Dark. Temporada 2

(Netflix. 8 episodios: 21/06/2019)
Contiene spoilers 

Lo mejor que le puede pasar a una segunda temporada de una serie tan aclamada como esta es entrar a una tercera temporada con las expectativas intactas y las ganas de proseguir en ese universo tan intrincado y fascinante. Cambiamos algunos condicionantes de base y, aunque no lo parezca, vamos encontrando respuestas y va avanzando la trama de una manera muy inteligente y medida. El mecanismo de este reloj capaz de dar saltos temporales de 33 en 33 sigue funcionando de manera precisa.

¿En qué consisten esos cambios? Pues fundamentalmente en el ritmo narrativo. Si la primera parte precisaba de un ritmo más lento para dar a conocer a los numerosos personajes, en la segunda se aviva la velocidad de lo que sucede, puesto que ya los personajes son conocidos (aunque a veces no recordados). Ya no precisamos de ese tono de thriller en el que los cadáveres de los niños aparecía en un primer plano. Al conocer la respuesta, al conocer que la respuesta residía en esa peculiaridad de Winden en estar bajo los efectos de un túnel de gusano o algo así, podíamos pasar a lo siguiente: ¿qué va a pasar?

Y lo que pasa es otro bucle temporal seis o siete meses después del que conocimos.

Dejábamos a Jonas Kanhwald 33 años después de 2019, en lo que parecía una realidad postapocalíptica. Y, en efecto, así pasaba: al viajar en el tiempo, la central nuclear explotaba y apenas sobrevivían los que pudieron encerrarse en el búnker. Tampoco nos han mostrado mucho más que a una enigmática chica con una cicatriz en la cara (es de suponer que la hija de algún protagonista, incluso del propio Jonas) y a Elisabeth, la sordomuda que ahora lidera el grupo de supervivientes, ejerciendo para ello un tiránico mando.

Pronto lo primordial será volver a la espiral de los saltos temporales y para ello será necesario apaciguar el núcleo negro e introducirse en él. Algo complicado porque Elisabeth parece custodiarlo y alejar a todos de allí con amenazas y explicaciones pseudoreligiosas.

Por otra parte, teníamos al antagonista, ese lunático cura llamado Noah, que, como es preceptivo en este tipo de series, íbamos a descubrir que no era tan malo. Ni era tan jefe. De hecho, trabaja para un tal Adam, un ser desfigurado que trata de que los bucles temporales nunca cambien. Eso será lo más complicado de entender, porque en un momento parecerá que Claudia (primero la anciana y luego la de mediana edad) sí que lo quiere cambiar y eso podría ser terrible, aunque luego se da la vuelta a la tortilla y no sabes qué lado te está cayendo en la cara.

La inscripción en latín parece encubrir a una especie de secta o de grupo de viajeros en el tiempo. Si pensamos un poco en quién fue el primero en descubrir esa conexión de los 33 años, parece de lógica que sea el propio Jonas, que ya se había hablado a sí mismo en la primera temporada, quien esté detrás de todo eso. La paradoja es ver que el yo futuro esté tan desengañado que cueste ver cómo o en qué momento los Jonas previos perdieron la fe en salvar a Martha o a la propia humanidad.

En esta segunda temporada los Nielsen pierden bastante protagonismo. Tenemos a Katharina deambulando o tratando de encontrar respuestas a las desapariciones de su hijo y de su esposo, y en general a la familia un tanto descompuesta. El Ulrich de mediana edad solo aparecerá al final, para ser castigado con inaudita crueldad en ese 1953 en el que estaba en una prisión como autor de los asesinatos de los dos niños aparecidos y del intento de matar al niño Helge (otro que apenas tiene relevancia de niño y de mediana edad). Volvemos a encontrarnos con Ulrich en 1986, eso sí, en plan Doc de Regreso al Futuro pero con camisa de fuerza. Lo hace, quién si no, Egon Tiedeman, alguien ligado casi irremediablemente a él. Un Egon que sería uno de los personajes más destacados, o el que más si nos abstenemos de contar a los viajeros en el tiempo.

A medida que vayamos conociendo cosas y tratando de entender la dinámica de la conexión entre pasado, presente y futuro, y viendo que el futuro puede ser la base del pasado, nos daremos de bruces con paradojas imposibles, como la referente a Noah y Charlotte. Y es que ella es a la vez hija y madre de Elisabeth. Casi nada...

Uno de los mejores episodios de la temporada es el seis, en el que volvemos con Mikkel, y en el que descubrimos que su mamá adoptiva, Inés, lo que hacía era drogar al niño para atontarlo e impedirle que volviera al tiempo que le correspondía. Y, al mismo tiempo, cimentaba su suicidio 33 años después, ya como Michael. Aunque este episodio nos demuestra que dicho suicidio más bien se trató de una muerte necesaria para que su hijo Jonas pudiera seguir existiendo, no tanto esa ralladura de ver a tu yo de 33 años años menos recién aparecido al haberse extraviado en el futuro.

Lo mejor de todo es que está bastante bien conectado y contado. Detalles como cuando Claudia le pide perdón al Egon del 53 y descubrimos después que lo hace por haberlo matado (accidentalmente) en el 86. O que la que pensábamos mujer de Noah es la hermana, Agnes, otra viajera, la que acabará disparando al propio Noah. O que otros viajeros son Franziska y Magnus (de lo más soso del reparto y de la historia), y puede que también Bartostz, que de momento no pasa mucho más de pringado (como el Jonas de mediana edad, que se deja robar la máquina del tiempo por esa egoísta y malvada Hannah, que va a lo suyo, para demostrar que el deseo está por encima de las reglas, o para pisotear al pobre Ulrich).

Ganamos, pues, dinamismo: no dejan de pasar cosas y esa cuenta atrás que ahora será el apocalipsis marca de manera dramática el tiempo, deformado, estrechado o alargado según el plano temporal, plano temporal que nos llevará (aunque fugazmente, eso sí) a los años 20. Lo malo es que las respuestas generan incertidumbres que tendremos que conocer en la tercera temporada, una tercera temporada que corre el riesgo de explotar definitivamente porque añadimos una variable nueva: a Jonas se le presenta una Martha que no viene de otro momento temporal, sino de otro plano dimensional. 

Como si la cosa no fuera lo suficientemente complicada...

Comentarios

Miss Bennet ha dicho que…
Genial de principio a fin (tanto tu reseña como la temporada :p) Esa vuelta de tuerca del final es brutal. En esta temporada se entienden mejor las cosas, o por lo menos eso me ha parecido a mí. Lo de Charlotte y Elisabeth escapa a toda lógica y a la vez tiene sentido... Lo que me queda claro es que lo que nos contaron en Back to the Future es mentira jajaja. Y buena elección la canción al final del episodio (My body is a cage de Peter Gabriel). Muy buen sabor de boca esta temporada. Veremos a ver qué tal Stranger Things *fingers crossed*
Juliiiii ha dicho que…
Muchas gracias ;)
Muy buenos apuntes los de Back to the Future (que no explote el universo al encontrarse uno mismo jajaja) y la canción del final, que es brutal, en la línea (palabras mayores) de Peaky Blinders...
(Inicio un poco flojo el de Stranger Things, a todo esto)
Marian ha dicho que…
¡Hola! ¿sabes? empecé a ver la primera temporada, pero en el segundo capítulo decidí dejarla, al menos de momento, y no porque no me estuviese gustando, sino porque es como ya explicaste demasiado enrevesada, es de esas en las que tienes que tener siempre los cinco sentidos alerta para enterarte bien de todo y demasiados personajes. Puede que la retome en otro momento quizás en el invierno, porque el argumento es muy chulo
Besos
Juliiiii ha dicho que…
Puede que no sea muy de verano, época en la que se buscan cosas menos enrevesadas, pero si puedes y te gusta la ciencia ficción, no la dejes pasar ;)