Estoy vivo. Temporada 2

(TVE. 13 episodios: 25/09/2018 - 17/12/2018)
Creo que he repetido en innumerables ocasiones que la prueba del algodón de si una serie es buena o muy buena es cuando se la juega con la segunda temporada. Ya se sabe, segundas partes nunca fueron buenas...; nunca, o casi nunca. Sea como sea, Estoy vivo da un salto de calidad y afianza todo lo positivo de su primera temporada: una pareja protagonista con mucha química, una trama como mínimo original y divertida y suficientes personajes y elementos secundarios que no desentonan.

Daba mucho juego la premisa de que Andrés Vargas hubiera sido reclutado en la Pasarela para tener una segunda oportunidad en el cuerpo de Manuel Márquez, ayudado por ese Enlace rebautizado Yago. Y a pesar de que ya no quedaban hostiles como antagonistas, han sabido encontrar el justo punto con un inmortal malvado llamado Augusto Mendieta (Sito Pons).

El tono de ciencia-ficción gamberra le va y mucho a esta propuesta. Si ya no tenemos extraterrestres espeluznantes con ojos negros, ahora en cambio aparece algo más sobrenatural, ya que nuestros Quijote y Sancho (asígnesele a cada uno su papel) de pronto adquieren el don de la clarividencia y se les aparecen unos cuantos espíritus, empezando por el de la niña pequeña en el edificio Victoria, el epicentro físico de esta segunda tanda.

Aunque a ratos podamos calificar la trama de previsible, la manera de avanzar los acontecimientos es tan dinámica y divertida que no te importa. Más que la resolución de si Márquez logrará desbaratar los maléficos planes del sin corazón Mendieta, importa ver cómo se las apaña para "resetear" su situación después de su paso por la Pasarela, en donde el tiempo transcurre mucho más deprisa que en la tierra.

En efecto, cuando todo iba a pedir de boca pese a la aparición de la mujer de Márquez, Lola (Luz Valdenebro), ese año y medio desaparecidos va a pesar como una losa en el entorno más inmediato de Vargas. Cuando reaparecen, no encuentran momento más oportuno que en la boda entre su amor de toda la vida, Laura, con Santos, ese amigo de la infancia que ahora más bien estaba en el lado más despreciable (fue quien dejó con el culo al aire a Vargas, algo que saldrá a la luz más adelante). Y Yago, por su parte, cuando había conseguido desequilibrar la balanza de Susana a su favor respecto a David Aranda, pierde también lo conseguido al no poder explicar (literalmente) dónde estuvo ese año y medio.

Salvo con Sebas, que pronto conocerá la verdad de su amigo, la situación de Márquez es poco menos que delicada. Ha pasado a ser persona non grata para casi todos y tendrá que revertir la situación. Más o menos es el resumen de esta segunda temporada que prosigue con los puntos fuertes ("me cago en mi puta vida" y sentencias similares), que apenas la caga en algún aspecto como la pérdida de protagonismo de Bea en el último tercio de la temporada (parece que no saben qué hacer con ella) o la cagada de cargarle el marrón de ser una vendida a esa secundaria que no pintaba mucho salvo adornar como era Cristina, una vuelta de tuerca quizá innecesaria después de haber tenido al infiltrado de Palacios (Artur Busquets), que tampoco termina de cerrar del todo bien su arco argumental. 

Quizá también los dos últimos episodios están un poco recargados con la resurrección de los archienemigos, que se resuelve un poco patilleramente, pero como he dicho antes, esta serie está por encima de esos detalles. Entretiene, divierte y te hace pasar un muy buen rato. No se puede pedir más. O sí: parece que confirman que habrá nueva temporada de El ministerio del tiempo, de quien esta serie es digna sucesora.

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