(28/04/2019) |
Contiene spoilers
Acabamos de salir del estreno de Endgame y, a su lado, la tragedia y la épica vivida (que no fue poca, ni mucho menos) es un juego de niños para este episodio que pasará a la historia de la televisión como el mejor de la historia. Para todos aquellos que niegan lo evidente, Game of Thrones es mucho más que una serie y ha elevado a las series de televisión a otra dimensión que no tiene nada que envidiar al cine.
Si The Long Night no es el episodio de acción más apasionante, angustioso e increíble que he visto nunca, mi criterio entonces es tan equivocado como el de los dos millones seiscientos setenta y siete mil ciento setenta y tres personas que han votado a un partido político de ultraderecha. Dios mío, lo que he sufrido. Y lo que he disfrutado (después de sufrir un montón).
Apenas hay respiro y diálogos. Ya estaba todo dicho y todo respirado. Tocaba exhalar vaharadas de aliento gélido. Los White Walkers estaban a las puertas de Winterfell y desde casi el inicio, después de una presentación apoteósica de Melisandre (uno de los nombres de este episodio), que enciende las armas de los dothrakis (pobrecillos: no he entendido esta estrategia de sacrificarlos tan inúltimente, a todo esto), desde la atalaya en la que Daenerys y Jon ven cómo las luces se van apagando a un ritmo tan vertiginoso como la angustia creciente en cualquier ser vivo.
La segunda barrera de contención apenas puede contener la invasión bárbara de los Muertos. Pronto nos encontramos con la primera muerte y las primeras lágrimas: adiós a Edd el Penas y a una de sus peticiones (que le quemen). Gusano Gris administra como puede las fuerzas de sus Inmaculados, así como Brienne, Jaime y Tormund, pero la avalancha es incontenible. Ni siquiera con la intervención muy tempranera de Daenerys y el fuego de Drogon.
Alto en el camino. Daenerys Targaryen es uno de los personajes más maltratados últimamente. Me refiero a quienes la rodean. Volviendo a ver el segundo episodio, vemos que cualquiera de los que están en Winterfell están rodeados de seres queridos y fieles. A Daenerys apenas le queda Jorah. Que sí, que a veces ha sido despótica e impulsiva, pero es un puto dragón y lo que ha hecho en las siete temporadas anteriores ha sido mucho más que casi todos los otros personajes juntos: ha revivido dragones, ha acaudillado a los dothraki, ha liberado a esclavos. Y en el momento definitivo, se ha puesto de lado de los vivos, sobre todo por amor a Jon. Sansa, no olvides nunca eso, porque el Norte no es tan importante como el valor que ha demostrado, incluso empuñando una espada antes que dar su brazo a torcer.
La nómina de muertos es elevada, pero al mismo tiempo ha roto quinielas. De nuevo los guionistas han jugado con nuestras expectativas. Melisandre mira funestamente a Gusano Gris y le dice Valar vorghulis y le das por sentenciado, pero no. Jaime tiene solo una mano para defenderse y Brienne había cerrado su arco narrativo, pero no. Davos, Podrick y Sam, tres luchadores poco duchos en el arte de la espada tienen todas las papeletas en las murallas, pero tampoco.
Lo mejor de este episodio es cómo se va generando una sensación envolvente de que todo está perdido y no hay ningún as en la manga como ha pasado en otras ocasiones (la intervención de Tywin y los Tyrell en el asedio a Kingslanding, Stannis para defender el Castillo Negro de los Salvajes, el ejército de los Arryn en la batalla de los Bastardos). Por momentos la cosa pinta más negra que la larga noche que se avecina, sobre todo cuando el Dragón de Hielo no sucumbe ante Drogon y Rhaegal.
Es un episodio de pequeños grandes heroísmos. Como el de Lyanna Mormont, que casi se sacrifica pero se lleva por delante ni más ni menos que a un Gigante. Como Jorah, que da su vida por Daenerys en lo que sería su muerte soñada, cuando está rodeada y Drogon ha tenido que huir. Como Beric Dondarrion, e incluso el Perro (que vuelve a sacrificarlo todo por ella), que ayudan a Arya cuando está rodeada en el interior del castillo.
El punto de inflexión llega después de esa persecución en la que Arya parece retroceder en el tiempo, cuando era una niña que necesitaba ser protegida, cuando el miedo había vuelto a infiltrarse en sus venas. Aparece Melisandre (que ya le había predicho a Davos que no había necesidad de que la ejecutara porque no iba a sobrevivir al amanecer) y habla con Arya. "¿Qué le decimos a la muerte? Not today", como le recitó Silvio Forell. Y recuerdan lo que dijeron en su encuentro con la Hermandad: "cerrarás ojos marrones, verdes y AZULES". Ya no volveremos a ver a Arya en el episodio.
De hecho, el foco de atención recae en Jon, que después de caer con Rhaegal (que yo espero que siga vivo, aunque también creía que al caer el Rey de la Noche de su dragón este había muerto y no), trata de llegar al Bosque de los dioses, donde ya solo queda Theon de todos los hombres del Hierro que custodiaban a un Bran que se ha limitado hasta entonces a meterse en los cuervos y ver cómo el avance de la muerte es desolador.
Solo hay una opción y parece imposible de lograr. Eliminar al caudillo de los muertos, aunque cuando el fuego suscitado del Dracarys de Khaalesi ni le mancha la chaqueta, y Jon se las tiene que volver a ver con todos los muertos que se levantan al son de la elevación de las manos del Papá Pitufo Zombi y no puede llegar a él, pocas esperanzas quedan.
Tampoco para los refugiados en las criptas. Todos los muertos se levantan, sin excepción. Dentro hay una ratonera y la escena en la que Sansa y Tyrion se dan la mano aceptando su destino es otra de las muchas estampas que se te quedan grabadas.
El tiempo se detiene, y las respiraciones también. Theon se sacrifica después del momento más emotivo y bello del episodio, cuando Bran le da las gracias y le dice que es un hombre bueno. Ya puede morir en paz, no necesita más que eso. Jon está varado por el fuego azul del Dragón y te das cuenta de que ese plano secuencia en el que las cámaras le siguen es otra trampa porque no llegará a tiempo de salvar a su hermano. Yo por un momento pensé o temí que se fuera a arrodillar frente a Bran, pero no. Están frente a frente. La espada congelada está presta a asestar el golpe definitivo.
Y entonces.
Entonces.
Entonces, joder.
Entonces, aparece Arya con el puñal de acero valyrio con el que intentaron asesinar a Bran tras su caída de la torre. Con un movimiento certero, después de que el Rey Pitufo Cabrón la detenga agarrándola del cuello y su primer intento de apuñarle, deja caer la daga a la otra mano, que estaba debajo y pum. En todo el centro. A tomar por culo. Exhalación, pero de júbilo, de rabia, de haber derrotado a la impotencia que sientes durante todo el metraje del episodio.
En fin. Mítico, épico, cojonudo, los epítetos se quedan cortos. Queda por cruzar dedos por Fantasma, que el pobrecito iba con los Dothraki y parece que ha sido sacrificado por unos productores que no han sabido lidiar con los Huargo, y parece que los otros personajes que estaban rodeados han sobrevivido. Y ahora queda Cersei, la vencedora de esta colosal batalla. Podemos volver a respirar, pero por poco tiempo, volvemos a la lucha por el Trono de Hierro, en lo que ha sido el paréntesis o la elipsis más larga de la narrativa.
De hecho, creo que con el tiempo se va a convertir en el mayor y más histórico Macguffin de la historia, incluyendo al propio Hitchcock, y que nos podría llevar incluso a otra consideración simbólica: los White Walkers pueden representar en realidad el azote de la peste medieval, ese implacable avance de la Muerte desde que en el episodio 1 aparecieran.
Cualquier cosa puede suceder, pero al menos Dany vive y como mínimo se merece un matrimonio de igual a igual con Jon para liderar su derecho al Trono. O su derecho a romper la rueda.
De hecho, creo que con el tiempo se va a convertir en el mayor y más histórico Macguffin de la historia, incluyendo al propio Hitchcock, y que nos podría llevar incluso a otra consideración simbólica: los White Walkers pueden representar en realidad el azote de la peste medieval, ese implacable avance de la Muerte desde que en el episodio 1 aparecieran.
Cualquier cosa puede suceder, pero al menos Dany vive y como mínimo se merece un matrimonio de igual a igual con Jon para liderar su derecho al Trono. O su derecho a romper la rueda.
Viva Game of Thrones.
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