(Showtime. 12 episodios: 14/07/14 - 28/09/14) |
He ido posponiendo el visionado de la segunda temporada de Ray Donovan bastante tiempo, lo reconozco. La 1ª temporada me pareció correcta, pero sin terminar de explotar, algo parecido a lo que me sucede con Boardwalk Empire, pero sin tanto aburrimiento (lo cual se debe a que veo episodios de Pascuas a Ramos y no tengo continuidad). Mucha sofisticación, una factura estupenda, actores como la copa de un pino, pero. Pero algo me fallaba.
Y resulta que la segunda temporada, sin ser totalmente redonda, mejora en bastantes aspectos a la primera. Posiblemente caiga en golpes de efectos no demasiado creíbles como en la tanda de los 12 primeros episodios, pero a pesar de eso me parece más verosímil. Ray es el eje central, un personaje rudo y carismático, viril y magnético, atormentado y con dificultades para expresar sus emociones. Un reloj en su trabajo, un desastre en su vida personal. Estupendos sus subordinados Avy y Lena, como en la primera temporada. Más a contrapié quedan Ezra, al igual que el rollo con Ashley (a Ambyr Childers le pasa como a Kaley Cuoco, cómo pierde con pelo corto), un poco en segundo plano; no termina de arrancar ni con ese gurú de la autoayuda que es Steve Knight (Eion Bailey), un capullo con la violencia a flor de piel. Todo sigue raydonovanizado, y sin embargo esa polarización o esa descompensación no afecta a los personajes secundarios. Todo lo contrario:
Mickey sigue siendo la mosca cojonera, la mayor pesadilla de Ray. Creo que, como dice el póster de la entrada, en general es un tío calmado, algo imprescindible para hacer su trabajo de "desfacedor" de entuertos de la gente con pasta de Los Angeles. Pero es aparecer en escena su padre y descontrolarse: bebe más de la cuenta, no piensa en las consecuencias de sus impulsos (que no son otros que pegarle), se desquicia. Normal. Sería complicado ver que es un pobre hombre, sin mucha suerte en la vida, más descarado que valiente, con poca vida interior, desconfiado, hecho a sí mismo sin referentes positivos a los que agarrarse, con una dualidad que le lleva desde aferrarse a tener pasta para sus comportamientos hedonistas, a impulsos más generosos como preocuparse (a su manera, y con consecuencias casi nunca muy positivas) de su familia. Por momentos, da bastante penilla, y más cuando su amor de toda la vida, Claudette, definitivamente le vuelve la espalda.
Relacionados con Mickey, me gustaría destacar a Shorty (estupendísimo Steph DuVall, yo le hubiera nominado a mejor secundario), un ex convicto que vive en la puerta de enfrente cuando Ray arregla que Ronald Keith, un ludópata y casi despreciable funcionario de prisiones (el encargado de la libertad provisional o algo así, muy bien interpretado por Wendell Pierce) le vigile. Enfermo casi terminal, pero de carácter afable y generoso, es casi un contrapunto de Mickey, y quien le anima a atracar una tienda de marihuana de estas legalizadas. Eso sí, lo peor para mi gusto de la temporada tiene que ver con Mickey, con esas alucinaciones o paranoias con el delfín del primer episodio y el caballo del último, a través de los que oye a Rosana Arquette, a la que se cargó Sully sin comerlo ni beberlo.
Terry tiene menos peso en estos episodios, pero se trata de un personaje que engancha al ser casi la parábola de lo que es no ser Ray: normal, tirando a humilde y honrado, con una clara dificultad para expresar sus sentimientos (algo que no impide que recupere a Frances). Cuanto más quiere independizarse de las turbiedades de su hermano, más le cuesta. Su paso por la cárcel puede resultar una losa para sus propósitos de no depender de Ray.
Bunchy, ahora más reformado, sin la atosigante y perniciosa influencia de su padre, ha dejado de beber y de drogarse. Vulnerable e indeciso, es no obstante bastante fuerte al asistir a reuniones de hombres que han sufrido abusos por curas. Da mucha pena que su historia con Patty (Heather McComb) y su hijo no salga bien. El actor que da vida a este personaje está estupendo. Daryll, el mestizo, gana en protagonismo, aunque sólo sea porque trata de ganarse el cariño de su padre, pensando que si cuenta con él podrá llegarle más, pese a más varapalos y decepciones que se lleve (como cuando le regala su coche a Conor).
De la familia directa de Ray, me gusta mucho el personaje de Abby. Tonta, frívola y hueca, trata de hacerse un hueco pese a sus inseguridades y su escasa capacitación. Sabe que depende por completo de su marido, pero está harta de sus infidelidades y de que no cuente con ella. De ahí que sea un personaje diferente, que casi mueve a la compasión, y cuyos escarceos pseudoamorosos ("Creo que estoy enamorada de ti", sería la frase perfecta para definirla) y sexuales con el detective Jim (no sé si le falta carisma a Brian Geraghty o si es que el personaje tenía que ser tan plano).
Bridge, aunque inmersa en la trama del asesinato de su novio Marvin Gaye y su protector, no termina de cuajar. No resulta insoportable pese a su adolescencia, pero tampoco nos roba el corazón o nos marcan sus apariciones. Tampoco el mocoso consentido de Conor, que va creciendo y en cambio no madurando, cómo hacerlo si le dan todo hecho y encima le muestran sus padres comportamientos egoístas, y su familia es un caos. Si hubiera que predecir su futuro, no pintaría nada halagüeño (Bridge al menos tiene más cabeza).
Los, llamémosle antagonistas, podrían ser Cookie Brown (Omar J. Dorsey), el hipócrita y execrable productor de rap (cuya muerte habla muy poco de la consistencia del guión de turno, parecía mucho más poderoso de lo que luego demuestra) y el jefazo del FBI, Ed Cohran (Hank Azaria), cuyas turbiedades sexuales empañan lo que parece ser un hombre modélico.
Y dejo para el final lo que para mi gusto ha sido lo mejor de la temporada, la periodista Kate McPherson (Vinessa Shaw, guapísima), que llega desde Boston para trastocar la existencia de Ray. El choque entre sus objetivos profesionales y la tensión sexual que se suscita con Ray hace que el propio Ray quiera desistir de su negocio. Por lo que la abrupta resolución que se impone hace que la tercera temporada casi parta de cero, ya que arrambla con todos los poderes que le constreñían, ya sea FBI o el propio Ezra, a quienes deja a los pies de los caballos. Otro punto a favor para no dejar tanto tiempo para ver los capítulos siguientes.
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