Lucifer. Temporada 1

(FOX. 13 episodios: 25/01/16 - 25/04/16)
Anunciada por Antena 3 recientemente, casi de casualidad, entré a ver el tráiler de una serie muy vistosa en lo visual de por sí. (Los Ángeles, fiestas elitistas, gente guapa...) Así me enteré de que la idea de Lucifer está basado en los cómics de Sandman, en los que la Estrella del Alba se toma unas vacaciones en el Infierno para irse a tocar el piano a un local exclusivo de Los Ángeles. De modo que había que darle una oportunidad, claro. No parecía tampoco mala señal que estuviera creada por Tom Kapinos (Californication).

Desde el principio se nota que las pretensiones no son muy excesivas. De hecho, la veo ideal para este periodo vacacional en el que el panorama televisivo está de capa caída. Entretenimiento y, sobre todo, lucimiento de Lucifer Morningstar (estupendo Tom Ellis, el pilar en el que descansa todo, como podía pasar con Ichabod Crane en Sleep Hollow o el actor de Castle), que acapara casi todos los focos de atención y brilla con luz propia con esa mezcla entre picardía, inocencia, ganas de probar cosas nuevas y extrañamiento por algunos acontecimientos inesperados para él.

El contraste entre la entidad semidivina de este personaje y el resto de humanos produce situaciones muy cómicas. Y más cuando Lucifer no esconde quién es, al contrario, lo va cacareando, aunque casi nadie le preste atención o le crea en demasía. Si a eso se le añade que el diablo tiene la cualidad de sonsacar los deseos ocultos de todo el mundo (menos de una persona), obtenemos un personaje que da mucho juego. Por una parte, mira por encima del hombro a todos, pero por otra detesta el papel otorgado por la humanidad hacia sí mismo, al hacerle culpable de todos sus pecados, cuando él tan solo era el castigador.

Su hermano, el ángel Amenadiel (a D. B. Woodside le falta algo de carisma) le reclama (un tanto cansinamente) que vuelva a donde debe estar, y ese componente extraterrenal, toda esa rebeldía del ángel rebelde, esa confrontación con su Padre, añade más alicientes; aunque para aliciente, su compañera de viaje, el demonio custodio que es Mazikeen (Lesley-Ann Brandt: ya decía yo que me sonaba, salía en Spartacus), a quien no le hacen tanta gracia los humanos, y menos ver que su jefe está cambiando tanto. Esta camarera ninja es otra fuente de contrastes acusados que se explotan bastante bien.

Lo peor de la serie es el formato procedimental que adopta. Enseguida Lucifer se ve envuelto en un crimen, que le lleva a conocer a la atractivísima detective Chloe Decker (Lauren German tampoco se caracteriza por su avasallador reclamo de pantalla, por más que sus rasgos faciales la hagan proclive a eso), a quien no le puede sonsacar su deseo más oculto y, además, es la única mujer inmune a sus encantos sexuales. Lo que en principio es una especie de reto, unido a una fuente de aventuras que le entretienen, acabará derivando en una relación más profunda (dentro de lo que cabe...).

Digo que es lo peor porque las investigaciones no son muy allá que digamos, por no hablar de los procedimientos llevados a cabo. Muy superficiales, muy básicas, muy tontorronas, con muy poco rigor. Vale que Luci no haga más que entorpecer, torpedear o boicotear (sin querer) escenas del crimen o interrogatorios, pero las dinámicas policiales parecen poco creíbles, por no decir que bananeras. No ayuda mucho el detective "douche", Dan Spinoza (Kevin Alejandro ya aparecía en True Blood, y sustituyó al efímero Nicholas Gonzalez, sustituido tras el piloto), el ex marido de Chloe, y padre con ella de la pequeña y adorable Trixie (Scarlett Estevez rompe la máxima de niño detestable, aunque tampoco hay que pasarse con ella).

Más juego da la psicóloga Linda Martin (Rachael Harris), que empieza a "tratar" a Lucifer, al principio a cambio de sexo. Este componente terapéutico será otro de los aspectos que lleven a nuestro protagonista a dudar y plantearse su identidad, como si librarse de sus alas no hubiera sido suficiente. Cuanto más se alejan de investigar algún caso e inciden en este tipo de componentes, o los más demiúrgicos, la serie gana (iba a decir vuela, pero tenemos las alas cortadas...).

En fin, más allá de las endebles situaciones policiales (muy previsibles, por otra parte), es interesante el juego entre Lucifer y Chloe, los sentimientos cada vez más humanos que le provoca, por no hablar de una interrupción alarmante de su inmortalidad. En su presencia (pero esto es casi un spoiler que debería haber avisado), pueden herirlo y, claro está, matarlo. El tío tiene carisma y su cinismo exacerbado consigue hacerte reír. 

Simplemente por el planteamiento y por el trabajo de Tom Ellis merece la pena, siempre teniendo en cuenta que es un producto tirando a frívolo si te sobra tiempo seriéfilo y siempre teniendo en cuenta que es para entretener sin más, sin muchas pretensiones más; encima tiene un poderoso cliffhanger en forma de fatal ser fugado del infierno en lo que es un muy buen capítulo final. 

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