(424 páginas. 19,95€. Año de edición: 2012) |
Dividida en tres partes (1947, 1948, 1949) y una especie de epílogo ("Esto es una guerra y no se va a acabar nunca"), el 2º tomo de la colección "Episodios de una guerra interminable" (tras Inés y la alegría) narra en 1ª persona la dura infancia de Nino, un niño que inicia lo relatado con 9 años. Vive en Fuensanta de Martos, un pueblo de la Sierra Sur de Jaén, en la casa cuartel, ya que su padre es Guardia Civil. Por eso asiste a la brutalidad de la represión franquista contra los vecinos, la mayoría sospechosos de colaborar con los guerrilleros que subían al monte.
Obviando el hecho de la excesiva madurez del niño para su edad (vamos a creernos su gran inteligencia), se trata de una novela que recrea estupendamente la época y el espacio, consigue transmitir una veracidad que no empaña en absoluto la clara ideología de Almudena Grandes.
Como suele suceder en su narrativa, es una novela de personajes, tanto los principales (Nino, su padre, su madre, Pepe el Portugués, Doña Elena...) como los secundarios (los guerrilleros, los compañeros del padre, sobre todo Miguel Sanchís y su mujer, Pastora...), y por eso los giros que se establecen en torno a ellos son seguidos con sumo interés. Quizá el punto fuerte es el amor entre Nino y Pepe, que rebasa la diferencia de edad entre ambos para establecer unos vínculos afectivos inquebrantables. Vale que el personaje de Pepe lo hemos leído otras veces (el adulto que asiste al adolescente en su proceso de crecimiento y madurez, el amigo enigmático, el confidente, el que se guarda un as en la manga...), pero la autora no oculta este hecho y lo remite a John Silver, de La isla del tesoro.
Podrá la novela no aportar muchas novedades (salvo la interesante historia guerrillera del Sur y, ya dentro de la propia trayectoria de la autora, que el foco de atención no se ponga sobre una historia de amor, sino en una amistad), pero aporta una lectura amena y adictiva, una autenticidad que impulsa a que el sino de los protagonistas sea tan próximo al lector. Lo mejor que se puede decir de este libro es que da pena que se acabe.
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