Crear hoy la escuela del mañana. Richard Gerver. SM

(176 páginas. 17,10€. Año de edición: 2018)

¿Hay algo mejor que te regalen un libro? Si viene como agradecimiento después de dar una pequeña ponencia de lo que estás trabajando en tu centro educativo, sin duda. Así que lo primero de todo es darle las gracias a los miembros del IES Josefina Aldecoa.

El tema no puede ser más interesante, pues está centrado en la transformación educativa, como señala desde el prólogo sir Ken Robinson, especialista en la materia, que incide en temas muy afines a nosotros (me daré un poco de publicidad mencionando el blog en el que volcamos nuestras actividades en el CEIPSO Miguel de Cervantes): el desafío debido al que se enfrentan los modelos educativos dominantes para tratar el crecimiento poblacional y la tensión que produce en los recursos naturales de la tierra.

Sin duda, estos modelos no pueden vincularse con las pruebas externas pretendidamente objetivas que nacen asociadas en mayor o medida a estudios tan famosos como PISA (o nuestro conato -afortunadamente desactivado de momento- de reválidas como mecanismo para titular) y que dan bastante la espalda a la era tecnológica e interconectada en la que las nuevas generaciones se encuentran.

El mismo Robinson (al que había leído y casi no me acordaba: es el autor de El elemento) nos adelanta que el libro se compone de dos partes: la primera serviría de introducción o de posicionamiento personal en el campo educativo, con una visión bastante pormenorizada de la situación actual, y la segunda describe la experiencia que vivió el autor al frente de una escuela en decadencia en Inglaterra, la Escuela de Primaria Grange, con la que revolucionó el centro llegando a conseguir el aplauso internacional.

Me hubiera gustado que la segunda parte fuera todavía más práctica o que explicara con ejemplos y de manera más exhaustiva cuál fue la metodología emprendida y se nota (bastante además) un par de datos contextuales que nos alejan un tanto del punto de vista de Gerver: los datos son de hace unos diez años (quizá hoy el análisis hubiera sido más preocupante, sobre todo en relación con lo que mencionaba Ken Robinson de la sostenibilidad. Y que menciona en todo momento la situación educativa en Inglaterra, que no tiene demasiado que ver con la española (entre otras cosas porque aquí no tenemos una ley de consenso desde..., creo que no llega mi recuerdo a saber desde cuándo).

Desde la introducción (y hasta el epílogo) nos damos cuenta de que el autor sabe hacer llegar su mensaje (se nota lo que dice la solapa de que es un reconocido ponente), ese optimismo que le hace ser un buen maestro, o querer serlo al menos. El ejemplo del chaval que le vende perritos ejemplifica a la perfección hacia dónde ha derivado el modelo del sistema. Menciona el miedo al cambio como uno de los motivos de que aún permanezcamos anclados a modelos educativos del siglo XIX y nos analiza la estructura del libro.

La parte 1 ("El desafío") está dividida a su vez en once capítulos. Mi lado crítico me lleva a no ver demasiado pertinentes las citas que abren cada uno de ellos (sobre todo las que no se sabe por qué llevan un tipo de tipografía diferente si pertenecen al mismo autor) y mi lado más vago me incita a la pereza ante lo que considero tanto preámbulo o tanta generalización, incluso tanto dato numérico (porcentajes e incluso bibliografía).

Me interesa por otra parte la mayoría de lo que se menciona: la necesidad del cambio (inevitable en la vida, y más en la educación), aprovechar el potencial de nuestros alumnos (muy hábil el autor al contraponer el término genérico de "los chavales de ahora", a menudo utilizado de manera despectiva, con el ejemplo concreto de su propia hija: ahora el desprecio se imposibilita), lograr que la escuela importe (¿para qué creen que sirve la escuela?, llega a buscar el autor para saber lo que piensan los chavales al respecto; apunta una clave: conseguir la creación de una marca para la escuela para llegar mejor a nuestros consumidores, el propio alumnado, quien debería desear la obtención del producto que le ofrecemos).

Otros aspectos me parecen demasiado manidos o tópicos: lo positivo del fracaso (en cuyo capítulo aparece, creo, por primera vez un término de los más repetidos: 'resiliencia', "estar preparado y dispuesto y ser capaz de centrarse en el aprendizaje") o asegurarnos de que el centro son nuestros chicos (algo en principio obvio pero que obvian otros principales agentes del marco educativo, y no me refiero a los políticos, sino también (p/m)adres y profesores).

Otros capítulos entrañan casi tecnicismos para alguien ajeno a nuestra profesión, como el debate entre conocimientos y destrezas (uno de los capítulos más áridos del libro, casi como el 12, el resumen de la parte 1 que podría reducirse a una idea: "es hora de abrir las alas y volar" y tres palabras que deberían asociarse con la educación: vida, aprendizaje y risa) o crear contextos reales para el aprendizaje, que depara una de las reflexiones clave del ensayo:
Nosotros, como maestros, estamos impartiendo un programa de estudios lleno de breves titulares y experiencias que no significan nada para nuestros alumnos (...). Para nuestros hijos, el aprendizaje es algo que se hace en la escuela. De alguna manera es un juego de rol, una fantasía, una distracción de su vida real (...). Les parece que dejan la vida real al otro lado de la puerta de entrada de la escuela. Nuestro trabajo es impulsar la escuela hacia delante, para que nuestros chicos la vean como una parte de su vida de verdad.
Seguimos con un análisis descorazonador pero realista: nuestro sistema de escolarización está industrializado (empezando por la distribución de la carga horaria del alumnado, que es casi incompatible con la realidad, ya que dividimos el aprendizaje en materias que resultan ser compartimentos estanco y fundamentamos el éxito o el fracaso en función de algo casi arbitrario como son los exámenes), algo que casi conlleva la pregunta de si proporcionamos a nuestros hijos las mejores oportunidades o les preparamos para el futuro. "Puede que sea el modelo el que está fallando a nuestros chicos, en vez de ser nuestros chicos quienes fallan al modelo". Los ejemplos de las páginas 88 y 89 no pueden ser más realistas y deprimentes (eso sí, no me gusta la palabra, demasiado manida en el libro, "holística"; es como la de "empoderar", tan de moda últimamente, pero son manías personales a las que no hay que hacer ni caso).

Llegamos a los deseos, algo muy apropiado pues nos aproximamos a la parte en un principio más práctica, la experiencia en Grange: la idea es convertir la escuela en el lugar más deseado (o mágica, o Disneyland, en otras palabras). Algunas claves para ello son creatividad, fomentar un ambiente positivo, la sensación de permanencia, tan en disonancia con ser lugares impersonales. 

Por último, otro factor sería derribar los muros, educar con la comunidad, integrar el entorno (próximo y no tan próximo) en la escuela: (m/p)adres relatando sus propias experiencias, integrar colaboraciones tanto de personas de sectores privados como públicos, de empresas grandes y pequeñas (tenderos, esteticistas, entrenadores...): "todos podemos contribuir a proporcionar experiencias más ricas y más significativas a nuestros jóvenes".

La parte 2 (¿Cómo podría ser?) debería ser menos farragosa en el sentido de exponer con todo lujo de detalles la experiencia concreta de la Escuela Grange, pero por desgracia el factor ensayístico es el predominante. Se nos habla de la reflexión que creó el "método Grange" (por medio de charlas que partían de formular preguntas abstractas, compartir reflexiones e ideas, hablar con sinceridad y ya por fin diseñar estrategias para todo el centro): 
"lo que estaba claro era que queríamos definir a nuestros alumnos por su personalidad, por sus habilidades, por sus competencias y valor, no por los niveles que pudieran alcanzar en los exámenes""Con frecuencia, el fracaso de muchos de los chicos dentro de nuestro modelo se debía a que les faltaba seguridad en sí mismos, autoestima y un objetivo personal"
A continuación analiza los cuatro elementos básicos de su Escuela:

1. El desarrollo integral del niño (la importancia de aprender a aprender), con el ejemplo de la sala de atención especial "llamada Cuarto de los Puzles", dispuesta como un apartamento totalmente, con cocina equipada, sillones, cortinas, zona de estar para actividades diseñadas para desarrollar la autoestima, trabajar en equipo, comprender sus propias fortalezas y debilidades, en la que atendieron a perfiles como los de un mudo selectivo, niños con alto índice de autismo, niños agresivos o emocionalmente inseguros. La clave: mejorar las condiciones de aprendizaje.

2. Más allá de las asignaturas. Un enfoque temático (aspecto este más complicado para llevar a cabo en una escuela pública), desarrollado su programa basándose en las competencias (para el aprendizaje, para la ciudadanía, para las relaciones interpersonales, para gestionar situaciones, para gestionar la información: páginas 140-141), por medio de un programa con cuatro ramas: comunicación, iniciativa y empresa, cultura y bienestar, con sesiones intensas de 20 minutos, pero con flexibilidad para aumentar la duración (en la página 144 hay una ilustración del horario).

Se incluían conceptos o bloques tan interesantes (y semejantes a nuestro propio "hermanamiento" en el CEIPSO) como el Aprendizaje compartido (emparejas a niños de otras coases y cursos para compartir una lectura, aficiones, colecciones o música) o Nuestro mundo esta semana, es decir, introducir una sesión de "temas de actualidad" al final de  cada semana en grupo, situándolo en círculo, comentando noticias que habían captado su interés (de la tele, periódicos o internet), así como los sentimientos que habían provocado. Otro elemento trabajado fue el vacío del patio de recreo, el tiempo libre. ¿Solución para que no todo fuera jugar al fútbol? Abrir todas las instalaciones, tanto en recreos como después de comer.

3. En el capítulo 16 se nos habla del proyecto Grangeton, para "envolver el aprendizaje en contextos", lo que ahora se denomina "aprendizaje aplicado". Y fue crear una microcomunidad que reflejaba el mundo de fuera, como una miniciudad que incluía un sistema político presidido por un alcalde y un consejo, un equipo medioambiental, un sistema de "colegas" entre el alumnado (resolución de conflictos, asistencia psicológica básica, primeros auxilios, para lo cual recibían formación por parte de la policía local y los servicios de salud), empresas para satisfacer las necesidades de la comunidad (franquicia de tienda de alimentos saludables, cafetería con pequeños platos, un museo mostrando la historia de la escuela, un centro de artesanía y tienda de regalos, un centro audiovisual produciendo un periódico, radio e incluso películas).

4. Un programa de estudios con todos los talentos, para lo cual se creó la Universidad Grange, que funcionaba durante dos horas por semana y ofrecía a todos los chicos hasta 40 opciones diferentes de talleres. "Se matriculaban en dos por trimestre y completaban seis opciones por curso académico. Cada optativa duraba seis semanas, y al final los alumnos recibían un nivel de acreditación en función de los niveles de aptitud y habilidad demostrados". "Al final de su etapa en Grange, con once años, se graduaban en la universidad".

Para manejar tantos talleres "trabajábamos con la comunidad y con los padres y madres a fin de diseñar las opciones e impartir las sesiones". Talleres de carpintería, cuidados de belleza, peluquería, cocina, asesoría financiera, participación en Bolsa, electricidad, pintura, idiomas, animación deportiva, danza contemporánea, gimnasia, fotografía, diseño de páginas web..., impartidos por familiares y personas de la comunidad, además de talleres liderados por personal docente sobre temas de su interés personal. El seguimiento de los talleres permitía identificar los talentos e intereses de cada alumno.

El último capítulo (18) recoge las impresiones del autor sobre la experiencia y nuestra profesión y una cita de T. Smit:
"Si todo lo que hiciéramos fuera comprometernos a dejar este mundo un poco mejor de lo que lo hemos encontrado, si vivimos nuestra vida de forma que al final podamos decir: 'Me alegro de haber hecho' en vez de decir: 'Ojalá hubiera hecho', tendríamos la oportunidad de crear una civilización hermosa. Desde mi punto de vista, los maestros son la piedra imán de la sociedad. Les confiamos nuestro regalo más preciado, nosotros y nuestros hijos. Si eso es así, por definición los maestros son quienes moldean el futuro, los que pueden construir un mundo mejor al encender los fuegos de la imaginación y la ternura de una humanidad compartida".

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