El sueño de Berlín. Ana Alonso y Javier Pelegrín. Anaya

(120 páginas. 12€. Año de edición: 2015)

 Al margen de exquisiteces personales como una portada más representativa de la trama o de una mayor elaboración de la trama si se tratara de una novela adulta, lo cierto es que este librito cumple con las expectativas creadas en cuanto a literatura juvenil (siento si recurro a clasificaciones, pero este libro da para ello). Y más cuando la finalidad es encontrar libros sobre salud, eje temático de nuestro centro (Ceipso Cervantes) y cuando nuestro alumnado no se caracteriza especialmente por ser grandes aficionados a la lectura.

Los objetivos de la lectura son sencillos: contarnos una historia de superación personal con lazos en una relación amorosa, además de informarnos sobre lo que significa el TOC (trastorno obsesivo compulsivo). Ana, una adolescente de 16 años, lo sufre (en silencio, como las hemorroides), aunque eso no le importa a un recién llegado a su instituto, Bruno, que se queda encandilado de Ana al escuchar su exposición sobre el Antiguo Egipto.

Si por una parte me ha parecido una pena que no se haya desarrollado más la novela (por ejemplo, echo de menos una especie de moraleja hacia la madre de Ana), por otra es cierto que ese esquematismo resulta primordial para enganchar el libro e ir sumando páginas y traspasando capítulos.

Capítulos encabezados con el nombre de Ana y Bruno en 1ª persona según su punto de vista sea el que se desarrolla (imagino que la forma de proceder de los autores será que Pelegrín se encarga de las partes de Bruno y Alonso de las de Ana, pero eso son suposiciones de alguien que no entiende bien las autorías), pasamos por tres partes: octubre, abril y epílogo.

Con respecto a Ana, gravitan la madre, muy crítica y preocupada por su hija, y el padre, que es más permisivo e intenta restarle importancia a esos episodios más dramáticos en los que su hija sufre ataques de pánico. Sin duda son demasiado esquemáticos, pero todo se reduce a la pareja protagonista. Por eso tampoco hay más que pálidas sombras en el resto de personajes secundarios: una clase muy desdibujada, con apenas una profesora, Eva, la de Plástica, que va de viaje de fin de curso con la clase de los chicos.

Lo mejor de esa historia amorosa es el esfuerzo de Bruno por ayudar a Ana, cómo no se deja arredrar por la enfermedad de la chica que le gusta, cómo la apoya y protege; y lo bien reflejado que está esa tortuosa normalidad para alguien aquejado de este trastorno que da para mucho más que chanzas en obritas de teatro. Ana no se achanta pese a su tortuoso día a día y es un ejemplo a seguir.

El objetivo de que los lectores traten de identificarse con Bruno si dan con alguien similar a Ana está claro; y ayudar a entender esa diversidad que nos enfrenta a distintas personalidades y formas de comportarse, que no tienen que incurrir en ningún trastorno. A menudo, nos vencen problemas mucho menos importantes que el TOC de Ana y esa falta de lucha o de esfuerzo nos la podría echar en cara personajes como Bruno. Porque lo normal y lo fácil es hacer como hace el resto de compañeros (otra lástima es que no dejen los autores redimirse a Ainhoa, que huye de Ana en un pretérito ataque) y dedicarse a etiquetar: esta es rarita, o esta es difícil, y me aparto no vaya a ser que me salpique o me manche.

Para docentes interesados, el título cuenta con una interesante y completa guía de lectura e incluso booktrailer.


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