The Good Place. Temporada 3

(Netflix. 12 episodios: 28/09/2018 - 24/01/2019)
Contiene spoilers

Una de las series más originales y divertidas del panorama televisivo prosigue su andadura por los mundos allende la vida y la muerte. Después de dos temporadas, es normal que acuse algunos signos de desgaste, y más cuando la premisa de los reiniciados exige inevitables repeticiones.

Sin embargo, la serie avanza por derroteros en los que el devenir de los personajes se ha impuesto incluso a saber si los demonios del Bad Place se impondrán a los pusilánimes del Good Place.  Nos importa sobre todo seguir disfrutando de las interacciones de este grupo peculiar que ha formado una amistad que está por encima de cualquier otra consideración:

Eleanor y Chidi y su romance, que se sobrepone a cualquier borrado de memoria o a cualquier rival (por más que surjan rivales tan encantadoras como Simone, Kirby Howell-Baptiste); el triángulo Tahani-Jason-Janet, con sus variantes según el momento; y, en general, cualquier interacción entre ellos y Michael, uno de los personajes más divertidos y que más ha evolucionado si echamos la vista atrás.

La sensación de agotamiento sobre todo viene en la primera parte de la temporada, cuando nuestros personajes obtienen una segunda oportunidad en la vida y se van reuniendo en Australia para un estudio. En contra de lo que cabía suponer, la serie no ha funcionado tan bien en la vida real como en esa hilarante vida postmortem.

No pasa nada. Un poco por debajo de la tónica general, pero siempre con algún chispazo divertido o con alguna crítica encubierta demoledora. El sistema ético que Chidi propone se da de bruces contra la práctica generalizada, tanto de seres humanos como entes más sobrenaturales. Un sistema ético que sirve de nexo de unión entre nuestros protagonistas y que les convierte en una piña inseparable.

El libre albedrío o el sistema de cómputo actual que imposibilita que ningún ser humano pueda llegar al verdadero Good Place son puntos demasiado fuertes como para que en las horas más débiles de la serie sintamos que ya no hay más que ofrecer. Michael descubre que la vida actual es tan complicada que ni siquiera hace falta que los demonios tengan que adulterar el sistema de puntuación: incluso comer un tomate implícitamente conlleva que estás fomentando el uso de pesticidas y te resta, por poner un ejemplo.

Si a eso unimos hallazgos tan surrealistas u originales como escapatorias tales que meterse en la mente de Janet (todos Janetizados, vaya trabajazo de D'Arcy Carden, que pasa por una Neutral Janet y adopta la personalidad de Jason, Eleanor, Chidi y Tahani) o quedar con la jueza en una zona neutral llamada I-HOP.

En esta ocasión, si bien no tenemos un final de temporada demoledor como el primero o que resitúa el escenario de manera casi total, sí que nos produce un sentimiento de ¿ahora qué? que incita a continuar. El acuerdo al que llegan con la Jueza es volver al escenario inicial y convocar a un grupo de seres humanos escogidos por los demonios. Si consiguen mejorarlos como con nuestros héroes, entonces estos tendrán salvación. Si no..., pulgar hacia abajo.

Lo mejor es que las huestes demoniacas saben jugar fuerte y traen a personas con las que nuestros humanos favoritos han interaccionado en sus vidas: por ejemplo, la propia Simone, algo que para Chidi supone un obstáculo insalvable porque no podrá fingir que no la conoce. De modo que se sacrifica y pide que se le resetee la memoria para que el experimento tenga éxito. Algo que depara unas escenas de lo más románticas con Eleanor, la cual, por cierto, toma el mando del lugar después del ataque de pánico de Michael.

¿What the fork?

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