(Cinemax. 10 episodios: 16/10/15 - 18/12/15) |
Contiene spoilers
He dejado pasar unos minutos después de terminar esta extraordinaria segunda temporada para no dejarme influir por la adrenalina (doble acepción) a tope. Y pasado ese tiempo prudencial, puedo afirmar que esta serie está muy por encima de la consideración o la invisibilidad con la que se encuentra. No entiendo cómo pasa tan desapercibida, cuando estamos ante una de las mejores series no de la actualidad, sino de todos los tiempos. En mi particular y subjetivo ranking (hay grandes series que aún no he visto), sin duda estaríamos hablando de Game of Thrones por lo que significa esta superproducción televisiva y todo su alcance mediático (aparte de su calidad técnica y su complejidad guionística), Breaking Bad (no hace falta que justifique esta elección) o Mad Men.
Soderbergh ha construido una obra maestra que aúna el clasicismo de contar una historia de hospitales y hacerlo desde la perspectiva histórica de inicios del siglo XX, con la modernidad de esos personajes que parecen tan anacrónicos (empezando por el doctor Algernon Edwards y el componente racial asociado a él; siguiendo por la fantástica y nada inocente Lucy Elkins; y acabando, claro está, con el genio de John W. Thackeray) y son tan poderosos, por no hablar de la maravillosa música electrónica que ha pergeñado el ya para mí maravilloso Cliff Martínez.
Pocas veces te encuentras con diez capítulos de una maestría indudable. No sólo por esa cuidada producción que nos lleva al Nueva York de 1900, ni por esas tramas corales tan conectadas pese a mostrarse fragmentariamente, sino también por el aspecto técnico de dejarnos deslumbrados con planos desenfocados, encuadres que encierran un virtuosismo evidente incluso para profanos en el tema como yo, y un magnetismo asociado sin duda al ambiente hipnótico que la banda sonara le confiere.
El icónico doctor Thackeray (estupendísimo Clive Owen, merecedor no sólo a cualquier nominación a premio grande, sino directamente ganador a él; por cierto, en un tráiler lo oí en su doblaje al español y parecía un prepotente estúpido sin más, nada que ver con su peculiar voz en versión original) arrasa con la mera visión de sus botines blancos. Este carismático hombre es un genio desmedido que lo mismo improvisa una operación de nariz con unos pendientes o le salva la vida a un paciente con el cable de un teléfono, como se destruye la vida por su adicción a la cocaína. Su asidero, Abigail Alford (Jennifer Ferrin), constituye ese punto de equilibrio dentro de su tendencia a lo desmesurado, por lo que cuando sorpresivamente le deja (he leído que no es un suicidio como parece, sino simplemente una mala reacción al éter, algo que se deja caer en el último episodio), todos tememos cuál será la reacción de este hombre. Este hombre entregado a su profesión, adelantado a su tiempo y capaz de cualquier aberración fuera de su campo de trabajo. Simplemente esta serie merecería la pena por él.
Los personajes evolucionan de un modo inusitado en cualquier otra serie: por ejemplo, Algie (André Holland), al que en la temporada pasada le caracterizaba, aparte de ser un cirujano casi a la altura de Thackeray, su relación con Cornelia; en cambio, en esta, de repente aparece su no mencionada esposa (creo), Opal (Zaraah Abrahams), y resulta que tiene un orgullo inherente de su propia raza, y es estimulante cuando parecía destinada a ser un grano en el culo; y desde el principio le aparece un problema en su ojo que parece descartarlo de la sala de operaciones.
Lucy (I love Eve Hewson) muta en un demonio con cara de ángel. Es capaz de parecer contrita y arrepentida cuando aparece en escena su vociferante, autoritario y locuaz padre, A.D. Elkins (Stephen Spinella) y a la vez todo lo contrario en la última escena que comparten (brutal, por otra parte). Maneja a su antojo a Henry Robertson con el fin de escalar socialmente y muestra sin tapujos ni problemas de moral todo lo que "aprendió" sexualmente con Thackeray, lejos de mostrarse como una ex abandonada y vapuleada.
Otro de los personajes más importantes y que revelan la grandeza de esta serie es el despreciable Herman Barrow (Jeremy Bobb), el arribista usurero y ladrón que conecta sucesos de 1900 con la actualidad más rabiosa, al menos en España, con toda esa cizaña para robar fondos. Su crueldad parece no tener límites, o eso al menos le demuestra a su señora esposa Effie cuando le comunica con toda la frialdad posible que la va a abandonar y se va a ir a vivir con su amante, Junia, prostituta para más señas.
Compite a cara de perro con Everett Gallinger (Eric Johnson) en lo que respecta a personaje más odioso. Y es que el bueno de este doctor que sí, salva a Thack sacándole de su miseria en el sanatorio donde le "curaban" su adicción administrándole más drogas, nos imbuye en el tema de la eugenesia y además jode reiterada y alevosamente al bueno (o no tan bueno, pero vaya, en comparación) de Algie. Por no hablar de cómo devuelve a su tocada y perturbadora esposa Eleanor (Maya Kazan) y la cambia por su hermanita Dorothy.
Seguimos con más protagonistas y esa vertiginosa evolución, venga: Bertie (Michael Angarano), el personaje más adorable y con menos tachas, deja el hospital para irse con Zinberg (Michael Nathanson) y después volver, cambia de enamorada y una secundaria como la judía y periodista Genevieve se muestra con personalidad pese a no aparecer mucho; Cornelia (Juliet Rylance) saca a la luz el escabroso asunto de los sobornos, tan en relación con una epidemia y el asesinato de Jacob Speight, al margen de zozobrar en su matrimonio por su esencia de mujer autosuficiente, tan en contraste con los tejemanejes de Hobart Showalter, padre de su esposo, Phillip; el capitán August Robertson (Granger Hines), padre de Cornelia y de Henry (Charles Aitken, al que se le intuía un fondo oscuro, pero no tanto...), el filántropo que pone en pie el hospital y el proyecto de traslado a una mejor zona, tiene su cuota de protagonismo en el magnífico penúltimo episodio; Harriet (Cara Seymour) y Tom Cleary (Chris Sullivan) conforman la extraña pareja que, tras superar todo el embrollo de los abortos, se dedican a ser los precursores del imperio de los preservativos, y nos deparará el fornido conductor de ambulancias una de las sorpresas del capítulo final...
No sé cómo Soderbergh consigue levantar este monumento con tantos y prolijos cimientos, pero lo cierto es que si hubiera que establecer un símil, habría que hablar de una sinfonía. El penúltimo episodio, Do you remember moon flower?, que empieza y acaba con un flashback, sería el mejor ejemplo. Por no hablar de escenas impactantes como alguna trepanación de cerebros, la autooperación que se infringe Thack con su intestino por fuera frente a la concurrencia, o el incendio que parece desatascarlo todo. Ojalá que haya una tercera temporada, y ojalá que se le dé mayor relevancia a una serie que lo tiene TODO.
Comentarios
La verdad es que han invisibilizado esta serie al maximo.
Saludos!
¡Gracias por tu comentario!
Saludos y feliz Navidad