House of Cards. Temporada 4

(Netflix. 13 episodios: 04/03/16)
Lo de Netflix empieza a ser un problema serio. No, no me gusta nada eso de que te planten los 13 episodios de una tacada. Porque autogestionarse es complicado, y encontrarte con que tienes toda la serie a tu alcance y que dependes de tus propios ritmos para ver los episodios requiere de una madurez que los espectadores (al menos algunos) no tenemos. Siempre hay alguien que los ve de una sentada por el mero hecho de ser el primero o para librarse del reinado del terror de los spoilers. Malditos tiempos modernos, en los que por tardar más de un mes para ver House of Cards entras en la categoría de los retardados.

Y si la temporada es tan excelsa como esta maravillosa cuarta, cuesta aún más trabajo limitarte a un par de episodios por día en el mejor de los casos, sobre todo a partir del acelerón dramático del episodio 4. Los nudos de tensión son tan asombrosos y tu fuerza de voluntad tan limitada, que el estrés por conseguir los subtítulos lo antes posible es el menor de tus problemas.

Qué par de personajes Francis y Claire Underwood. A ellos los arropa una producción impecable, sustentada en una cabecera reconocible, elegante y emblemática, claro, y una nómina de actores que nos introduce de lleno en un mundo repleto de posibilidades tan reales que asustan. Aunque lo que más me asusta es preferir a un presidente tan corrupto y tan implacable como Francis antes que cualquiera de los que tenemos en nuestro país. Si la corrupción es atesorar poder a toda costa y no engrosar cuentas bancarias en paraísos fiscales, y si la inteligencia es la medida de una presidencia, bienvenida sea. Nada de "muchas tardes y buenas gracias". El fin justifica los medios.

Contiene spoilers

La 4ª temporada tiene una estructura muy bien delineada. Uno de los principales problemas de la 3ª era que resultaba un tanto árida y compleja de seguir con esa confluencia de alianzas y de estrategias. Y aunque en ningún momento se puede hablar de que sea sencillo porque las tramas se entremezclan, la primera parte está centrada en la batalla campal entre Francis y Claire. Más allá de dilucidar quién de los dos es más terrible, lo que no cabe duda es que se debilitan. Dumbar tiene sus opciones y las alambicadas jugadas que se deparan entre los consortes resultan demoledoras, pero a ambos les socava el distanciamiento, que llega a su culminación cuando Claire le pide el divorcio a Francis.

Llegamos al cuarto episodio y el trágico personaje de Lucas, que había tenido su  cuota de protagonismo desde la dura escena en la que ayuda a un preso a masturbarse haciéndole un relato subido de tono (1ª escena de la temporada) y que había tratado de convencer a Dumbar para derrocar a los Underwood, adquiere un súbito y fatal protagonismo atentando, desesperado, contra la vida de Francis. En esa impactante escena perdemos al periodista y también al guardaespaldas, Meechum, que justo antes había protagonizado una escena de camadería con Francis, al pintarle este el contorno de su mano debajo de un cuadro. Robin Wright se doctora como directora en un episodio memorable. Y House of Cards da una lección de cómo imbricar tramas que parecían enterradas en temporadas pasadas.

El vicepresidente Donald toma el mando ante la incertidumbre de si Francis sobrevivirá al atentado en lo que sería el segundo bloque. Su hígado queda muy dañado y requiere de un trasplante. Las escenas oníricas en sus delirios dejan en nada la fantasía del inicio en la que estampaba a Claire contra un espejo y la intentaba matar (aunque incluso ahí era significativo que acabase herido él). Volvemos a ver a Zoe y a Russo en una sugerente y perturbadora escena que nos demuestra que la conciencia de Francis está sumida en un pozo muy oscuro. Mientras, Claire no pierde ripio y manipula a su antojo a Donald, consiguiendo hacer su voluntad con la crisis con Rusia en la breve aparición de Petrov, que no consigue sacar tajada de la debilidad del VP gracias a la mano de hierro de Claire.

Cuando Francis se repone, entierra el hacha de guerra. Al borde de la muerte, hay un motivo que no es el amor ni el cariño que ha de anteponerse a cualquier otro aspecto: la alianza entre los Underwood es demasiado prolífica como para echarla a perder. Francis cede a las ambiciones de su esposa y trazan un plan para alzarla como Vicepresidenta, mientras se quitan de en medio a Dumbar y en su horizonte para seguir en la Casa Blanca solo se interpone el rival republicano, Will Comway (estupendo e irreconocible Joel Kinnaman si has visto The Killing), aunque antes se confabulan contra Cathy Durant por medio de la modalidad de las convenciones abiertas.

Muchos son los frentes abiertos, por lo que el éxito no suele ser completo. Los Comway, con una fantástica Hannah (enamorado desde ya de Dominique McElligott y su acentazo inglés) como esposa ideal, y una familia ideal, que hacen del Instagram un mecanismo más para hacer campaña y vender su juventud y su modelo familiar, son duros de pelar, una versión moderna de los Underwood, aunque estos piensen que no están dispuestos a todo como ellos. Pese al zarpazo de Will durante la reunión que mantiene con Francis para tratar los problemas que ocasiona el grupo terrorista OCI (trasunto de ISIS, hay referencias al conflicto de Siria), parece que los Underwood son capaces de salir indemnes ante cualquier problema.

Porque los problemas se les acumulan. Paralelamente a cuanto sucede de cara a las elecciones, el periodista Tom Hammerschmidt decide proseguir la investigación de Lucas y recaba información y declaraciones de personajes como el ex presidente Garret Walker, el "freelance" Remy Denton o la congresista Jackie Sharp. El único que no declara en su contra (y no por falta de ganas) es Freddy, el ex cocinero de costillas y ahora jardinero, que le dedica un motherfucker de lo más destemplado y más desahogado, y le pega una paliza a Tom porque él no es un chivato.

Y terminamos este "tour de force" con el último bloque, en el que secuestran a tres norteamericanos y piden liberar al líder de la OCI y que el interlocutor sea Comway, con lo que se abre una interesante convivencia en la Casa Blanca entre los Underwood y los Comway, con una frase demoledora de Claire contestando a Hannah ("¿Y tú no te arrepientes de haberlos tenido [los hijos]?", en respuesta a la inoportuna pregunta de mi adorada inglesa. 

Algunos focos interesantes y novedosos son la turbulenta relación entre Claire y su madre, Elizabeth Hale (excelente interpretación la de Ellen Burstyn) o el tema del control y la manipulación de datos a través de nuestros hábitos informáticos, por medio de la asesora que se busca Claire, Leann Harvey (hacía mucho que no veía a Neve Campbell en pantalla y está estupenda, aunque su papel se hace más irrelevante a medida que transcurren los episodios), que le presenta al excéntrico Aidan MacAllan (Damian Young). Es como cuando buscas un libro en Google y al día siguiente te plantan en la publicidad de Internet libros como los que has buscado. Inquietante.

Y nos queda hablar de personajes como Dougperro faldero de Francis, que con Laura Moretti (Wendy Moniz), la mujer del transplante de hígado al presidente (para lo cual, cómo no, vuelven a prevaricar), parece revivir su tortuoso romance con Rachel, aunque todo en él resulta tortuoso, incluso cuando le da por plantarle un vaso para ahogar a Seth. O de Thomas, el escritor que reaparece y engrosa las filas de los Underwood preparando discursos, sobre todo para Claire; la escena con la que termina uno de los últimos capítulos, en la cocina desayunando con Francis y Claire, es una de las más impactantes. 


Por no hablar de las frases que Francis suelta como perlas, casi siempre las que nos dirige confidencialmente a sus espectadores, sus abnegados cómplices. Tipo "Sé lo que están pensando: sigo odiando a los niños"; o "The only problem with common sense is that it's so... common"

En fin, que da igual que no sepamos quién vaya a ganar las elecciones. Los últimos minutos del último episodio parecen sacados de una película de terror en la que se confabulan los Underwood no ya para sembrar el caos y salir de lo que parece un callejón sin salida, con la noticia de Tom ya publicada y el secuestro en punto muerto, sino declarando la guerra a quien haga falta. Si hay que morir, morirán matando. Qué final más apabullante: "We make the terror", y no sólo ya nos mira Francis, sino también Claire, rompiendo con la cuarta pared por primera vez, porque ellos ya son indivisibles. Y temibles. Los putos amos. Viva House of Cards.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Tus reseñas son siempre muy buenas, no me había fijado en alguno de los detalles que menciona.
¡Enhorabuena!