(HBO. 8 episodios: 08/07/18 - 26/08/18) |
Contiene spoilers
Creo que la serie del verano ha sido sin lugar a dudas Heridas abiertas, aunque solo sea por el impacto de su final (aviso de lo importante que es no parar después de los títulos de crédito). Bajo premisas bastante frecuentadas (asesinato de un par de niñas en la América profunda, en este caso un pueblo llamado Wind Gap, y una protagonista, una periodista de no mucho éxito, con bastantes problemas, problemas agravados al regresar a su pueblo natal e irse bajo el lujoso techo de su madre (de momento no colocaremos epítetos).
De ritmo lento, es la típica serie a la que muchos aburrirá, deseosos de ver cómo la trama criminal avanza. Pero eso durante muchos momentos es lo de menos. Hay que ver los desarrollos personales de esa complicada (siendo suaves) relación madre - hija.
Camille Preaker (fabulosa la productora Amy Adams, muy creíble en todo momento) escribe en el cuarto periódico más importante de Chicago (o St. Louis, ahora dudo) y su carrera aún no ha despegado, pese al apoyo y la amistad del jefe, Frank (Miguel Sandoval es el típico secundario que siempre cumple). El último encargo que le hace le llevará su lugar de origen, pese a las reticencias de Camille.
Pronto veremos por qué. Un solo nombre pesa más que el lastre de una ciudad sin demasiado horizonte. El de Adora Crellin (no menos fabulosa que la protagonista está Patricia Clarkson), su madre, una mujer que vive del reconocimiento ajeno, de las apariencias, de un sentimiento clasista sureño, además de un perpetuo y cacareado sentimiento de luto, ya que perdió a una hija hace años, Marian Crellin (Lulu Wilson aparece más bien en flashbacks o en forma de semi fantasma.
Esta mujer no siente mucho apego por Camille, su hija más díscola e independiente. Nada que ver con la pequeña, Amma Crellin (culmina la trilogía femenina la no menos fabulosa Eliza Scanlen), aunque cualquier persona normal diría que la culpa es de esa madre tan absorbente y maniática (se quita pestañas en un tic asqueroso). Uno de los momentos más duros vistos en la tele ocurre cuando le suelta, en medio de uno de esos ataques de ternura, a Camille que nunca la ha querido.
Normal que a Camille le dé por la botella (bourbon preferentemente). O que esté tan tocada que tenga que tatuarse la piel con nombres por medio de una aguja y que haya tenido que estar ingresada en un centro de salud mental. Las taras provocadas por un amor maternal de ese calibre tiene que ser incalculable.
Por eso no extraña que la dulce, educada y respetuosa Amma tenga otra cara bien distinta cuando sale de la mansión. Se quita los algodonados vestidos y se enfunda unos pantalones vaqueros cortos y unos patines, y se vuelve deslenguada y procaz. Muestra un interés poco menos que enfermizo por su hermana(stra) mayor, que la lleva a putearla cuando le viene en gana y, en general, hace lo que le da la gana con sus dos amiguitas patineras, las muy secundarias Kelsey (Violet Brinson) y Jodes (April Brinson).
Puede que debieran hacer más caso al jefe de policía Bill Vickery (Matt Craven) y tener más cuidado, sobre todo porque no parece avanzar la investigación que parte de un asesinato ya confirmado y de otra niña desaparecida cuando llega Camille. Por eso el jefe tiene como refuerzo al detective Richard Willis (Chris Messina), que cumplirá el precepto de liarse con la periodista.
Lo mejor es la recreación de ese ambiente claustrofóbico, pegajoso, asfixiante, tanto por la humedad que lleva a los policías a emular el perfil más Camachil, como por esa sensación de que todos guardan secretos y mucha mala leche acumulada. Nadie que se quede en Wind Gap puede ser feliz.
Uno de los que parecen guardar más secretos es el refinado y flemático Alan Crellin (Henry Cherny). Solo por el hecho de seguir casado con una mujer como Adora y soportar sus desplantes, sus radicales cambios de humor, y no ponerse de los nervios y seguir jugueteando con su equipo de sonido y su música clásica, le convierte ante mis ojos en el principal sospechoso. Por narices debe de tener ganas de matar a cualquiera que se cruce con tal de ponerle la cara y los ojos de su esposa, con quien no se atreve, claro está.
Menos peligrosa parece Jackie O'Neill (Elizabeth Perkins, la novia que se echa Tom Hanks en Big), salvo para sí misma. Es la versión adulta de Camille en cuanto al alcohol, y parece la única con quien congenia nuestra protagonista pelirroja. Otro con quien empatiza (hacia el final veremos que demasiado) es el principal sospechoso del caso, John Keene (Taylor John Smith), hermano de una de las niñas asesinadas. Sospechoso sobre todo por llorar más de la cuenta... Todo lo contrario que con su novia arpía, Ashley (Madison Davenport).
Del reparto me faltaría mencionar a la adolescente Camille (un calco joven de Amy Adams Sophia Lillis), muy importante porque muy importante es el recurso de los flashbacks, casi siempre introducidos de manera instantánea, a mucha velocidad, a modo de fogonazos casi siempre perturbadores.
Todo, de hecho, parece turbio. Antes de proceder a la resolución del caso criminal, cualquiera de los del pueblo parece capaz, si no de matar a dos niñas, sí de asesinar a cualquiera. La granja de cerdos de la madre podría funcionar como una buena metáfora, así como las grietas del techo de la habitación de Camille o la mansión en miniatura de la aviesa Amma.
En los dos últimos episodios empieza a acelerarse el ritmo, a ocurrir cosas y a golpearte las revelaciones. Descubres qué significa el síndrome de Munchausen por poderes, bastante importante al menos para saber que la muerte de la enfermiza Marian no fue tan natural como parecía, y cuando todo parece resuelto, llega una especie de epílogo ya en St. Louise y la reproducción del suelo de marfil te deja noqueado, como la ya paradigmática frase "No se lo digas a mamá (don't tell mamma)".
Puede que como he leído por ahí sea la típica serie que vaya a menos cuanto más pase el tiempo, alejándose del impacto de las revelaciones finales, pero lo que no le quita nadie es un protagonismo femenino abrumador, con tres mujeres de tres generaciones diferentes que están como mínimo para nominación, llenas sus interpretaciones de matices. Solo por ellas tres esta serie merece la pena.
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Saludos