(USA Network. 10 capítulos: 11/10/2017 - 13/12/2017) |
No acudía con demasiadas ganas a la tercera temporada después de una agónica y retorcida segunda temporada, pero es cierto que los episodios te atrapan y te piden proseguir otro más, por mucho que sepas que en el fondo da igual lo que cuenten porque te llega la mitad o te enteras a la mitad o algo hará que lo que parece blanco acabará siendo negro. Al menos esta tercera tanda mejora la anterior y la acerca por momentos a situaciones parecidas a las vividas en la primera, la mejor de todas para mi gusto.
Creo que Mr. Robot, pese al elevado número de admiradores entusiastas, podría ser una mejor serie de lo que es si Sam Esmail no se creyese tan genial y se afanase más por la historia que por incorporar algún elemento que se escape a lo habitual o que le de un distintivo diferente. Puede que mi perspectiva sea conservadora, pero puede también que sea una hábil manera de presentarnos una historia llena de agujeros y que nadie se queje de la debilidad del argumento. El exceso de barroquismo o bizarrismo no deja de retratar un simplismo básico tanto en el retrato de caracteres como de la trama principal.
Contiene spoilers
Nos encontramos con una nueva incorporación, la extravagante y arrolladora de Irving (Bobby Cannavale), un personaje que se adapta como anillo al dedo al espíritu general: tiene un innegable carisma, pero realmente está hueco. No sabemos con exactitud quién es, solo que es una especie de solucionador de problemas del Dark Army. Y aplica un método bastante curioso: todo el mundo da por hecho que no se le puede hacer frente y además te suele convencer si tienes algunas dudas. ¿Una especie de metáfora de lo que hace Sam con sus seguidores?
Por lo demás, el recurso más acertado es mantener a Elliot alejado de su otro yo, Mr. Robot. Cuando está el primero, no está el segundo, y viceversa. Ha dado mucho juego esa mezcla de imágenes que confunde a muchos personajes, como Tyrell, que suele ver a Rami Malek, aunque no a Ángela, que no duda en saber cuándo es Elliot y cuándo Christian Slater. Si había dudas, cuando Elliot deja paso a su alter ego ante Krista el espectador un poco más obtuso ve el proceso que se obra.
Al menos así nos aseguramos de que lo que nos cuentan efectivamente está pasando (aunque siempre queda la duda y hasta el final definitivo no sabremos si todo fue un sueño de Elliot Resines), y vemos que mientras Elliot quiere revertir el 5/9, Mr. Robot está empeñado en llevar a cabo la fase 2 del plan. Es decir, que lo que no se nos llegó a mostrar en los diez episodios anteriores, por fin acaece. El ritmo es demasiado peculiar como para no advertir que realmente ocurre poca cosa entre bastidores. Hubiera sido posible quitar mucha paja por medio.
Por ejemplo, en uno de los primeros episodios sabremos qué había pasado realmente con Tyrell, escondido por Irving y protegido por Dark Army. No sería mal recurso si estuviese mejor explicado el enamoramiento casi repentino por su socio, Elliot, a quien tiene que disparar porque él mismo le había dicho que podría ser un impedimento para sus planes. No cuadra demasiado con la devoción por su esposa Joanna, a quien se quitan de en medio con los disparos de su ex amante despechado. Pobre Tyrell, convertido otra vez en un pelele de E Corp, o de Whiterose más bien.
Peor, no obstante, es el tratamiento de Angela. Si en algún momento he tenido la tentación de hablar de evolución en su personaje, había sido un espejismo. No por la deriva a la que sus manipulaciones la están arrastrando, sino porque no han explicado convenientemente cómo Whiterose le lavó el cerebro para creer que las muertes asociadas a la segunda fase son en realidad algo bueno porque pasarán a un mundo mejor, como el que puebla su madre. Si bien hay resquicio para un momento emocionante con Elliot, ambos cada uno a un lado de su puerta, en el último capítulo vuelven a zarandearla e insultan de paso al espectador, ofreciendo la endeble explicación de que Philip Price es su padre biológico. Hubiera tenido su aquel si no se hubiera introducido la escena con calzador en un montaje marca de la casa llevándonos de Elliot y Darlene y su desesperada situación en la casa de campo al palacete del banquero sin escrúpulos.
Sí, los tentáculos de Dark Army son muy alargados, pero ya no es el mismo efecto que en temporadas anteriores. Tanta visibilidad de este grupo mafioso de chinos ha restado su fuerza, y ni el carisma de Whiterose (yo me juego que es bipolar como Elliot, aunque sus dos personalidades no estén tan en disputa como las de Elliot, ejemplificadas en esa absurda escena en la que Elliot se va golpeando de forma salvaje para que Mr. Robot no le aleje de poder evitar la explosión del edificio de E Corp en Nueva York) puede cambiar esto.
Aunque efectista y tramposa, es cierto que el lenguaje visual que se nos ofrece es impactante. Se les ha ido de las manos las implicaciones del hackeo de la temporada 1, pero han ofrecido soluciones muy interesantes, como incluir a Donald Trump y sugerir que su presencia sea propicia para los intereses chinos. Además, los capítulos 5 y 6 son poderososísimos, casi más este último pese a ser el más alabado el quinto por sus planos largos que empiezan con Elliot y luego continúan con Angela (pregunta técnica: no se puede considerar plano secuencia si se produce algún corte, ¿no?), pues no dejan de concretar la amenaza de la fase 2, que al final resulta un ataque masivo contra todas las instalaciones de E Corp, 71 edificios y miles de muertos en total.
Vale lo del toque de queda, vale que se nos muestre una distopía bastante desagradable como consecuencia del ataque en contra del poder bancario, pero no se puede tolerar que haya tanta laguna, tanta dificultad para seguir lo que está pasando más allá de algún trazo grueso.
Al final, con tanto giro abrupto y tanta vuelta de tuerca, acabas quemando personajes, como ha pasado con Angela y como ocurre al final con la agente del FBI Dominique, que descubre tarde que su jefe, Santiago, era un topo de los chinos. En una escena que podría haber sido impactante, la del hachazo de Irving hacia Santiago, queda todo redundante y ni siquiera truculento de lo mal hecho que está el muñeco desfigurado.
Las trampas a las que me refiero se cristalizan en un último e inacabable capítulo, que pasa del clímax al anticlímax en varias ocasiones, como si se tratara de un fallido orgasmo que no acaba por llegar. Leon (no sé si llegué a mencionar a Joey Bada$$ en la reseña de la temporada 2), un personaje muy celebrado por la peña por su afición a la maría y su resolución psicópata para matar (da igual que pueda revolverse contra Elliot, la gente cree que no), que venía de facilitar el asesinato de Mobley y Trenton (desaparecidos también hace mucho, vaya vuelta más desastrosa, sobre todo porque a ellos se les achaca el ataque terrorista, como si fuera cosa iraní), resuelve la situación cargándose a los sicarios chinos. Es decir, matan a todos los personajes que estaban amenazando con matar a los protagonistas (Esmail es la némesis de George RR Martin).
Matan a todo quisqui, menos a quienes tienen que matar. Lo inconcebible es que los que han planeado en teoría el 5/9 que ha abocado a EEUU al colapso no vayan a la cárcel y una distracción tan burda como la iraní sea aceptada como válida. O que Elliot o Darlene sigan vivos a estas alturas. O que Tyrell sea liberado porque haya tratado de avisar del ataque terrorista. O que el chino amante de Whiterose se pegue un tiro. Era imposible que del granero salieran Darlene o Dominique vivas (¿volverán a intentar otro acercamiento romántico entre ellas?). Y es imposible que me convenzan de que deshacer el hackeo, última misión de Elliot, sea viable. ¿Me están contando que todo lo hecho no vale? ¿Volvemos a la casilla de salida, como el epílogo post créditos parece indicar, con la vuelta del lunático Vera a la trama?
En fin, demasiado envoltorio para tan poco caramelo...
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