Las antiparras del poeta burlón. José María Merino. Siruela (Las tres edades)

(128 páginas. 16,95€. Año de edición: 2010)
«¿Cómo empezaste a escribir?», le pregunta un joven periodista a un conocido poeta. Esta inocente pregunta despertará en él los recuerdos juveniles más íntimos: le traerá a la memoria la etapa escolar –en la que vivía fascinado por la figura del poeta Francisco de Quevedo, deslumbrado por el ingenio de sus poemas satíricos, en los que ridiculizaba a medio mundo– y cómo, influido por sus lecturas quevedescas, se convirtió, a escondidas, en autor anónimo de versos en los que se burlaba sin piedad de sus profesores y compañeros de clase.
Extraña la forma de este libro (dividido en tres partes), una especie de entrevista de un periodista a un escritor, José Luis Maroto (que a todas luces, pese a que diga en la 3ª parte que se trata de un amigo suyo, parece trasunto del propio Merino), quien a través de su padre profesa una gran admiración por Quevedo

En una visita a la presunta cárcel donde estuvo encerrado el poeta, el Convento de San Marcos, se encuentra unas antiparras (anteojos, quevedos) oxidadas y le da por figurarse que fueron del propio Quevedo. Al ponérselas siente la necesidad (sin duda influenciado por la admiración creciente por él) de satirizar a profesores y compañeros, a modo de homenaje a Quevedo y al Siglo de Oro, aunque cada vez su empeño lo realiza con creciente mala uva, algo de lo que luego se arrepentirá. 

La historia principal, pues, no es sino la respuesta al periodista acerca de sus comienzos en la literatura. Me queda entonces la duda de si sería un libro apropiado o digerible para 3º de la ESO. Tiene la virtud de dar a conocer a Quevedo (al final aparecen los poemas suyos por completo y explicados por el propio autor), pero al carecer de una trama tipificada, de una acción más marcada, puede resultar contraproducente. 

Eso sí, estamos hablando de un libro muy bien editado (tapa dura, ilustraciones, espacio y márgenes suficientes), por no hablar de que la prosa de Merino sin duda merece la pena y es otro motivo más para darle una oportunidad como lectura para clase. Tal vez una lectura colectiva, con explicaciones incluidas sobre la marcha, podría ser la solución, favorecida además por la reducida extensión de la novela.

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