(BBC. 3 episodios: 01/01/17 - 15/01/17) |
Nadie puede quedar indiferente con esta trepidante serie. Casi siempre instalada en un circense "más difícil todavía", su mayor problema es superarse a sí misma. Veníamos de un especial navideño titulado The abominable bride que era un ejercicio de virtuosismo merecedor de todo tipo de aplausos. Y si bien esta temporada 4 tiene altibajos y no es tan redonda como lo fue la tercera, cuando llega uno de esos giros made in "Sherlock", solo puedes quitarte el sombrero y volver a aplaudir.
En este caso, el mejor capítulo, la obra maestra, es el 2º, The Lying Detective, mientras que el 1, The six Thatchers, y el 3, The final problem, cojean por algún motivo o por otro. Tratar de analizarlos es ardua tarea, pero trataremos de subirnos a la frenética espiral que nos proponen Mark Gatiss (¡el propio Mycroft en persona!) y Stephen Moffat.
El problema de The six Thatchers va más allá de que el caso no tenga demasiada fuerza, ni de que se vuelva al pasado de Mary. El problema es que hay aspectos que no encajan del todo. Antes, por más retorcidos giros que se produjeran, por más alambicadas exageraciones, no cabía sino creértelo, sobre todo porque estabas subido en una especie de tren de alta velocidad que te mantenía entretenido, entusiasmado. Y aquí por momentos está próxima a aburrir. Y lo grave es que no consigue sorprender, y pesa demasiado al final saber que Moriarty está vivo y que la obsesión de Holmes es estéril porque no tiene un rival de su nivel.
Hay momentos muy divertidos como cuando Mary escapa y la encuentran no sé si por Egipto o El Cairo o así, y Mary flipa en colores mientras el otro habla de que incluso la aleatoriedad tiene sus reglas y bla bla bla, para acabar reconociéndole que le había puesto un GPS. O cuando está echándole un sermón a Watson, que no se ve en cámara, y la respuesta de este es arrojarle algo a la cabeza y vemos que es la hija de John.
Sin embargo, el problema viene al final, cuando Mary recibe la bala que iba dirigida a Sherlock. Ese ratito de agónicas últimas palabras de la esposa de Watson inquieren en todo tipo de tópico barato. Queda la impresión de que no han sabido colocar esa muerte para dar el siguiente paso: el rechazo de John hacia su amigo Sherlock, la ruptura de esta pareja casi de hecho. De inmediato el doctor le culpa y, más allá de esos incomprensibles gritos guturales, todo resulta demasiado forzado. Más que Sherlock, eso parece Spiderman, cuando Peter Parker no detiene al criminal de poca monta que luego asesinará a su tío.
De todas maneras, el crédito de esta serie es tan sobrado que no cunde el pánico. Y se recobra la confianza cuando volvemos a las señas de identidad con engaños, trucos, sorpresas y ritmo frenético en The Lying Detective. Vale como ejemplo la secuencia con que se abre, esa carrera desbocada del Aston Martin que interrumpirá la sesión de psicóloga de John Watson (a todo esto, no tuvo continuidad la ilógica visita de Holmes a una psicóloga: ¿sentimiento de culpa? ¿Necesita asistencia? Venga...) y nos deparará la primera carcajada: va en él, sorprendentemente, la señora Hudson.
A pesar de la firme resolución de John de olvidarse de su amigo, parece que hay que intervenir porque se ha enfrentado de manera absurda a un tipo mediático, del que afirma que es un asesino en serie: el repulsivo Culberton Smith (Toby Jones en su línea de secundarios de este tipo). Y por si fuera poco, ha recaído en sus adicciones drogadictas (tiene un laboratorio de meta en la cocina).
La drogadicción (de la que nunca vemos nada aunque se produzca, consiguiendo un parecido efecto a esa ambigüedad en la naturaleza de la relación entre nuestros protagonistas) reduce un poco esa omnipotencia de las facetas deductivas de Holmes y engrandece la peligrosidad de Smith, al menos eso parece, aunque al final la eterna Mary se materializa en otro de esos CD que ha debido de estar grabando "in memoriam" para que Holmes y Watson no rompan su amistad y todo formaba parte del plan suyo para que esto no sucediera.
La escena de la reconciliación es emocionante, pero lo mejor llega en forma de hermana secreta Holmes, Eurus (Sian Brooke), que era la chica del autobús con la que flirtea John, además de la psicóloga y la falsa hija de Smith. Si a eso añadimos escenas en The Final Problem en las que se nos hace ver que gran parte de los planes de Moriarty (lo mejor del episodio es cuando este baja del helicóptero con el I want to break free de Queen) estaban dirigidos por la Holmes psicópata.
Los ingredientes que teníamos, como Eurus en plan supervillana y ese avión en el que están todos dormidos menos una niña que pide ayuda y contacta con Sherlock, se quedan en nada y vamos de más a menos hasta quedar un poco decepcionados con el cierre de una irregular temporada que no deja muy buen sabor de boca.
Sherlock sigue siendo Sherlock y, aunque cada vez más terrenal, nos depara momentos que solo aquí podemos ver. Habrá que esperar a que haya una quinta temporada, visto que ya los guionistas han sido incapaces de incrementar el más difícil todavía, para poner un mejor punto final, que a lo mejor es de lo que debería ir preocupándose por hacer esta maravillosa serie. Las menciones a Irene Adler en los capítulos 2 y 3 y ese final con nuestros protas saliendo precipitadamente de un edificio podrían ser elementos más que suficientes para ello.
Contiene spoilers
El problema de The six Thatchers va más allá de que el caso no tenga demasiada fuerza, ni de que se vuelva al pasado de Mary. El problema es que hay aspectos que no encajan del todo. Antes, por más retorcidos giros que se produjeran, por más alambicadas exageraciones, no cabía sino creértelo, sobre todo porque estabas subido en una especie de tren de alta velocidad que te mantenía entretenido, entusiasmado. Y aquí por momentos está próxima a aburrir. Y lo grave es que no consigue sorprender, y pesa demasiado al final saber que Moriarty está vivo y que la obsesión de Holmes es estéril porque no tiene un rival de su nivel.
Hay momentos muy divertidos como cuando Mary escapa y la encuentran no sé si por Egipto o El Cairo o así, y Mary flipa en colores mientras el otro habla de que incluso la aleatoriedad tiene sus reglas y bla bla bla, para acabar reconociéndole que le había puesto un GPS. O cuando está echándole un sermón a Watson, que no se ve en cámara, y la respuesta de este es arrojarle algo a la cabeza y vemos que es la hija de John.
Sin embargo, el problema viene al final, cuando Mary recibe la bala que iba dirigida a Sherlock. Ese ratito de agónicas últimas palabras de la esposa de Watson inquieren en todo tipo de tópico barato. Queda la impresión de que no han sabido colocar esa muerte para dar el siguiente paso: el rechazo de John hacia su amigo Sherlock, la ruptura de esta pareja casi de hecho. De inmediato el doctor le culpa y, más allá de esos incomprensibles gritos guturales, todo resulta demasiado forzado. Más que Sherlock, eso parece Spiderman, cuando Peter Parker no detiene al criminal de poca monta que luego asesinará a su tío.
De todas maneras, el crédito de esta serie es tan sobrado que no cunde el pánico. Y se recobra la confianza cuando volvemos a las señas de identidad con engaños, trucos, sorpresas y ritmo frenético en The Lying Detective. Vale como ejemplo la secuencia con que se abre, esa carrera desbocada del Aston Martin que interrumpirá la sesión de psicóloga de John Watson (a todo esto, no tuvo continuidad la ilógica visita de Holmes a una psicóloga: ¿sentimiento de culpa? ¿Necesita asistencia? Venga...) y nos deparará la primera carcajada: va en él, sorprendentemente, la señora Hudson.
A pesar de la firme resolución de John de olvidarse de su amigo, parece que hay que intervenir porque se ha enfrentado de manera absurda a un tipo mediático, del que afirma que es un asesino en serie: el repulsivo Culberton Smith (Toby Jones en su línea de secundarios de este tipo). Y por si fuera poco, ha recaído en sus adicciones drogadictas (tiene un laboratorio de meta en la cocina).
La drogadicción (de la que nunca vemos nada aunque se produzca, consiguiendo un parecido efecto a esa ambigüedad en la naturaleza de la relación entre nuestros protagonistas) reduce un poco esa omnipotencia de las facetas deductivas de Holmes y engrandece la peligrosidad de Smith, al menos eso parece, aunque al final la eterna Mary se materializa en otro de esos CD que ha debido de estar grabando "in memoriam" para que Holmes y Watson no rompan su amistad y todo formaba parte del plan suyo para que esto no sucediera.
La escena de la reconciliación es emocionante, pero lo mejor llega en forma de hermana secreta Holmes, Eurus (Sian Brooke), que era la chica del autobús con la que flirtea John, además de la psicóloga y la falsa hija de Smith. Si a eso añadimos escenas en The Final Problem en las que se nos hace ver que gran parte de los planes de Moriarty (lo mejor del episodio es cuando este baja del helicóptero con el I want to break free de Queen) estaban dirigidos por la Holmes psicópata.
Los ingredientes que teníamos, como Eurus en plan supervillana y ese avión en el que están todos dormidos menos una niña que pide ayuda y contacta con Sherlock, se quedan en nada y vamos de más a menos hasta quedar un poco decepcionados con el cierre de una irregular temporada que no deja muy buen sabor de boca.
Sherlock sigue siendo Sherlock y, aunque cada vez más terrenal, nos depara momentos que solo aquí podemos ver. Habrá que esperar a que haya una quinta temporada, visto que ya los guionistas han sido incapaces de incrementar el más difícil todavía, para poner un mejor punto final, que a lo mejor es de lo que debería ir preocupándose por hacer esta maravillosa serie. Las menciones a Irene Adler en los capítulos 2 y 3 y ese final con nuestros protas saliendo precipitadamente de un edificio podrían ser elementos más que suficientes para ello.
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