GLOW. Temporada 2

(Netflix. 10 capítulos: 29/06/2018)
Si la primera temporada de Glow dejaba un buen sabor de boca y se convertía en una apetecible opción para entretenerte durante el verano, en la 2ª temporada la propuesta de la serie da un paso adelante y se convierte en algo más que un producto veraniego. Glow pasa a ser GLOW, con letras mayúsculas. Rimando con wow.

Contiene spoilers

Se pueden entender las dos temporadas como un todo unitario, una historia contada en 20 episodios, de los que la práctica totalidad de los de la primera tanda correspondían con la presentación de los personajes y de ese show televisivo que en principio no parecía tener muchos vuelos, pero que sus integrantes femeninas defienden (y atacan) con uñas y dientes hasta darle una identidad más definida.

Incluso si no hubiese tercera temporada (aunque mimbres tienen para ello), cabría hablar del nudo desde los últimos episodios de la primera hasta el episodio final, que funciona a la perfección como desenlace, un desenlace que deriva hasta Las Vegas, parece que alejado de los focos televisivos. En todo caso, la trama está muy bien construida y delimitada.

El principal punto a favor es haber construido unos personajes con una personalidad tan bien definida, y haber desarrollado entre ellas una camadería entrañable, una amistad que va más allá de las diferencias personales y que convierte en las luchadoras de lucha libre en una piña inseparable que deja momentos emotivos y que acaban derritiendo hasta al más duro, en este caso a un Sam Sylvia que arranca en plan asqueroso, dictatorial, desagradecido e inseguro, y acaba convirtiéndose en el personaje más destacado.

Pocas novedades en el reparto, con una única incorporación: Yolanda (Shakira Barrera), que entra sustituyendo a Cherry (Sydelle Noel aparece también, no la había reconocido calva, en Black Panther), a quien le habían ofrecido un papel protagonista en una serie (pronto se verá que no da para tanto y regresará a Glow). Para algo teníamos un reparto tan extenso y ya conformado. Dentro de este amplio elenco, llama la atención cómo un secundario como el marido, Keith, pasa de ser un vivales que se aprovecha del trabajo de su señora a ser un tipo sensato y solidario.

Tampoco hay novedades en cuanto a los puntos de atención: tenemos en lo más alto a Ruth y su Zoya, además de su intensidad a la hora de aportar ideas, ánimos y entrega. Desde el principio acoge a la nueva e introduce sus virtudes para la lucha libre (el breackcance) y se va con las chicas a un centro comercial para grabar unas tomas a modo de intro que, aunque en un inicio rechaza Sam, luego se introducen en el programa. Por momentos parece que este personaje idealista se llevará una "hostia" de la realidad, pero afortunadamente se salvan las vicisitudes y alcanza el reconocimiento que se merece, sobre todo por parte de sus compañeras, que la arropan en el hospital. Además, inicia una relación sentimental con uno de los cámaras, aunque los espectadores pensamos que acabará con Sam.

Luego vendría Debbie, quien está inmersa en el divorcio de su marido y el amor por su bebé. Sabe moverse con inteligencia para asegurarse un puesto de productora y su status deja de estar a la misma altura que el resto. La última en llegar (o penúltima), la primera en el escalafón. Pasa por momentos difíciles que le llevan a vender todos los muebles de su casa (salvo los del peque) o romperle el tobillo a Ruth, pero por encima de todo te queda la sensación de personaje redondo. Se la odia durante muchos momentos, pero se la perdona porque prevalece su buen fondo.

Bash vendría después del trío protagonista. El niño rico resulta que es otro de los que más se preocupan por las chicas y porque el programa tenga éxito. La pérdida de su mayordomo (primero separación, luego muerte) dan a entender una homosexualidad latente, aunque de momento termina casándose con Rhonda / Britannica para librarla de tener que casarse con Cupcake, un fan acosador que se asoma como única opción para librarse de ser deportada al Reino Unido.

Y luego vendría el resto con más o menos cuota de pantalla: Justine, la adolescente que atormenta a Sam, aunque se hace imprescindible para él (esperemos que su madre recapacite y la deje volver); Carmen, Machu Pichu, que acaba siendo la introductora de técnicas de lucha para todas (y la pagafantas de Bash); Sheila, que va mucho más allá de su extravagante manera de vestirse o disfrazarse y que será la primera en fomentar la unión del grupo; Tammé, la reina de los subsidios, resulta que es madre ejemplar de un chico ejemplar que está en la universidad, y conecta con Debbie; Melanie tiene el momento de gloria escatológica, cuando deciden el día del "folleteo" y ella está con estreñimiento ("tengo tanta mierda dentro que no me va a acabar ninguna polla"); Stacey y Dawn pasarán de ser las abuelas a las gemelas tóxicas pisándole la idea de la transformación de sus personajes a Arthie; una Arthie que se irá enamorando de Yolanda, sobre todo a partir del número de baile; Reggie, la vikinga, será despedida por Sam al defender a Ruth (aunque más tarde readmitida, cuando Sam deja de comportarse como un capullo); o Jenny Chey, que de modista pasará a ser otra de las entusiastas, además de levantarle el chico a Melanie gracias a su chaqueta de la suerte.

Nos encontramos momentos cómicos muy divertidos, como el anuncio de Glow promocionando "buenas prácticas sexuales" entre los adolescentes, el videoclip cuya letra habla de que no secuestres niños o el capítulo dedicado por entero al programa que graban sabiendo que no tienen nada que perder; también momentos más tiernos, como el capítulo de Tammé con su hijo (sorteando, por cierto, la tentación de que él sea un ingrato y un secundario de un solo episodio acaba conquistando al espectador); y la crítica social y la denuncia tampoco faltan, como demuestra el momento "Me too" cuando a Ruth el jefazo de la cadena se la quiere trincar y, al no poder, se venga cambiando de franja horaria el programa; de paso, se denuncia que las primeras en fomentar este sexismo y este abuso son las mujeres, puesto que Debbie le echará en cara que no hubiese sido más accesible con él.

Se entiende la evolución del programa y la implicación con los personajes en la escena en la que Ruth sale del hospital en silla de ruedas escoltada por los tres productores, a cámara lenta, con una canción (no recuerdo tal, pero la banda sonora ochentera también hace las delicias del más nostálgico). 

No le falta nada ni tampoco le sobra a esta segunda temporada y, además, se atisba sobradamente su continuación y su evolución en Las Vegas. Como diría Queen, "The show must go on".

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