Sinsajo. Suzanne Collins. Molino

(424 páginas. 15,20€. Año de edición: 2012)
La trilogía pone su fin rompiendo el esquema (tan de videoconsola, por otra parte) de los Juegos del Hambre, a no ser que se considere la guerra que se desata entre Capitolio y Rebeldes como la última versión de los Juegos televisados. Si bien podría ser positivo que la fórmula del éxito se altere un poco para darle variedad, las variantes aportadas resultan desequilibradas y la distopía que nos presentaron toma un cariz desgarrador.

La sensación que me queda después de haber acompañado a Katniss durante más de 1000 páginas es negativa, muy negativa. Vale que una sociedad basada en la polarización de los extremos sólo podía acabar de manera abrupta, pero da la sensación de que la autora ha naufragado buscando ponerle un punto y final a su historia: los personajes más emblemáticos desaparecen sin más y los propios protagonistas se desintegran psicológicamente, sin nada más que aportar que desconcierto. Sin ir más lejos, Kat pasa de valiente, intrépida y sacrificada a estúpida y sin intuición en la 2ª parte, para terminar como una desequilibrada mental con la piel hecha tiras. No, cuando hablamos de lo positivo de una evolución psicológica de los personajes no nos referimos a esto...

El lector no se puede aferrar a nada, ni siquiera al final de la guerra y de la barbarie (si no has leído -si es que alguien me lee- la trilogía entera, sáltate este párrafo, contiene SPOILERS): Finnick (que se había vuelto tarumba por su amor imposible) cae ante mutos; Prim bajo el estallido de bombas lanzadas desde aerodeslizadores; la madre se evapora sin más; Haymitch no deja de beber (aunque en un segundo o tercer plano); Gale se aleja enredado en una de sus propias y mortíferas trampas que lo convierten en un sanguinario asesino sin escrúpulos y el triángulo se disuelve sin demasiada batalla; Peeta supera los recuerdos falsos injertados por el malvado presidente Snow, pero a qué precio; la presidenta del 13, Coin, que siempre ha desconfiado de Kat, muere por la flecha que debió ir contra el propio Snow (malo, malo eres...); Boggs pierde las piernas por una vaina trampa; Johana sobrevive, pero tampoco se hace hincapié en la amistad imposible con Katniss; Plutarch, el Vigilante instigador, ¿qué?; el Sinsajo (símbolo de la rebelión) ha sido un mero instrumento; la última misión-videojuego recorriendo el Capitolio sorteando vainas no se entiende (game over); tampoco se entiende cómo se puede zozobrar tanto con un arranque tan prometedor como el de la 1ª parte. Nada tiene demasiado sentido, como ese Epílogo con los hijos de Peeta y Katniss jugando sobre el cementerio del Distrito 12 ("... Y comieron perdices... al desenterrar las lombrices").

Trama y desenlace, pues, descarrilan de manera flagrante. Ese Distrito 13 subterráneo no era el refugio a la esperanza que se pretendía en los atisbos de la revolución. El ser humano es malvado y estúpido al no aprender de los errores y el mensaje o la solución que podría haber aportado el Distrito rebelde no es esperanzador (al fin y al cabo eran humanos, no cabía otra, parece ser). Si bien el argumento resulta imposible de prever (no hay que negarlo), la demolición de todo lo existente es excesivo, aunque ya con la rápida e implacable destrucción del Distrito 12 lo podríamos haber imaginado. No hay concesiones superventas (de hecho no entiendo cómo le admitieron este final a la autora), pero tampoco término medio ofreciendo otras soluciones más viables, aunque solo fueran a nivel narrativo.

Del universo particular de Panem tan interesantemente trazado en la 1ª parte a las cenizas que quedan en el 3, dista un abismo que solo puede ser interpretado por los lectores como decepcionante. De ese trayecto adictivo durante cientos de páginas, solo queda eso, el propio trayecto. Habrá que procurar obviar que dicho trayecto lleva a un callejón sin salida.

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