(928 páginas. 30€ -ed. bolsillo: 15,20. Año de edición: 2011. 1ª edición: 1998) |
El segundo tocho de la saga Canción de hielo y fuego se hace corto a pesar de rozar las 1000 páginas básicamente porque contiene los mismos ingredientes que la primera parte: una historia llena de aristas (luchas por el poder, cuestiones sobre el honor, sobre el deber, la fidelidad, la traición, las alianzas, el bien, el mal...), personajes totalmente humanizados, descripciones riquísimas y diálogos apasionantes, entre otras razones. Para quien, como un servidor, se ha asomado al poderoso universo de George R.R. Martin a través de la serie de televisión, no le cabe más remedio que asignarle los rostros de la impresionante serie a los personajes, pero lejos de minimizar los efectos positivos de la lectura, consigue añadirle un plus (o, cuanto menos, no le quita ningún atractivo).
En Choque de reyes, las consecuencias de la decapitación de Ned Stark (más incluso que la muerte del rey Robert) implican una guerra por los Siete Reinos y la proclamación de cinco reyes distintos: Joffrey, hijo de Robert; Stannis, hermano mayor del anterior rey; Renly, el pequeño; Robb, aclamado como Rey del Norte; e incluso Balon Grayjoy, que se sacuden el yugo de Invernalia cuando atisban signos de debilidad. La guerra va llenando el espacio de Poniente poco a poco, hasta que se convierte en el eje de la mayor parte de tramas. Vemos cómo la paz del Reino era demasiado frágil y pendía de finos hilos. Los errores de Robert hacen que su sucesión sea un caos, también en parte (de nuevo) por culpa de Ned, ya que antepuso el honor a mantener la estabilidad, negando que Joffrey fuera hijo legítimo de su amigo, de ahí que Stannis reclame el derecho a gobernar.
Si en la primera parte Ned Stark era el protagonista más destacado, el turno ahora pasa a Tyrion, que hereda el puesto de Mano del Rey (para disgusto de Cersei, que odia a su hermano deforme). Al ver cómo se maneja en Desembarco, nos damos cuenta del tremendo error que cometió Robert al designar a su amigo para un puesto que le quedaba grande. Las intrigas, los secretos, las mentiras, etc. son ingredientes que gestiona de manera admirable Tyrion. La familia Stark inicia una disolución imparable y observamos que narrativamente era imprescindible si tenemos en cuenta la técnica del autor, un narrador omnisciente en 3ª persona que está limitado por el punto de vista de varios personajes. Como la mayor parte de los focos narrativos en la 1ª parte eran los Stark (Bran, Arya, Samsa, Jon, Ned, Catelyn), era imprescindible que tuvieran que disgregarse para abarcar el mayor número de perspectivas.
Apenas aparece un nuevo personaje, Sir Davos Seaworth, caballero al servicio de Stannis, un personaje que en Juego de tronos apenas aparecia mencionado y ahora se convertirá en el principal opositor a Joffrey. Y es que a Stannis le acompaña una consejera muy poderosa, Melisandre, la sacerdotisa roja, que sirve al Dios de la Luz con fuerzas oscuras que le ayudan a asesinar a Renly y vencer el sitio de Bastión de Tormentas. También se le concede un foco a Theon Greyjoy, a quien Robb le confía convencer a su padre para unirse a la lucha contra los Lannister, sin contar con la poca fiabilidad que transmite este muchacho orgulloso, bravucón y mujeriego. No duda (o duda poco) en traicionar la confianza de su amigo para ganarse el favor y el reconocimiento de su familia de las islas del Hierro, aunque eso nunca pase.
La acción se centra de manera más acusada en torno al Trono de Hierro y por tanto los personajes marginales, los más alejados de Poniente, Jon y Daenerys, pierden protagonismo y apenas se avanzan sus líneas argumentales: la de Jon, embarcado junto con Lord Comandante en su travesía más allá del Muro para averiguar el alcance de las tropas de Mance Ryder (el Rey Más Allá del Muro, como se hace llamar, por si faltaban reyes), no tiene demasiada importancia hasta la aparición del explorador Qhorin Mediamano; la de Dany, inmersa en el Desierto Rojo, ni siquiera se activa a la llegada a Qarth o a la entrada en el Palacio de los Eternos. Eso sí, con ambos sabemos que estamos ante quizá los personajes más trascendentales de la saga (no por algo representan el título, el hielo y el fuego).
Salvo algún punto que me ha quedado un poco confuso, como la traición de Hediondo, el bastardo de Roose Bolton (habla de una mujer, de que se hizo pasar por ella para poder escapar de Invernalia cuando Theon, desesperado, le concedió unas monedas a cambio de que le consiguiese un par de centenares de espadas; o como el sueño de Jon con el halcón, que parece ser un wagg, y él tiene el mismo poder que Bran, que a través de su tercer ojo puede meterse en la piel de su huargo Verano, si algún punto queda sin explicar no es por otro motivo sino la intención del autor, que deja todas las tramas en suspenso para la continuación.
Será una lucha encarnizada. Y no hablo de la de los Stark ni la de los Lannister, ni la de Daenerys Targaryen, sino de la mía propia por no adelantarme con respecto a la serie, porque la espera hasta mayo del 2013 es una tortura...
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