(FX. 13 episodios: 11/07/13 - 03/10/13) |
Contiene spoilers
Allá por mediados de julio, reseñé el estreno de The bridge, una serie que parecía no seguir los moldes establecidos para el verano, pues a pesar de ser del género policial, su ritmo más bien lento y su carácter más bien reflexivo poco se podría vincular al verano, salvo que estaba ambientado en el desierto de El Paso y su frontera con Ciudad Juárez. Una buena pareja de protagonistas, un caso que parecía interesante y una estructura coral eran algunos de sus ingredientes para que resultara algo así como la redención para The killing por aquello de que se buscaba resolver un crimen y se nos aportaba esa narrativa caleidoscópica. Sin embargo, The bridge no ha colmado mis expectativas y no sabría decir cuál de las dos es peor.
¿Por qué creo que The bridge ha resultado fallida? Primero de todo, porque los 13 episodios se antojan demasiados, y más cuando el caso se resuelve en el 11. No se entiende bien que David Tate (Eric Lange, no demasiado creíble por momentos, como esa ridícula escena a cámara lenta en la que gritaba al ver a su esposa e hijo aplastados en su coche) sea un psicópata alejado del manual de los asesinos en serie: una experiencia traumática desencadena su delirante proceso de venganza y resulta que el caso con el que arrancaba la serie, un par de cuerpos juntados en la frontera entre México y EEUU, que en realidad era una gotita dentro de unos cuantos asesinatos más, no formaban parte del discurso central de la serie. Menos aún se entiende que sobren dos capítulos. Puede que haya sido algo deliberado, pero refleja algo así como un fallo estructural, al ser incapaces los guionistas de mantener el pulso al caso con el que arrancaban.
Segundo, las historias secundarias (o subhistorias, pues cada vez pesaban menos) se han ido desinflando por momentos, además de distanciarse del suceso del puente. Pronto veíamos que Charlotte Millwright (Annabeth Gish cumple el trámite y poco más) iba aceptando que su marido guardaba una sorpresa en forma de túnel en su finca, pasaba por una fase un tanto necesitada en lo sexual y llamaba al irrelevante e irritante Ray (pobre Brian Van Holt, pocos personajes más tontos habremos visto en televisión, además de darnos la escena chorra del año, la del sexo oral con la sin par Graciela (Alma Martínez), otro personaje estrambótico de los que tanto han abundado aquí). El arco argumental de esta madurita interesante le lleva a asesinar a sangre fría a un compañero de Ray y acaba buscando asociarse con el sicario Fausto Galván (tampoco muy afortunado Ramón Franco, con esa caracterización de indigente cutre y casposo con gorrita y puro). Y nos queda el bueno y fiel de César (Alejandro Patino), que tampoco aporta demasiado salvo alguna que otra mala interpretación.
Si Charlotte resulta un fracaso, qué decir de Daniel Frye (el histriónico y exagerado Matthew Lillard), el periodista adicto a todo lo que encuentra a su paso, quien era el medio por el cual el asesino contactaba. Creo que los guionistas lo debieron de odiar y de ahí la escena en el puente y sus posteriores apariciones desvencijado en silla de ruedas. Si a alguien le parece convincente la vinculación con David Tate y el flashback con su compañero de juergas, el hijo de no sé quién, que levante la mano. Y que la otra mano la levante si a alguien ha convencido Emily Ríos como Adriana, la lesbiana compañera de Frye.
Pero no acabamos ahí, nos queda el bueno de Steven Linder (¿Thomas M. Wright hablará en su vida real sin mover la boca?). Y digo bueno porque el que parecía el principal sospechoso se dedica a salvar mujeres mexicanas llevándolas a una especie de rancho solidario. De todas estas historias paralelas, la suya es la más gilipollesca, como gilipollescas son las trazas de este patillero que sonroja cada vez que abre (perdón, mueve) la boca. Y encima es quien abre la segunda trama con la desaparición de su prometida no-prometida Eva. Prescindible de cabo a rabo el personaje y todo lo que conlleva.
Pasamos al tercer punto por el cual creo que esta serie es un bluff: los secundarios. No sé si calificarlos de ridículos o de fantoches. Por ejemplo, el bigotudo vaquero Tim Cooper (Johhny Dowers), que no se sabe para qué está allí; el mismo teniente Hank Wade (Ted Levine) era motivo de irrisión cada vez que salía con una camisa florida o quería emular a Linder hablando sin desencajar la mandíbula, aunque a él le salvaba su proteccionismo con Sonya; el amiguito (con sorpresa) de la mujer de Marco, el mosquita muerta Kenetth Hastings, que reservaba su sonrisa de doble fondo para el final; la propia Alma Ruiz (Catalina Sandino Moreno), sobre todo por la manera en que se la pulen tras la resolución del caso, además de que el momento granada fue uno de los más gatilleros planes que se recuerdan de un loco aparentemente genial; y me queda Gustavo Ruiz (me temo que Carlos Pratt nunca ganará un Oscar), el hijo de Marco colado por Sonya y que a medida que gana en protagonismo se gana su final por resultar un cansino llorón.
Creo que son motivos suficientes como para echarte para atrás. No remontan eso ni la más guapa de Troya ni el revolucionario cubano más barbudo de la historia en sus mejores tiempos. Aunque lo cierto es que la puntúan con más de un 7 tanto en IMDb como en Spoiler TV, así que se me habrá atravesado a mí y lo mismo esta serie hispano anglosajona no te disgusta tanto como a mí.
Comentarios
Con respecto a lo que discrepamos, la primera temporada me gustó en casi todos sus aspectos salvo el final en el que no cerraron el caso Rosie Larson. Y la 2ª temporada fue todo un despropósito que me hizo no atender la 3ª.