La casa de papel. Temporada 3

(Netflix. 8 capítulos: 19/07/2019)
Contiene spoilers

En verano muchas veces, sobre todo debido a esos calores que aplanan y que impiden ponerte en funcionamiento las largas y plomizas tardes bajo el aire acondicionado, le das segundas oportunidades a series que habías abandonado. Algo que yo había hecho con La casa de papel, a cuya segunda parte no terminé de engancharme, pese a que la primera parte no me había disgustado.

Por lo visto cerraron bastante bien el atraco a la Casa de la Moneda y por tanto, el asalto a Netflix tenía el peligro de que su segunda parte (las temporadas están siempre a la mitad) no rindiera de la forma esperada. Y si es cierto que por momentos resulta algo repetitiva, uno de los méritos de la nueva temporada es que cumple, y bastante bien, con lo que promete: un nuevo atraco perfecto.

Esta vez el objetivo es el mismísimo Banco de España, en concreto, sus lingotes de oro. Pero lo mejor es el porqué de este atraco, y la motivación fundamental es que hay que salvar a Río, capturado en una paradisiaca isla del Caribe a los tres días de que Tokio le abandonase porque quería jarana y se aburría allí.

A lo mejor eres un espectador que detesta a estos dos personajes (o a sus actores que los interpretan o malinterpretan, porque ellos confunden exageración e histrionismo con saber actuar bien, o al menos esas parecen las directrices de su director) y no pasas de este primer episodio porque te recuerda lo que te cargan estos jóvenes actores que no pueden pronunciar peor y resultar más cargantes. Pero en el caso que lo superes, luego llega lo mejor:

Y no. No es esa voz en off de la misma Tokio, sino el ritmo frenético en el que te envuelven para ver a la vez el atraco perfecto y su propia preparación, con diversos flashbacks en los que el mismísimo Berlín aparece, puesto que él es el cerebro esta vez. Esa confluencia de planos temporales, muy bien insertados, es la clave para el dinamismo de la temporada. También ayuda, y mucho, que el metraje de cada episodio haya reducido su duración (en torno a los 50 minutos, salvo el primero y el último, creo). Por favor, ficciones españolas (estoy viendo Señoras del Hampa y en el tercer episodio está muerta), olvidaos de rellenar los huecos para completar ese extraño Prime Time que inicia desde las once de la noche hasta la una o las dos, casi ninguna serie que no sea El Ministerio del Tiempo aguanta eso.

La casa de papel es óptima para rellenar esos huecos veraniegos, como digo. Tiene sus defectos, casi los mismos de la primera parte (los ya dichos o la utilización un tanto forzada de canciones que, en general, son muy buenas), pero ha potenciado sus virtudes, como por ejemplo la producción. La factura es una pasada, con planos aéreos de Madrid que son una pasada para mostrarnos el zepelín con el que arrojan 140 millones de euros, o en las escenas de acción, sobre todo las del último episodio.

No falta el sentido del humor, sobre todo por medio del personaje más cómico, Arturito, ahora un vendehumos de libros de autoayuda exagerando su heroísmo en el atraco anterior (para mí representa esa faceta de los políticos que obtienen votos a pesar de que prometen desmantelar Madrides Centrales o desdeñan que han reducido la deuda que sus antecesores le brindaron: el sentido común te dice que habría que ignorarlos, pero tienen su público) ni, para quienes gusten de ello, los momentos emotivos: que si el hijo de Denver y Mónica, ahora Estocolmo (muy bueno); que si que la banda se reúna y se decida a jugarse el pellejo por Río; que si Nairobi enamorada de Helsinki a pesar de que sus tendencias sexuales son otras; que si el cerebro en la sombra, el Profesor, ahora va acompañado de la antes conocida como inspectora Raquel Murillo, ahora Lisboa, ignorando la regla principal de los atracos, que es nada de mochilas sentimentales...

Si para alguien un tanto tibio en cuanto a considerar esta serie como una de las mejores producciones si no europeas, sí al menos españolas, ha obtenido bastante entretenimiento, imagino que los más fans tendrán una absoluta inmersión a lo largo de estos ocho episodios, bebidos sin casi respirar, cada cual con sus favoritos. Entre ellos, será raro que alguno de los fichajes para la "banda" (así se hacen llamar, no podían haber elegido otro nombre) figure entre los que más gustan:

Palermo (Rodrigo de la Serna), amigo íntimo de Berlín, sucesor de hecho dentro del edificio de sus tendencias un tanto sanguinarias y resolutivas, se muestra demasiado prepotente y provocador como para convocar adeptos; Bogotá (Hovik Keuchkerian, que pese al apellido domina a la perfección el español y no hay traducción simultánea ni mucho menos), encargado de abrir la cerradura incluso con el agua de las esclusas inundando la sala, tiene un par de cortes y poco más; y Marsella (Luka Peros) es todavía más secundario, le vemos figurar pero hasta casi el final no tiene líneas, un poco como el inexplicable caso de Belén Cuesta, cuya cara vemos en un par de planos entre los rehenes aunque no haga nada más (es de suponer que le darán más relevancia en la segunda parte). Al menos Marsella es defensor de los animales y tiene a Sofía, una hurón con mucho protagonismo al final.

En el otro bando, nos quedan los que relevan al coronel Prieto, hundido tras el fracaso del anterior atraco: el coronel Tamayo (Fernando Cayo, que abusa de la madre que parió a Panete o Paneque) y, sobre todo, la manipuladora y despiadada detective Alicia Sierra (Najwa Nimri no me gusta nada, empezando por su rasposa voz, pero hay que reconocer que es una dura antagonista), alguien que por fin responde con contundencia al Profesor y sus taimadas estrategias.

Dejamos el final por todo lo alto, con una Nairobi (muy forzada su bandera del matriarcado) herida grave tras otra jugarreta de Sierra, con el Profesor convencido de que han asesinado a Raquel y le dice a Palermo que están en una situación de guerra, y con el primer movimiento de la banda que provoca un daño real, alejándose de su posición de Robin Hood, que ha conciliado muchas filias entre la población, ya que piensan que son un grupo antisistema que solo busca justicia (porque con Río han incumplido todos los tratados internacionales). 

Poca profundización en los personajes porque ya están analizados en las dos partes anteriores a cambio de un objetivo fundamental: ¿la banda tendrá éxito?, ¿conseguirán sacar el oro y escapar de nuevo?, ¿lo harán con alguna baja, o saldrán indemnes? La respuesta, dentro de unos meses...

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