(160 páginas. 15,95€. Año de edición: 2009) |
"Nada termina nunca. Y menos Watchmen", repite el autor dos veces, al principio y para rubricar el final, después de un profundo análisis del cómic de Alan Moore, de sus antecedentes y de lo que vino después. Durante nueve capítulos se nos indican claves, casualidades, aciertos y algún que otro error en esta obra magna del cómic y, como se intenta demostrar, de la literatura.
Lo más significativo, quizá, es ver que la concepción de la obra aúna parte de preconcebido y parte de azaroso, en tanto y cuanto que se fue escribiendo sobre la marcha. O ver que hay que atribuir méritos casi a partes iguales entre Alan Moore y el dibujante, Dave Gibbons. Otra de las tesis del ensayo y con la que es fácil posicionarnos es que el cómic-book ha sido, desde su aparición allá a mediados de los años 80, un clásico. Más discutible es la atribución al sexo como uno de los motores básicos de la obra, con un excesivo empeño de buscar homosexualidades latentes a muchos de los encapuchados.
"Watchmen es un tebeo de paradojas y la más grande de todas ellas es que no sabemos a ciencia cierta si condenar o no a quien parece ser su gran villano". Si a reflexiones similares a estas añadimos unas interesantes ilustraciones, tanto bocetos como fragmentos de Watchmen como otros cómics que se mencionan, tenemos una lectura más que recomendable después de la lectura del susodicho tebeo.
Incluso te quedas con ganas de más profundización y un análisis más pormenorizado número a número hasta destripar los doce ejemplares que conforman la serie, pero tampoco hay que ser obsesivos e irse despidiendo de los personajes... Lo peor del libro, con diferencia, son los varios errores sintácticos de varios párrafos que dificultan en ocasiones la lectura.
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