(960 páginas. 12,95€. Año de edición: 2009) |
“Nada sucede en un tiempo abstracto ni en un espacio en blanco”. “Si no hubiera vuelto a ver esa cara nunca la habría recordado”. “Ignacio Abel sabe que si se miran demasiado las fotografías no sirven para invocar una presencia.” “El alma de las personas no está en sus fotografías sino en las cosas menudas que tocaron, las que tuvieron el calor de las palmas de sus manos.” “En el descuido de un segundo está contenida entera una catástrofe”. “Una carta puede ser un maleficio retardado”. “Si nadie te reconoce y nadie te nombra poco a poco vas dejando de existir.” “Ahora sabe que la identidad personal es una torre demasiado frágil para sostenerse por sí sola” “Desde el principio no hubo nadie más cuando ella estaba cerca.” “A cada momento se despliegan porvenires posibles que arden como fogonazos en la oscuridad y un segundo después ya se han extinguido.” “Una voz deja de escucharse y se va gastando en la memoria y al cabo de unos años se olvida”
Muñoz Molina ha construido su obra cumbre. Y ya es decir, teniendo títulos tan poderosos como Sefarad, Plenilunio o El jinete polaco. Pero conseguir durante casi 1000 páginas que la acción de un año quede condensada prácticamente en un par de días de viaje del protagonista, el arquitecto Ignacio Abel, que va rememorando los meses previos al estallido de la Guerra Civil, aunque a él lo que le importa es su amor con la joven estudiante americana Judith Bieley, está al alcance de muy pocos.
Tanto por técnica literaria (cambios de tiempo verbal, retrocesos desde un punto determinado a inicio de capítulo abarcando a varios de los personajes protagonistas, introspección, descripciones precisas, expresión de los sentimientos y pensamientos con exactitud...) como por lo que está contando, un enfoque novedoso a la Guerra Civil, ya que se nos ofrece los prolegómenos y la visión de alguien que se exilia pronto porque no soporta los desmanes de uno y otro bando (y porque tiene miedo, claro), esta novela merece entrar sin dudas entre las mejores del panorama actual. La reconstrucción del Madrid de justo antes del estallido de la guerra (la Ciudad Universitaria, en plena construcción; la Residencia de Estudiantes, un hervidero de la cultura; la Gran Vía; la Plaza Mayor…) es memorable, así como la introspección de los personajes, no sólo en la de Ignacio Abel (el protagonista que, sin embargo, es acomodaticio, cobarde y egoísta, al parecer la historia de amor con la americana está basada en Pedro Salinas) y Judith (ella sí, pintada de forma totalmente positiva: valiente, entregada, romántica, honesta), sino también en otros personajes más secundarios, como la mujer de Ignacio, Adela, sus hijos, el compatriota de Judith, Van Doren, Moreno Villa, Negrín, Bergamín…).
Un clásico.
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