Black Mirror. Temporada 3

(Netflix. 6 episodios: 21/10/2016)
Si la consecuencia más directa del "traslado" de Black Mirror de la Channel 4 británica a Netflix es americanizar los contenidos y a cambio nos ofrecen el doble de episodios que una temporada normal solía tener, creo que cualquiera hubiera firmado. Pero si luego compruebas que eso no ha pasado y que las señas de identidad de la serie se han mantenido, la pregunta es por qué ese trasvase no se ha producido antes.

La calidad de los seis episodios es muy alta y coincido con las puntuaciones de IMDB al situar solo por debajo del especial de Navidad (será difícil superar la genialidad de ese episodio) algunos de sus capítulos. Aunque hay bastante variedad, las principales señas de identidad de la serie se mantienen: 1) hablarnos de las nuevas tecnologías en un futuro más o menos próximo; 2) hacernos pensar, ponernos en alerta tanto en temas universales como en los derivados del uso (y abuso) de los avances tecnológicos; y 3) mantenernos en tensión, a veces incluso de manera exagerada o sobrecogedora.

Como cada episodio, como siempre, es una historia diferente, vayamos uno a uno por orden de emisión. Y aquí sitúo la alerta:

Contiene spoilers

Nosedive (3.1) nos ha contado la historia más próxima hasta el momento: una red social mediatiza los tratos sociales hasta límites delirantes. Una especie de Facebook o de Tinder con puntuaciones a todas las escalas, en todas las "transacciones" sociales: al comprar un café, al subir una foto, para valorar a un trabajador... Esas puntuaciones, además, resultan fundamentales para acceder a una casa, a un vuelo, a un hotel... Cuanta más puntuación, más ventajas o más facilidades (y viceversa).

Nuestra protagonista, Lacie (Bryce Dallas Howard, que sale en la última de Parque Jurásico, donde por cierto luce mucho más delgada que aquí, lo cual habla de dos cosas: una, que estamos ante una actriz de método, que no duda incluso de moldear su cuerpo por exigencias del papel; y dos, que la serie, y este es uno de sus aciertos, no se vale del hombre o de la mujer prototipos que parecen sacados de portadas de revista), que vendría a ser una ciudadana de clase media normal y corriente, roza el 4,5 y esas pocas décimas que le faltan le darían la posibilidad de irse a vivir a una zona residencial exclusiva, por lo que su contacto más influyente, Naomie (guapísima aunque prototipiquísima Alice Eve), le viene como anillo al dedo cuando le pide ser su dama de honor.

La dinámica de esta red social la pone en evidencia un personaje secundario fundamental en cuanto a que nos explica el absurdo de todo: la conductora de autobús (Cherry JonesTransparent) que recoge a Lacie cuando ya las cosas se han empezado a torcer (pierde un vuelo y con ello los nervios, con lo que la sancionan temporalmente con un punto, algo que condicionará el automóvil eléctrico que le llevará hasta la boda). Todo es una mascarada artificial y superficial, y al final acabas pendiente del móvil para conseguir más estrellas (estrellas, likes..., nos suena bastante, ¿verdad?). 

Hay momentos estupendos, como el discurso que tenía preparado y que ensaya frente a su hermano Ryan (James NortonHappy Valley), él enganchado a los videojuegos en línea; cuando lo recita en la ceremonia, todo se ha dado la vuelta. Y, posteriormente, ese epílogo genial, ya en prisión, cuando le han sacado las lentillas que ayudan a catalogar o etiquetar a las personas con la puntuación de cada persona, que se encara a otro prisionero (Sope Dirisu), y ambos se insultan el uno al otro, cada vez con una sonrisa más evidente en la boca, puesto que por primera vez en mucho tiempo pueden expresar lo que realmente piensan, sin censuras de ningún tipo.

Playtest (3.2) nos vuelve a traer otra historia con un personaje central: Cooper (Wyatt Russell) abandona su casa para viajar por el mundo y acumular experiencias y vivencias. En la penúltima parada antes de regresar y hacer caso de las puntuales llamadas que ignora de su madre, en Londres, después de una exitosa cita con Sonja (Hannah John-Kamen, que ya había salido en el 1.2. y veo en IMDB que saldrá, interpretando al mismo personaje, en el sexto episodio de la cuarta temporada), se queda sin saldo y hace caso a un anuncio de una aplicación que ofrece trabajos esporádicos. Tiene que probar un videojuego, o más bien un nuevo sistema de realidad virtual.

Sonja le insta a recabar información, porque se trata de una empresa importante en el sector, dirigida por el misterioso o reservado genio Shou Saito (Ken Yamamura), y hay mucho secretísimo con una nueva herramienta revolucionaria. Cooper, muy calmado él, muy señor buen rollo, acepta, pero como quien no quiere la cosa, no le da mucha importancia y en todo momento, durante la entrevista con la asistente Katie (Wunmi Mosaku) y después de implantarle una especie de chip que proporciona la capacidad de percibir entidades físicas en tres dimensiones casi como si fueran reales (más tipo videojuego con el ratón que sale de los agujeros). 

El verdadero test, sin embargo, viene en una especie de casa abandonada, donde tendrá que pasar una noche recibiendo sustos de esta realidad virtual, sustos cada vez más sofisticados, en parte porque el sistema se alimenta de los propios miedos, los cuales explota. Desde que Katie le dice a Cooper que cuando quiera pararlo no tiene más que decirlo, sabemos que la cosa se va a poner muy fea y de hecho así es: pasamos de tarántulas a matones en su juventud que le asaltan, a Sonjas falsas que le previenen de los peligros de esa empresa porque hay gente desaparecido, para acabar en una espiral de no saber qué no es real. El final es estupendo, puesto que parece que todo lo sucedido en esa casa duró menos de un segundo, ya que una llamada interfirió con el proceso...

Con Shut and dance (3.3) volvemos a cotas altas de desasosiego. La tensión no para casi en ningún momento para Kenny (Alex Lawther), un muchacho tímido, apocado, que trabaja en una especie de McDonalds. Por eso, cuando el muchacho se desfoga haciéndose una paja delante de su ordenador, que tiene la webcam encendida quizá por un virus que le ha metido su hermana, que le chantajeen con publicarlo a todos sus contactos parece un enorme quebradero de cabeza, y de ahí que obedezca las instrucciones que le llegan al móvil por SMS. 


En principio, parecen recados intrascendentes, como ir a recoger una tarta, o llevarla a una dirección, o acompañar a un hombre que nos suena. Ni más ni menos que Bronn (Jerome Flynn), ahora llamado Hector, que ha estado con una prostituta y por eso le amenazan con decírselo a su mujer y perder a sus hijos. Pasa con todos los personajes que aparecen y que han obedecido las instrucciones recibidas, aunque atracar un banco ya es una escalada importante. Es impactante cuando Kenny se orina mientras amenaza con una pistola para que le den el dinero, y muchos pensamos que una pajilla no parece tan grave en comparación con ir a la cárcel por robo. 


O que esa pelea a muerte con otro hombre ya sí que supera con creces el acto por el que está penando, aunque cuando el otro habla de pornografía infantil, ya la cosa tiene otro cariz, y el espectador deja de apoyar al pobre y atribulado Kenny, el cual guardaba un secreto despreciable, de modo que cuando aparece la imagen del Joker burlesco antes de delatar a todos estos personajes, ya no cuentan con ninguna simpatía.


San Junipero (3.4) quizá sea la joya de la corona, y al mismo tiempo uno de los episodios menos Black Mirror que se recuerden. Y no porque casi en su totalidad esté ambientado en los años 70, con esas chaquetas con hombreras, videojuegos y recreativos o música de la época, sino porque uno de los componentes fundamentales e idiosincrásicos de la serie falta: por más que esperamos el sufrimiento o un final agónico, no llega. De modo que se nos regala una preciosa historia de amor entre Yorkie (Mackenzie Davis) y Kelly (Gubu Mbatha-Raw).


La sensación de descuadre en la primera mitad del capítulo es casi absoluta. Apenas las referencias a aprovechar el tiempo antes de que lleguen las doce, que haya esa periodicidad semanal en esa región costera casi paradisiaca, al lado de la playa, o que Kelly haya llevado muchos años casada con un hombre, nos hacen sospechar. Yorkie no aclara por qué está prometida con un tal Greg, aunque parece evidente su atracción hacia Kelly, que tampoco tarda en demostrarla a esa muchacha que parece amish por su forma de vestir y de actuar. Ella es todo lo contrario: un torbellino ansioso con voracidad por experimentar. 


Después de acostarse, lo típico, Kelly le da esquinazo a Yorkie, pero esta no se da por enterada y la busca. Entonces Wes, otro rollo de la promiscua (parece) Kelly, le dice que pruebe en otra época: los 80, los 90, 2002 (¿por qué solo estas fechas?). Y ahí tenemos a nuestro personaje de semana en semana en el mismo lugar pero en otra época (muy bien el cartelón con los estrenos que dejan ver Scream o Jason Bourne, así como la evolución de los videojuegos, que pasan de Pacman a esa máquina de pasos de baile más moderna, así como con la moda muy bien lograda). 


Bailando precisamente se la vuelve a encontrar, y tras lo que parece la ruptura definitiva, conversan en lo alto de una azotea y se sinceran: una tuvo un accidente de coche a los 21 años tras confesarle a sus retrógrados padres que era lesbiana y la otra estuvo casada 51 años con un hombre con el que tuvo una hija que perdieron a sus 40 años, por lo que él rechazó ir a San Junipero, una especie de programa informático, cerebral, virtual o similar al que se puede acceder en modo visita, durante unas cinco horas, desde el asilo o geriátrico de turno a modo de terapia, o bien ya definitivamente, después de morir, en una especie de vida eterna que sustituye la incertidumbre y la más que posible nada que viene después. 


El episodio está muy bien narrado y desarrollado. Vamos descubriendo lo que pasa poco a poco, la conexión entre las dos chicas es evidente y se demuestra ya en la realidad, cuando una anciana Kelly (Denise Burse) visita a la anciana Yorkie (Annabel Davis), postrada en la cama, y decide casarse con ella para salvar el escollo legal de ir definitivamente a San Junipero. Exceptuando que pueda producir un poco de inquietud que la felicidad dependa de un sistema informático, tener esa opción de inmortalidad parece incluso deseable, y la decisión final de Kelly muy consecuente con su proceder.


Men against fire (3.5) está un peldaño por debajo de toda la temporada y no por el tema que plantea, sino porque es demasiado previsible. Desde la primera vez que oímos el término de cucarachas, nos intuimos lo que sucede y que esa máscara es una especie de filtro interesado. Ni más ni menos que la propaganda o que la publicidad, aunque llevado al extremo, como suele suceder en la serie (hay que añadir que se vislumbra un futuro vagamente apocalíptico, en el que la población civil depende del ejército).


Stripe (Malachi Kirby es quizá el actor de toda la temporada que menos me ha logrado transmitir, ni cuando está mostrando confianza en sí mismo ni cuando todo se tambalea) es un soldado prototípico (de nuevo se hace uso de un actor de color, como muestra de la heterogeneidad característica de Black Mirror), deseoso de entrar en combate y enfrentarse a las cucarachas, que han atacado una población con pinta de estar bastante necesitada. Su compañera, Raiman (Madeline BrewerOITNB), es el ejemplo perfecto de combatiente, en lo que respecta a odio al enemigo, que en este caso es a lo desconocido, una especie de monstruos deformes. 


En la primera misión de Stripe, este mata a dos cucarachas, pero un dispositivo encendido por una cucaracha le empieza a afectar paulatinamente: al principio son pitidos, luego  le perturban esos sueños inducidos a modo de premio (casi siempre sexuales) por parte de los altos mandos, y después también afecta a lo que ve. Y lo que ve es personas normales y corrientes, no monstruos que haya que exterminar. La escena más escalofriante es la que protagoniza con Arquette (¿tiene que ser siempre inquietante Michael Kelly?), una especie de psiquiatra y también enlace con los superiores, que le revela la verdad y luego le ofrece una disyuntiva dolorosa lo mires por donde lo mires.


Y para acabar, volvemos a cotas altas con Hated in the nation (3.6), quizá el episodio con más suspense o intriga al modo clásico (obviando la temática futurista): Karin Parke (me encanta cómo actúa Kelly MacdonaldBoardwalk empire) es una detective un poco hastiada de su trabajo, al cual se dedica casi funcionarialmente. Cuando llega a casa, se pone la televisión y poco más, con lo que su rutina es bastante deprimente.


Llega entonces Blue Colson (Faye Marsay, casi irreconocible para el espectador de Game of Thrones, puesto que quién diría que es the Waif, esa bicha que se las hace pasar putas a Arya, le gana incluso protagonismo a Macdonald), una especie de asistente, proveniente de la brigada informática. Aunque se muestra un poco indiferente, late una cierta tensión sexual entre ellas, o al menos por parte de Karin. Lo que parece en principio una carga para el trabajo, pronto va a ser todo lo contrario, puesto que es un hacha de la parte informática.


El episodio, que dura una hora y media, tiene como varias partes diferenciadas. La presentación es un tanto lenta, hasta que el caso va evolucionando y volviéndose cada vez más interesante. Cuando aparece un segundo asesinato en relación con un hastag #killto (o similar), y están implicadas las abejas robots (creadas porque las abejas estaban en peligro de extinción), incluso una agencia de rango superior se mete en el ajo, con el agente Shaun Li (Benedict WongDr. Strange), a veces más una rémora que una ayuda.


La parte final del episodio es trepidante, que va más allá del cuestionamiento moral que te plantean con los haters anónimos, y la resolución te deja atónito. Si añadimos una estructura temporal que se inicia desde una especie de juicio a Karin, para retroceder en un flashback a los hechos, nos deja un final un tanto cuestionable en cuanto a que cuesta creer que todo ese ataque haya sido obra de una sola persona, tenemos uno de los mejores episodios (y ya es decir) de la temporada, que incluso con el doble de episodios que siempre se antoja corta.


Black Mirror ha vuelto, ¿no te has enterado?

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