(20/06/16) |
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contiene spoilers
Los penúltimos episodios en esta serie siempre son palabras mayores: la decapitación de Ned, la batalla de Blackwater, la Boda Roja, el asalto al Castillo Negro (Castle Black) o la aparición de Drogon para sofocar el levantamiento de las Arpías. Así que con esos precedentes y el título del propio episodio, las expectativas estaban bastante fundadas.
Muchas veces, eso sí, las expectativas son un muro difícil de franquear. En cuántas ocasiones no ha pasado que algo que esperabas con tantas ansias no resulta como habías imaginado y el chasco que te queda parece un agujero negro que todo lo devora... Pero eso, por fortuna, no ocurre en este episodio, por más que el resultado pueda ser o previsible o (por fin) favorable a nuestros protagonistas. Los 25 minutos de cruenta batalla que se nos ha mostrado merecen la pena y mucho. Casi siempre con la cámara instalada sobre Jon Snow, hemos sufrido casi como si estuviéramos al lado de nuestro Comandante. Comandante por fin carismático (casi hasta podemos decir que le ha venido bien morir...).
Antes de profundizar en esa batalla de bastardos, una pequeña sorpresa ha sido iniciar en Meereen, porque parecía que sería un episodio monotemático. Los esclavistas están muy equivocados cuando inician el parlamento para la rendición. No se han enterado muy bien que quien pone los términos es la Madre de los Dragones. Daenerys invoca a Drogon (Dracarys) y por si fuera poco se une a ellos los otros dos hermanitos, Viseryon y Rhaegal, y el ejército dothraki, con lo que es cierto y no una bravata aquello de que su reinado acaba de empezar.
En la siguiente escena que vemos, ya más calmada, después de haber sofocado el asedio a la Bahía de los Esclavos (Slaver's Bay), después de derrocar a las Arpías y después de haber hecho transmitir el mensaje de quién manda ante el único de los amos que dejan con vida, se personan los Greyjoy huidos ante Daenerys y Tyrion. Aunque este inicia el parlamento reticente ante la crueldad pretérita de Theon, pronto Yara atrae la atención de Khaleesi. No sólo por ser mujer y pretender alcanzar un trono como ella, que también, sino porque le recuerda que comparten aspectos tan intrínsecos y distintivos como unos padres calamitosos. Daenerys deja una de esas frases que la postulan como una líder cualificada: “We’re going to leave the world better than we found it”.
De modo que yo secundo tu petición al trono de Hierro si tú me das tus 100 barcos, pero ojo: dependerás de mí y tendrás que olvidarte de saquear, robar y violar. Y se estrechan la mano o algo parecido ante la indicación aprobadora de Tyrion, que antes le había recordado a la Targaryen que no apoyaba la idea de aplastar sin más Yunkai y Astapor para no parecerse a su padre Aerys (¿será casual esta mención, o la tenemos que relacionar con una de las visiones de Bran, con el fuego valyrio verdeando lo que parecía King's Landing?)...
Y llegamos al lío ("Cuate, aquí hay tomate"...). Todo se inicia con un parlamento entre los protagonistas, los bastardos que dan nombre a la ya célebre batalla. Jon propone un combate singular para ahorrar bajas, pero Ramsay Bolton se escuda en su superioridad numérica para rechazarlo, además de recordarle su condición de bastardo y provocarlo (aunque luego Jon sea el que se jacte de haber intentado molestarle: mucho más tenían que haberle replicado). Viene a decirle que no se va a arriesgar a perder contra uno de los más afamados combatientes de los Siete Reinos (Seven Kingdoms). Incluso aquí Sansa se posiciona como un personaje decisivo. Primero poniendo la última palabra al recordarle que va a morir mañana, y después con Jon, tras quejarse de que no la haya escuchado en su plan para el día siguiente, al que le suelta una frase lapidaria: “You can’t protect me. No one can protect anyone”.
Aún en los prolegómenos, vemos las distintas maneras de afrontar la batalla (con el permanente miedo de que el cabrón de Ramsay no tenga preparada una trampa de las suyas): Tormund beber y emborracharse, Davos pasear para alejarse lo suficiente como para irse por la pata abajo y Jon visitar a Melisandre y pedirle que si se muere no le resucite de nuevo, algo que la bruja pelirroja, muy alicaída y sin apenas confianza y seguridad en sí misma, no le puede conceder porque está más allá de su incumbencia. Ante todo está el Dios de la Luz. Davos, por cierto, encuentra una figura de un venado, probablemente de Shireen, quemada por la locura del rey al que siguió anteriormente. Como bien le recuerda Tormund, ahora siguen a alguien que no lo es (rey).
Siguen a alguien que no duda en espolear su caballo para intentar salvar a su hermano Rickon, víctima de la enésima muestra de sadismo de este sonriente y diabólico personaje. Como era de esperar, no llega a tiempo y una saeta alcanza el pecho del pequeño Stark justo antes de hacerlo él. Y cae en la trampa del bastardo porque se abalanza él solo frente al ejército contrario, que a la orden del pérfido Bolton, arremete contra su adversario. Por suerte Davos reacciona a tiempo y pide a sus tropas que auxilien a su comandante. En lo que son unos segundos angustiosos, en los que Jon se da cuenta de su error pero desenvaina Garra y se apresta con valentía a morir matando, tenemos la primera muestra de lo que vendrá.
No será la única vez que temamos por la vida de Jon. Con la cámara casi fija en él, cada vez más ensangrentado y sucio, más heroico y pundonoroso, el contraste con su enemigo es aplastante: mientras uno da la cara y estremece con su dolor por la pérdida de un hermano y la rabia por la injusticia haciéndole olvidar su situación de inferioridad, el otro, desde lejos, amparado en la distancia como los verdaderos generales en las guerras verdaderas, manda lanzar flechas y matar indiscriminadamente, como si estuviera jugando con la Playstation desde el sofá de su casa. Nuestras tropas caen en el juego que había propuesto Ramsay y quedan arrinconados por todos los lados, tanto por los escudos Bolton, como por la montaña de cadáveres y heridos a sus espaldas y los traidores Umbers.
Llega el derrumbamiento. Jon cae y los Salvajes tratan de huir a la desesperada, pisando, aplastando, avasallando. Jon se asfixia. No puede respirar, no puede salir de la montonera, nadie puede verle. La cámara oscila entre la decreciente luz y los superiores momentos de oscuridad, el sonido de la respiración de Jon ahogándose es claustrofóbica y por momentos irremediable, de modo que cuando logra sacar la cabeza, el alivio es doble, porque en ese momento aparecen los estandartes azules de los Arryn, que arremeten contra los ahora enclenques Bolton, como pasara con las huestes de Stannis contra las de Mance. Vemos a Meñique al lado de Sansa y seguramente la jugada suya fue la de enviar a Brienne a por Blackfish, y el cuervo que se vio a lord Baelish.
Ramsay intenta escapar y encerrarse en Winterfell, pero el gigante Wun Wun arrambla con la puerta en su último aliento de (heroica) vida. Ahora sí que te acepto el combate singular, le dice casi con guasa el psicópata, aunque mejor que espada está mi puño, viene a contestarle Jon, y le propina una buena tunda que todos los espectadores agradecemos. Al ver a Sansa, gentilmente detiene su furia y se lo cede.
Si bien la agónica muerte de Joffrey nos supo a poco, Sansa ahora no puede elegir mejor para darle su merecido: atado en la perrera de sus leales perros, hambrientos tras siete días sin comer como había recordado antes de la batalla el propio Ramsay, el primer bocado de uno de sus sabuesos no puede sino dirigirse a esa parte del cuerpo más icónica suya: adiós sonrisa, adiós al bastardo que más honor hacía al significado peyorativo de esa palabra. Mientras, Sansa es capaz de mantener la mirada, satisfecha, al festín de las bestias, como había sido capaz de comprender que Rickon estaba muerto de antemano, y puede que incluso hubiera sido capaz de sacrificar a Jon con tal de mantener el as bajo la manga de los refuerzos desde el Valle.
Grande Jon, grande Sansa, grande Iwan Rheon al caracterizar así a Ramsay, grandes Tormund (por un momento pensaba que Smalljon Umber se lo cargaba) y Davos, grandes todos los que han participado en uno de los mejores capítulos de esta excelsa serie (de momento puntuado con un 10 en IMDB tras 27.863 votos). Ya nos queda nada más que un episodio, que puede que alterne entre King's Landing y, quizá, tal vez, Bran y los White Walkers, y que puede que corone esta sexta temporada en cotas altísimas tras el ligero bajón entre los episodios 6 y 8.
Comentarios
Elvira, nunca te haria daño, tu venganza seria terrorifica ;)
Saludos
Elvira, como te han dicho mejor no cabrearte, jajaja. Y Anónimo, más saludos para ti ;)