. Ya no encontramos ese canto a la vida de la primera parte ni tampoco las ansias de independencia que recorrían tumultuosamente las últimas páginas de Entre dos palacios.
El desengaño en casi todos los sentidos será la nota predominante en estas aspiraciones suyas, convirtiéndose quizá en el leit motiv de esta segunda entrega. Ya no encontramos ese canto a la vida de la primera parte ni tampoco las ansias de independencia que recorrían tumultuosamente las últimas páginas de Entre dos palacios.
Significativamente, el líder de estas revueltas por la independencia, Saad Zaglul, muere en el último capítulo, capítulo totalmente abierto porque la enfermedad en la casa de el-Sukkariyya en forma de virus del tifus se ha cebado con dos hijos de Aisha y con su marido y porque la tercera mujer de Yasin, la tañedora de laúd Zannuba, está dando a luz.Se nos plantea como ineludible la tercera entrega para saber cómo discurrirán los cauces de la historia de la familia Abd el-Gawwad, así como, por extensión, la de El Cairo y Egipto.
Comentarios