(296 páginas. 21,90€. Año de edición: 2007) |
Si puedes llegar a pensar que un cómic que representa a los judíos en forma de ratones y a los nazis en forma de gatos no puede resultar demasiado serio, sin duda no te has pasado por las páginas de esta original obra que sigue un marchamo personal muy acusado, pues casi a la par de la tremenda historia (como todas las que tratan sobre el holocausto judío), importa casi tanto la relación padre-hijo, en lo que puede ser el rasgo de estilo más acusado, al margen de repartir caretas según haya judíos, alemanes o polacos (cerdos).
Dividida en dos partes (Mi padre sangra historia y Aquí comienzan mis problemas), abarca desde mediados de la década de 1930 hasta 1944, todo ello desde la perspectiva de un hijo que quiere plasmar en un cómic las peripecias de sus padres para dar su propio punto de vista sobre un tema desgraciadamente universal. La 1ª parte es como el punto de arranque (con 6 libros; en ella se observa el creciente clima bélico y la antipatía que deviene en violencia contra los judíos); la 2ª tiene cinco libros y ya se desencadena el horror y el campo de concentración es el elemento central.
El blanco y negro y el dibujo casi áspero es casi una adecuación a lo tratado y esa manera de no glorificar a los protagonistas es uno de los principales aciertos: un Vladek heroico, incansable e imaginativo, sí, pero a la vez tacaño, irascible y racista; una Maja sufridora, culta y paciente, pero desequilibrada y tendente al suicidio a causa de ser depresiva; el propio Art, poco comprensivo y muy duro y cruel a veces con su padre, en lo que puede ser una de las escenas más destacadas, se muestra a sí mismo en el estudio, bloqueado por el éxito de la primera parte y las dudas de si estar haciendo negocio con un tema tan delicado no es moralmente discutible.
Me parece una obra muy apropiada, por ejemplo, para acercar el tema a los adolescentes por la inmediatez que tienen las imágenes y la parábola encubierta en forma de animales, aunque, ni qué decir tiene, se trata de una obra pensada y dirigida para los adultos (y de ahí los saltos cronológicos, las reflexiones metaliterarias, algunas fotografías de Vladek intercalando ese relato...). Tampoco cabe duda de que es un excelente libro, merecedor de su Premio Pulitzer.
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