Mira lo que has hecho. Temporadas 1 y 2

(Movistar. 6 episodios: 06/02/2018 - 23/02/2018
6 episodios: 22/02/2019)
Dos premisas tiene esta serie: 1) Berto Romero hace de Berto Romero; y 2) habla sobre la experiencia de Berto Romero haciendo de padre (primerizo en la primera temporada, con gemelos en camino en la segunda). Es decir, que si no te gusta este cómico mordaz y ácido, este no es tu sitio; y si tampoco te atrae el tema de la m/p/aternidad, tampoco tienes mucho que hacer aquí.

Eso sí, facilita mucho el asunto un aspecto un tanto circunstancial: la duración de los episodios no llega a media hora. Me repito mucho con este asunto, pero si los norteamericanos, que llevan más años que nadie en este negocio, restringen las comedias a esta duración, será por algo. Igual que para los dramas se puede ampliar a 50 e incluso una hora (no más), para echarte unas risas una duración superior lo que conlleva es un hastío prematuro. Hacer reír es mucho más complicado que cualquier cosa, y la risa tiene que ser más esporádica, no tan duradera.

Así que, al contrario que otras muchas ficciones españolas de humor que languidecen por culpa de una duración excesiva (por ejemplo, Señoras del Hampa, que casi en el segundo episodio te estraga y echa para atrás), que los episodios sean cortos favorece la digestión de este producto y mitiga su irregularidad.

Mira lo que has hecho tiene buenos puntos, pero no es una obra maestra ni inventa nada nuevo. De hecho, una de sus flaquezas es que abarca más de lo que puede y acaba resultando pretenciosa. Si Berto Romero hubiera tomado como excusa la paternidad para contarnos unos chistes y demostrarnos que se le ocurren buenos gags, tendríamos un mejor producto del que tenemos.

Sin embargo, Berto Romero juega a ser actor, y a ser director y guionista. ¿El resultado? Un revoltijo de ideas ya muchas veces vistas, con ínfulas de resultar innovador y original. Pero la originalidad no es presentarnos ideas mil veces aparecidas en otras ficciones (de nuevo los americanos por delante), como lo de la autobiografía fingida, como las referencias metaficcionales en la segunda temporada con un Berto ocupado filmando una serie (serie dentro de otra serie), como la manía de meter flashbacks (para explicar cómo se conocieron Berto y Sandra) aunque no haya razón de ser, como otra manía muy extendida de matar personajes y luego introducirlos en forma de fantasmas o apariciones o lo que sea...

Si te tomas esta serie como un divertimento sin más, con sus bastantes buenos puntos (a poco que te guste Berto tienes ración suficiente), sobre todo cuando el capítulo está centrado en los problemas asociados al cole de los peques, o más bien centrado en cómo la estupidez humana se redobla cuando enfocamos nuestros problemas en la educación de nuestras crías, le sacarás más jugo.

Habrá a quien le guste que se meta en varios berenjenales y que las vean como críticas al mundo de los YouTuber o a la presión a la que se somete a los famosos; habrá quien vea bien que use actores o famosos como Anna Castillo o Luis Tosar en esas visiones paternas del Lucas futuro; habrá incluso quien aplauda el progresivo giro al drama de la segunda temporada (aunque empieza en la primera con la muerte del padre) esbozando un alejamiento de Berto por la presión de la familia numerosa en ciernes y el infiel acercamiento a la Sandra de ficción, ni más ni menos que la omnipresente Belén Cuesta.

Pero lo que está claro es que al final tantos frentes abiertos denotan indefinición e inconsistencia. Algo que en una tercera temporada podría remediarse frenando estas intromisiones en busca de un producto diferente, cuando debería centrarse en el verdadero potencial de Berto: conseguir la carcajada aligerando la carga conceptual o seriéfila. 

Es decir, centrarse más en ese Berto que no vemos tras las cámaras, después de sus intervenciones en la tele, que puede ser borde o celoso de su intimidad o que se harte de que le reconozcan en la calle, que va de amigo de Buenafuente y luego le traicione para quitarse a los paparazzis de encima (genial que nos lo presenten en una pedazo de mansión, tomando el sol en pelotas, más allá del bien y del mal apelando a asistentes y criadas: ese debería ser el bagaje al famoseo o a la vertiente más pública de Berto).

Y centrarse en lo mejor de la serie, que es su relación con Sandra (Eva Ugarte), con su hijo Lucas y los gemelos que vienen de camino. Una Sandra que ha estado desasistida por un Berto centrado en grabar su serie, y que se queja de las quejas egoístas de sus familiares cuando el único con derecho a ser egoísta es él.

Lástima que los dos padres, el de él, el tirando a casposo Julio (Mariano Venancio), y el de ella, el estirado Ramón (Chete Lera, genial cuando ignora a Berto a solas) desaparezcan en la segunda temporada. Me sobran los hermanos, tanto el gorrón pedigüeño de Berto, José (Jordi Aguilar), como la presuntamente rebelde hermana de Sandra, Rosa (Anna Gras-Carreño), sobre todo porque no están nada bien perfilados, aunque sin llegar al nivel de borrón difuso de las dos madres (exceptuando que la de ella está liada con Pepe Navarro). Y algún secundario más como el Rubio si se aparta de tramas como la de la "noche de la iguana".

En definitiva, una serie ni fu ni fa, que ni pincha ni corta, y que podría ser más divertida de lo que es si se olvidase de distracciones. A la tercera temporada le convendría aligerar lastres y podría ser mejor de lo que es.

Comentarios