El método Kominsky. Temporada 1

(Netflix. 8 capítulos: 16/08/2018)
Del creador (entre otras) de The Big Bang Theory, Chuck Lorre, llega esta comedia que poco tiene que ver con los Sheldon y compañía, entre otras razones porque el promedio de edad se dispara un poco con los dos protagonistas. Además, el tipo de humor es bastante diferente, sobre todo porque se entremezcla mucho más con el drama (o, si nos ponemos filosóficos, más con la vida).

Contiene spoilers

El resultado de la amistad de los peculiares Sandy Kominsky (Michael Douglas) y Norman Newlander (Alan Arkin), actor el primero y representante el segundo, es una serie con buenos puntos de humor entremezclándose con algunos de los reveses más comunes para la tercera edad: la enfermedad y la muerte. Por ejemplo, la de la mujer de Norman, Eileen (Susan Sullivan, la madre de Castle), enferma terminal de cáncer que no pasa del primer episodio (aunque reaparecerá en la imaginación de Norman, algo cada vez más habitual en el panorama televisivo y que empieza a ser un cliché).

Si bien Sandy nos aparece bastante idealizado, al que se le presupone mucho pillaje por sus tres matrimonios fallidos, sobre todo porque su hija (parece que única hija de momento) Mindy (Sarah Baker) le ha salido muy bien, razonable, sensata y con los pies en la tierra, Norman es el típico gruñón acostumbrado a sacarle punta a todo. Aunque parece más asentado que Sandy, sobre todo a nivel económico (está forrado), no tiene la misma suerte con su hija, la díscola e inestable Phoebe (Lisa Edelstein, House), a quien tiene que internar a sus 45 años de edad por 7ª u 8ª vez en un centro para rehabilitarla de su drogadicción.

Me creo más a Norman porque Sandy, como digo, conforma un retrato demasiado bonito. Parte de un miedo indecible a la enfermedad y al compromiso, pero, ayudado por los consejos de Mindy, acude a ver a Eileen, que le pedirá que cuide de su marido cuando ella ya no esté. A partir de ahí, y como no conocemos su bagaje anterior, en efecto, se mostrará abnegado y dispuesto a acompañar a su amigo (qué triste que tu mejor amigo sea tu agente, le dirá Norman) en todo tipo de trances. Le hubiera pegado ser un poco más cabrón, más mujeriego, más egoísta. Le faltan las aristas que tiene el colmillo afilado de Norman, más corrosivo y más humano en su faceta de cascarrabias.

Parece haberse resignado a no retomar su carrera como actor, puesto que como profesor no le va mal. En su escuela, donde enseña el "método Kominsky", encontraremos a un variopinto grupo de estudiantes a modo de mar de fondo. Quizá este punto es el que le convendría a la serie explorar o explotar más, e interrelacionarla con la dinámica principal, la de las andanzas de esta pareja de viejos amigos (o amigos viejos).

Porque lo poco que vemos de estos estudiantes gusta, y no solo por medio de Lisa (Nancy Travis), la mayor de esta escuela, ya en su cincuentena, que empieza a salir con el profe. Están el guaperas Jude (Graham Rogers), que consigue un anuncio de Pantene; la insegura Margaret (Melissa Tang), la cual bordará su representación; la alternativa Darshani (Jenna Lyng Adams) y sus peculiares relaciones a lo Cersei Lannister; el nada cotilla Lane (Casey Thomas Brown), haciendo gala de su homosexualidad; la modosita Leana (Ashleigh LaThrop) en su papel de más empollona; o la sensata Theresa (Emily Osment).

Sin duda, lo mejor es relativizar los achaques de la edad tardía, época que suele aparecer bastante poco en la tele (en los medios en general), casi un tabú en sí misma, un tabú que aquí se aborda con desenfado y sin tapujos, bromeando tanto del mal funcionamiento de la próstata, como de las cabezadas en las pelis que se ven más allá de las diez de la noche, o de los pedos que se escapan cuando te ríes a carcajadas.

Los dos protagonistas lo bordan (de ahí los premios a ambos), la duración de apenas media hora le viene muy bien pese al ritmo más bien lento de la serie, donde por otra parte en cuanto a trama no va mucho más allá de la deuda por no declarar durante tres años a Hacienda por parte de Sandy, aparte de conocer los resultados de la biopsia por esa próstata que le lleva tanto al baño (y que se los dará ni más ni menos que Danny DeVito) y, en general, predomina una sensación muy agradable y de buen rollo, algo que contribuye a que sea tan amena (aunque no tan ligera como parece).

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