(BBC. 5 episodios: 13/05/2013 - 10/06/2013 y 6 episodios: 10/11/2014 - 18/12/2014 respectivamente) |
Contiene spoilers
Del rincón de series ya estrenadas hace unos años que se acumulan y que piden una oportunidad para ser vistas, nos encontramos con este thriller policiaco protagonizado por dos estrellas y ambientado en Irlanda del Norte, una Belfast que, visto lo visto, sigue siendo una ciudad complicada pese a que el IRA ya forma parte del pasado.
En principio, nada nuevo bajo el sol, podríamos decir: una detective londinense, Stella Gibson (Gillian Anderson brilla en la piel de esta sexy policía segura de sí misma y aparentemente fría: cotilleando su perfil en IMDb descubro con sorpresa que interpretará a Margaret Thatcher en The Crown en la 4ª temporada), es enviada a Irlanda para investigar un caso que tiene perdidos a los policías de allí.
El pusilánime jefe de policía, Jim Burns (John Lynch), un antiguo conocido suyo (y algo más), le pide ayuda y acaba dejando que dirija la investigación porque pronto Stella encuentra conexiones con otro caso que impulsa la investigación. Los métodos analíticos y racionales de Stella Gibson compensan sobradamente que la prensa ponga el foco de la atención en ella o su affaire con un policía de otro departamento que será acribillado a balazos (porque hay un turbio asunto de corrupción con el hijo de un ministro de por medio).
El caso se las trae sobre todo porque el asesino se sale de los parámetros habituales. Los espectadores conocemos que Paul Spector (el apuesto Jamie Dornan estuvo entrenando para ser el Grey de las famosas sombras con este papel), aparte de un meticuloso homicida, está casado con Sally Ann (Bronagh Waugh), enfermera neonatal, y es padre de dos niños, la traumatizada Olivia (Sarah Beattie tiene terrores nocturnos) y el casi irrelevante Liam. Para rizar el rizo, es psicólogo, de modo que sus dos facetas parecen bien diferenciadas: un hombre supuestamente normal de día (aunque es verdad que siempre distante y frío) y un caza treintañeras morenas con cierto éxito profesional de noche.
Mientras que en la primera temporada, de ritmo deliberadamente lento sobre todo al principio (hasta que te acostumbras, luego ni te inmutas), se centra en los asesinatos (dos ya han sucedido, vemos uno y el intento de un segundo, con un asesinato colateral), en la segunda el rumbo cambia por completo y asistimos más bien a los intentos de Spector por borrar sus huellas mientras que la investigación ya ha entrado en una fase más directa y menos abstracta.
En todo momento contamos con un doble foco de atención: el de Stella y sus meticulosos procedimientos de investigación (y otros de índole más íntima); y el del propio Paul, y esa dicotomía tan antagónica (hasta que Olivia empieza a tener terrores nocturnos provocados, suponemos en todo momento, por las tendencias enfermizas de su padre).
La madeja es más complicada aún. Aparte de la inocente pero estúpida y poco curiosa Sally Ann (en palabras casi literales de Stella, que tiene palabras lapidarias para todo aquel que se le cruce), otro elemento muy perturbador y como mínimo frustrante es la niñera de los Spector, la infumable Katie Benedetto (Aisling Franciosi), de 15 años, enamorada de Paul y medio abducida por él (yo, eso sí, le asigno una buena cuota de responsabilidad porque ya no es una niña pequeña y su edad no es una eximente de sus reprobables comportamientos).
Solo por los matices de los personajes principales la serie merece mucho la pena. Pero si en un principio parece un caso de asesinos múltiples más, sobre todo en la segunda temporada entramos en una espiral mucho más diferenciada y original, con el estrechamiento del cerco sobre Spector. Stella ha de hilar muy fino debido a la meticulosidad del asesino, que además cuenta con una especie de seguro, y es que ha secuestrado a una de las primeras víctimas, cuando aún no había dado el salto a los asesinatos: Rose Stagg (Valene Kane protagonizará una de las escenas más tensas y vibrantes, la de la cámara de vídeo).
La pareja de protagonistas está espectacular: Jamie Dornan construye un personaje complejo y acomplejado (aunque no lo demuestre), seguro de sus procedimientos criminales, alejado de esa figura nada empática de otros asesinos en serie (quizá porque más que psicópata sea un sociópata), frío por momentos, atribulado en otros (sobre todo cuando hay niños de por medio, puede que influido por su propia paternidad) y, sobre todo, alguien con un carisma especial (me recordaba por momentos al carismático Carroll de The Following), capaz de deslumbrar con su apariencia de adonis incluso a los que ya conocen su faceta asesina.
Por otra parte, Gillian Anderson rezuma sensualidad y templanza casi a partes iguales; su feminidad resulta casi como una patada en los huevos para un sector, el policial, fuertemente machista de por sí, y más aún en Irlanda. Suyos son un par de alegatos apoteósicos sobre la igualdad entre mujeres y hombres que dejan patidifusos a sus interlocutores. Primero cuando salta a la luz su escarceo sexual (¿un hombre puede follar a quien quiere y una mujer no, eso te incomoda?, le interpela al policía que se lo echa en cara) y luego (y seguro me deje alguna más) cuando le suelta al que acaba de ser su amante, el investigador Tom Anderson (Colin Morgan), que para ella no hay ningún morbo en ver su parecido con Spector, porque en lo que un hombre ve como más peligroso es que las mujeres se rían de ellos, mientras que para la mujer la amenaza es que los hombres las maten.
En todo momento el ritmo y la morosidad en los detalles te atrapa; la ambigüedad es marca de la casa y las reflexiones subyacientes no se hacen esperar. Los secundarios no desmerecen: la agente Danielle Ferrington (Niamh McGrady) demuestra que es una estupenda policía en más de una ocasión, de ahí el aprecio de Stella; Matt Eastwood (Stuart Graham) será el compañero que le asignen para tenerla controlada, aunque por suerte sabrá apreciarla, de ahí sus elocuentes gestos; más secundarios son los agentes Gail McNally (Bronagh Taggart) y Glen Martin (Emmett J Scanlan); o la forense Reed Smith (Archie Panjabi, Kalinda en The Good Wife, con quien comparte ciertas similitudes).
Muchos espectadores empatizan con el despreciable Spector por su cara bonita y a otros muchos lo mismo les parece una serie muy lenta; pero es una serie muy completa (escenas de persecución, todo el seguimiento a Spector cuando las pesquisas recaen sobre él, lo de la cagada del techo), por más que esté metido con calzador lo del periodista Ned Callan y el matón de tres al cuarto de James Tyler impongan un cliffhanger más efectista que toda la línea previa seguida. Si los protagonistas están inmensos, cuando sus caminos se cruzan elevan la tensión arterial de cualquiera. Motivos más que suficientes como para situarla en una escala de series top.
Mientras que en la primera temporada, de ritmo deliberadamente lento sobre todo al principio (hasta que te acostumbras, luego ni te inmutas), se centra en los asesinatos (dos ya han sucedido, vemos uno y el intento de un segundo, con un asesinato colateral), en la segunda el rumbo cambia por completo y asistimos más bien a los intentos de Spector por borrar sus huellas mientras que la investigación ya ha entrado en una fase más directa y menos abstracta.
En todo momento contamos con un doble foco de atención: el de Stella y sus meticulosos procedimientos de investigación (y otros de índole más íntima); y el del propio Paul, y esa dicotomía tan antagónica (hasta que Olivia empieza a tener terrores nocturnos provocados, suponemos en todo momento, por las tendencias enfermizas de su padre).
La madeja es más complicada aún. Aparte de la inocente pero estúpida y poco curiosa Sally Ann (en palabras casi literales de Stella, que tiene palabras lapidarias para todo aquel que se le cruce), otro elemento muy perturbador y como mínimo frustrante es la niñera de los Spector, la infumable Katie Benedetto (Aisling Franciosi), de 15 años, enamorada de Paul y medio abducida por él (yo, eso sí, le asigno una buena cuota de responsabilidad porque ya no es una niña pequeña y su edad no es una eximente de sus reprobables comportamientos).
Solo por los matices de los personajes principales la serie merece mucho la pena. Pero si en un principio parece un caso de asesinos múltiples más, sobre todo en la segunda temporada entramos en una espiral mucho más diferenciada y original, con el estrechamiento del cerco sobre Spector. Stella ha de hilar muy fino debido a la meticulosidad del asesino, que además cuenta con una especie de seguro, y es que ha secuestrado a una de las primeras víctimas, cuando aún no había dado el salto a los asesinatos: Rose Stagg (Valene Kane protagonizará una de las escenas más tensas y vibrantes, la de la cámara de vídeo).
La pareja de protagonistas está espectacular: Jamie Dornan construye un personaje complejo y acomplejado (aunque no lo demuestre), seguro de sus procedimientos criminales, alejado de esa figura nada empática de otros asesinos en serie (quizá porque más que psicópata sea un sociópata), frío por momentos, atribulado en otros (sobre todo cuando hay niños de por medio, puede que influido por su propia paternidad) y, sobre todo, alguien con un carisma especial (me recordaba por momentos al carismático Carroll de The Following), capaz de deslumbrar con su apariencia de adonis incluso a los que ya conocen su faceta asesina.
Por otra parte, Gillian Anderson rezuma sensualidad y templanza casi a partes iguales; su feminidad resulta casi como una patada en los huevos para un sector, el policial, fuertemente machista de por sí, y más aún en Irlanda. Suyos son un par de alegatos apoteósicos sobre la igualdad entre mujeres y hombres que dejan patidifusos a sus interlocutores. Primero cuando salta a la luz su escarceo sexual (¿un hombre puede follar a quien quiere y una mujer no, eso te incomoda?, le interpela al policía que se lo echa en cara) y luego (y seguro me deje alguna más) cuando le suelta al que acaba de ser su amante, el investigador Tom Anderson (Colin Morgan), que para ella no hay ningún morbo en ver su parecido con Spector, porque en lo que un hombre ve como más peligroso es que las mujeres se rían de ellos, mientras que para la mujer la amenaza es que los hombres las maten.
En todo momento el ritmo y la morosidad en los detalles te atrapa; la ambigüedad es marca de la casa y las reflexiones subyacientes no se hacen esperar. Los secundarios no desmerecen: la agente Danielle Ferrington (Niamh McGrady) demuestra que es una estupenda policía en más de una ocasión, de ahí el aprecio de Stella; Matt Eastwood (Stuart Graham) será el compañero que le asignen para tenerla controlada, aunque por suerte sabrá apreciarla, de ahí sus elocuentes gestos; más secundarios son los agentes Gail McNally (Bronagh Taggart) y Glen Martin (Emmett J Scanlan); o la forense Reed Smith (Archie Panjabi, Kalinda en The Good Wife, con quien comparte ciertas similitudes).
Muchos espectadores empatizan con el despreciable Spector por su cara bonita y a otros muchos lo mismo les parece una serie muy lenta; pero es una serie muy completa (escenas de persecución, todo el seguimiento a Spector cuando las pesquisas recaen sobre él, lo de la cagada del techo), por más que esté metido con calzador lo del periodista Ned Callan y el matón de tres al cuarto de James Tyler impongan un cliffhanger más efectista que toda la línea previa seguida. Si los protagonistas están inmensos, cuando sus caminos se cruzan elevan la tensión arterial de cualquiera. Motivos más que suficientes como para situarla en una escala de series top.
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