Estoy vivo. Temporada 3

(TVE. 13 episodios: 26/09/2019 - 19/12/2019)

Una serie muchas veces corre el riesgo de repetirse y aburrir porque las tramas son variantes mínimas de lo que ya nos enseñaron anteriormente. Sobre todo es sangrante en aquellas que han demostrado una indudable originalidad, como pasa en este caso, con el planteamiento de Andrés Vargas muerto y reemplazado por el no menos irreverente Manuel Márquez (no en vano es la misma persona, aunque el primero sea un armario ropero y el segundo parezca un yorkshire) por medio de una especie de organización semejante al cielo cristiano, en plan pasarela futurista. Pero ese no es el caso de la tercera temporada.

Importante el reseteo producido, no en vano comenzamos con la eliminación de tres de sus protagonistas femeninas, Laura, Susana y Bea, quienes sufren un "accidente" de tráfico. La misteriosa y peligrosa motorista (Carlota -Laia Manzanares- será una de las incorporaciones más interesantes de la temporada) lo provoca, y pronto veremos que no será su única intervención asesina. Las tres mujeres de Vargas serán reemplazadas por otras tres fundas, aunque esto lo iremos viendo poco a poco, como ocurrirá con la historia central de una raza alienígena.

En esta serie, lo de menos muchas veces es el argumento, que explicado sin más corre el riesgo de parecer inverosímil. Lo de más es meterte en la piel de Márquez y Yago, o acompañar al fiel Sebas, o asistir a la perplejidad de María cuando se entera de la verdad, o comprobar la mejoría en el alcoholismo de Santos. Y aplaudir la valiente decisión de sustituir a Anna Castillo (quizá algo motivado por la apretada agenda de la actriz) por un tío, el nuevo compañero de Márquez, Adrián (convincente Jan Cornet).

Por otra parte, el espectador sale ganando con la nueva Laura, la comisaria Verónica (no se puede comparar a nadie con Aitana Sánchez-Gijón), que no tarda en encontrar la complicidad de nuestro bajito protagonista. Y tres cuartas partes de lo mismo con la nueva Bea, Rebe (Irene Rojo), la canguro de María, no sabemos si porque es menos moñas o porque tiene algo más de protagonismo que en su insulsa segunda temporada.

Vuelve a flaquear un poco en la resolución de la temporada, como ya le pasara sobre todo a la temporada anterior, aunque mantiene en líneas generales bastante bien la intriga, entre otras cosas por el cambio de rol de Aranda, abducido por esos alienígenas que podrían leerse como una metáfora de lo que puede pasar si seguimos empeñados en cargarnos el planeta.

Veremos si las tres nuevas caras se afianzan en la ya anunciada cuarta temporada o si las tres Vargas recuperadas hacen inviable esta opción. La escena en la que comparten plano con la Directora sugiere más bien lo primero, aunque aquí cualquier cosa puede suceder. Por suerte.

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