(Despertar: 256 páginas. 14,95€. Año de edición: 2008. Conflicto: 240 páginas. 14,95€. Año de edición: 2008. Furia: 256 páginas. 14,95€. Año de edición: 2009) |
De saga en saga y tiro porque me toca. Las Crónicas vampíricas de L.J. Smith constan de siete libros, aunque me he quedado en la tercera. Además de preceder a la afamada y exitosa saga de Crepúsculo y a pesar de no contar con el mismo éxito, literariamente no sólo no tiene nada que envidiarla, sino que la supera con creces: los personajes están mucho mejor dibujados, con más matices y más psicología. No son planos como los de Meyer, sino que evolucionan a lo largo de los acontecimientos que se suceden; la verosimilitud se mantiene en todo momento al dejar relegados los fenómenos vampíricos no como algo visible, sino marginados a momentos muy específicos; la ambientación, en ese pueblo de Fells Church, un pequeño pueblo representativo de América (no como ese paraíso de las lluvias y las nubes que es Forks) y una historia más al uso y con menos licencias como en Crepúsculo. Si a esto añadimos un ambiente de más desasosiego, misterioso y por momentos aterrador, la historia de los dos hermanos Salvatore, que se disputan a la joven Elena, nos encontramos con una novela juvenil ideal para entretenerse.
En la segunda parte se mantiene la intriga o incluso se incrementa, dados los fenómenos extraños que acontecen en el pueblo. El guiso se va cociendo a fuego lento y los personajes secundarios (Bonnie, Matt, Meredith) siguen cobrando relevancia. Algo maligno se cierne sobre Fells Church, al margen de los hermanos Salvatore, Stefan y Damon.
Y en la tercera novela, desde el principio, con la transformación en vampiro de Elena, que en el final de la segunda parte parecía morir, los parámetros de las anteriores entregas se ven alterados. Sin ir más lejos, el que parecía el malo de la historia, Damon, en esa confrontación entre hermanos que se ha sucedido desde la Biblia con Abel y Caín, resulta que no lo era, sino que hay un ser mucho más peligroso que mueve los hilos. Lo único, eso sí, siguiendo con las comparaciones entre las dos sagas vampíricas, es que quizá no alcanza a Crepúsculo es el carisma de sus personajes. Puede que eso se solucione con la serie de televisión basada en los libros (aunque actualizada).
Y en la tercera novela, desde el principio, con la transformación en vampiro de Elena, que en el final de la segunda parte parecía morir, los parámetros de las anteriores entregas se ven alterados. Sin ir más lejos, el que parecía el malo de la historia, Damon, en esa confrontación entre hermanos que se ha sucedido desde la Biblia con Abel y Caín, resulta que no lo era, sino que hay un ser mucho más peligroso que mueve los hilos. Lo único, eso sí, siguiendo con las comparaciones entre las dos sagas vampíricas, es que quizá no alcanza a Crepúsculo es el carisma de sus personajes. Puede que eso se solucione con la serie de televisión basada en los libros (aunque actualizada).
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