True detective. Temporada 1

(HBO. 8 episodios: 13/01/14 - 10/03/14)
Han pasado varios días desde que terminó el acontecimiento televisivo del año, el mejor estreno de 2014, la serie que, con una sola temporada, se ha encumbrado a los altares de las grandes. Y conforme pasa el tiempo, no cabe duda de que los ocho capítulos de esta serie son de lo mejorcito que se ha visto nunca. La calidad a todos los niveles es impecable: a nivel de guion, de factura audiovisual, de personajes, de música... Ver True Detective una sola vez se me antoja escaso. La complejidad es tal (algunos diálogos son apoeteósicos), es algo tan diferente (no se trata de resolver un caso, se trata de hablar sobre la condición humana a través de dos hombres imperfectos), que no puede acabar en un solo visionado.

Vale que el ritmo inicial es un demasiado pausado y vale que es la típica serie que como se vea con algo de cansancio te deja KO, pero aun así sabes que es de las que merecen la pena. Más vale verla en dos días que dejarla. Empieza a coger velocidad y luego resulta imparable.

Como era de esperar, los elogios se los ha llevado en cascada Matthew McConaughey (joder qué apellido tiene el tío...) porque su Rust Cohle es un personaje icónico. A la exuberancia física de este heredero directo de Marlon Brando, se añaden unos rasgos fascinantes, como esa inteligencia hiperdesarrollada que deriva en un nihilismo demoledor. Es un tipo tan intimidante que no cae bien, que despierta recelos. Y encima él no hace nada por hacer amigos porque es un sufridor, ha perdido una hija, se la sudan los demás porque le basta con hacer bien su trabajo. Si encima se acompaña de un libro donde registra todo lo que ve en sus investigaciones, bebe en exceso y tiene visiones a causa de su paso por Narcóticos durante demasiado tiempo, no sé qué le falta para ser más complejo. Bueno, sí, el giro que da al final, ese final que es el más esperanzador visto y oído en mucho tiempo.

Eso sí, Rust sin Marty Hart se quedaría cojo. Me ha gustado esa comparación que lo alejaba de Watson porque se trata de un contrapunto fascinante (en serializados). Muchos nos podríamos identificar más con el personaje de Woody Harrelson que con el del apellido ininteligible, y no por ser un mentiroso incorregible o un marido infiel, ni tampoco porque en el presente exhibe una bien alimentada barriga cervecera, sino porque la suya es una inteligencia más accesible. No se trata de ningún estúpido, pero no atesora lecturas de todo tipo ni colecciona frases de manual que te aplastan como a un mosquito; es igual de honesto que su compañero pero sí está pendiente de caer bien, de mejorar su posición, y sus imperfecciones le definen. Le envidiamos, eso sí, por sus conquistas: aparte de su mujer, quitan el hipo sus amantes: Lisa (Alexandra Daddario) y Beth (Lili Simmons). Como muy acertadamente comentan en El Cadillac Negro en su estupenda reseña, ¿cómo lo hace Marty?

Rust y Marty son mucho más juntos que por separado y eso lo vemos gracias a la genial estructura narrativa en la que les vemos durante tres distintos momentos temporales: 1995, 2002 y el presente, 2012. Gracias a las entrevistas que cada uno está manteniendo con dos polis (Gilbough y Papania), nos ponen al día no sólo del caso de las desapariciones y los asesinatos de Louisiana (otro personaje más, otro acierto más, su lúgubre ambientación por lo árido, lo casposo), sino de sus avatares como compañeros y amigos. Cuando parece que será insalvable su distancia después de la pelea derivada por la jugada de Maggie (estupenda también Michelle Monaghan), queda una notable sensación de desvalimiento flotando en el ambiente. 

Por cierto, que el ritmo de la serie es uno de los aspectos que más me fascinan: tres primeros episodios a modo de introducción, algo estáticos; un cuarto que es un punto de inflexión a raíz del famoso plano secuencia del final (Ese plano, ESE plano); para volver a dar un vuelco cuando los protas se cansan del interrogatorio y dejan plantados a los polis, y pasar así a otro ritmo totalmente diferente, ya centrado en el presente; es como entrar de lleno en una serie nueva, como si no hubiese forma de que los ocho capítulos se quedasen como algo acartonado o rígido: la serie respira con voluntad propia al margen de esquematismos rígidos.

La música también me ha enganchado por completo: raro es el episodio que no acabe con una canción hipnótica. Mi Shazam ha echado chispas por culpa de la BSO, empezando por la canción de esa magistral cabecera tan sugerente:


Y, en fin, a pesar de que roza lo pretencioso en algunos momentos y es tan densa la serie como sus referencias literarias y filosóficas, algo tan bien hecho no puede dejar de verse y disfrutarse. Ha levantado elogios y comentarios a cascadas, y pronto veremos que también casi todos los premios televisivos. Como ejemplo de los ríos de tinta que ha propiciado para alabar a Pizzolatto (el guionista) y Fukunaga (director), aparte de los enlaces antes referidos, puedes ampliar en estos otros: el de Quinta temporada, el artículo de Icon o el de El País. Y para acabar, no estará mal que te quites la tontería con el Asesino en serie, genial en su comentario de que nos ponemos a los pies de esta serie, pero no para olérselos. Aquí he leído que la segunda temporada será independiente a Rust y Marty, así que habrá que despedirse de ellos viéndolos, como dije antes, otra vez. Mientras escucharemos a Grinderman, otro de los hallazgos que ha traído esta serie.

Comentarios

Manuel Rebollar Barro ha dicho que…
Muy de acuerdo contigo, mi querido bibliotecario, pero reconozco que me he sentido un poco decepcionado por ese final que tú calificas como esperanzador yo lo veo como demasiado "paulocoelhista" e incoherente. La figura de Rust se sostiene gracias a la profundidad de pensamiento que muestra en todas y cada una de sus apariciones, esa búsqueda de quién es y de qué es este mundo y esas respuestas encontradas que le han servido como modelo de vida no pueden resquebrajarse por una experiencia cercana a la muerte. Es un sinsentido. Su cinismo y su nihilismo están más que integrados en su ser, proporcionándole su avanzar y su estabilidad como para que ahora la sensación de su hija y de su padre esperándole en esa especie de magma que se abrió en la casa del "rey amarillo" le dé una nueva forma de vivir. Lo de la luz y la oscuridad es muy pueril para un tipo tan profundo y complejo que, además, está más que acostumbrado a situaciones extraordinarias y extrasensitivas (las drogas, su sinestesia, su actitud...).
No sé, es una lástima, porque la serie tiene muchos atractivos: el ritmo, el verde, la humanidad de los personajes por encima de los asesinatos de los rituales (me ha gustado mucho cómo se resolvía el caso, sin muchas alharacas, directo y al grano), el uso del tempo... Pero el final, ay, el final (me ha recordado a Contact, aquella pretenciosa película de Jody Foster y ese final a su búsqueda, tan decepcionante como este), te deja sensaciones demasiado dispares como para olvidarlo, sobre todo porque era innecesario.

Saludos y muchas gracias, salao cenicientero
Juliiiii ha dicho que…
Me ha encantado tu reseña, don Manuel. Yo creo que ha sido un caso de exceso de expectativas en tu caso, de todas maneras.
Un abrazo, que espero poder darte pronto en persona.