Bodyguard. Temporada 1

(BBC. 6 episodios: 24/08/2018 - 23/09/2018)
Esta miniserie que Netflix ha distribuido más allá del Reino Unido ha tenido mucho éxito en las islas. El que fuera Robb Stark es el principal protagonista y aunque claustrofóbica por momentos, resulta interesante, por más que transite por lugares comunes o confunda a lo Homeland, con tanta conspiración de por medio. No, está lejos de ser una serie redonda pero tiene a su favor la corta duración y un par de episodios (el primero y el último) que consiguen atrapar por completo el interés y la tensión alcanza cotas muy altas.


Contiene spoilers

La cosa comienza con un viaje en tren (algo así como un cercanías, parece) de un padre con sus hijos. Unos movimientos extraños delatan un posible atentado, pero por suerte ese padre es David Budd (Richard Madden, en un papel muy diferente al del Stark, con un acento muy marcado, al parecer escocés), un ex militar y un policía que es capaz de convencer a la yihadista suicida, Nadia (Anjli Mohindra), de que no detone el mecanismo de su bomba.

Como digo, esta larga primera escena a modo de introducción te mete de lleno en asunto:  un país, Inglaterra, en alerta roja por la amenaza terrorista, y un gobierno británico que muestra fisuras a la hora de atajarlo. En el ala dura se encuentra la Ministra creo que de Defensa Julia Montague (Keeley Hawes), que tiene preparado un plan para monitorizar a toda la población con el fin de evitar más ataques. ¿Y los derechos civiles, tales como la libertad? Si no haces nada malo, nada tienes que temer, viene a ser la tesis de la serie.

El nexo de unión entre Julia y la trama política-policiaca vuelve a ser Budd, a quien proponen como guardaespaldas de la ministra. Pronto entre los dos personajes habrá tema (muy pronto, en el segundo episodio), algo en parte lógico dadas las dos trayectorias: él está separado y su esposa Vicky (Sophie Rundle, ni más ni menos que Ada Shelly, Peaky Blinders) ya ha empezado otra relación, y ve menos de lo que le gustaría a sus hijos; ella está divorciada y está absorbida por sus aspiraciones políticas: ni más ni menos que divisa Downing Street ante las dudas del Primer Ministro, a quien gana en popularidad.

De él destaca su carácter adusto, no muy dado a las manifestaciones sentimentales. Una especie de estatua de granito, acorazado por dentro y por fuera (unas quemaduras jalonan su torso, eso sí) ante los traumas sufridos en Afganistán. A veces parece un tanto turbio, proclive a la bebida (aunque no pase de una cerveza), no se sabe muy bien su posicionamiento político, aunque parece que sus códigos de conducta son intachables, hasta que se lía con su protegida. 

Ella, en cambio, es valiente y controvertida, una mujer dura y arrogante, que exprime a sus colaboradores y que emplea mecanismos para mantener a su personal en alerta constante. No duda en echar a su colaboradora Chanel (Stephanie Haym) cuando nota despistes o torpezas ni tampoco duda en mejorar su posición, aunque sea traicionando a su superior. En lo personal parece sedienta de atenciones, cariños y, por qué no decirlo, un par de meneítos.

En los primeros episodios, pues, esta pareja monopoliza gran parte del metraje. Nos instalamos en un extraño pulso no muy romántico ni muy sensual, y ni siquiera se explota demasiado la diferencia de posición social. La pulsión sexual se enfoca desde el punto de vista de los respectivos puestos de trabajo. A ella la espían tanto de la policía como del servicio secreto y a él le quieren utilizar para su seguimiento.

Cuando salimos (abruptamente) de esa situación, el espectador siente un extrañamiento. De pronto, a partir del episodio cuatro tenemos que mirar hacia otra parte. Un nuevo atentado pone patas arriba la serie y se trata de averiguar quién ha sido. Y candidatos no faltan. Es cuando reparamos en personajes no ya secundarios hasta el momento, sino terciarios: el segundo del Ministerio, Mike Travis (Vincent Franklin); la jefa de policía Anne Sampson (Gina McKee); el jefe de los servicios secretos Stephen (Stuart Bowman); el único amigo de Budd, Andy (Tom Brooke), que resultará ser el francotirador en el primer atentado contra Montague; y los investigadores Louise (Nina Toussanit-White) y Deepak (Ash Tandon). Ninguno con status para rellenar el hueco dejado.

La única, y la que se gana la redención porque hasta el momento parecía abocada a ser otro personaje del montón más (un desperdicio hasta el momento) es Vicky, cuyo gesto de arrimarse a David creyendo en él le salva la vida cuando todo está en su contra, con esa escena tan espectacular y trepidante como excesiva, pero que le da un plus a la serie, que si no hubiera pasado sin pena ni gloria a pesar del sorprendente final del tercer episodio o de la introducción ya reseñada.

Más sombras que luces, sobre todo en esa enrevesada trama en torno a los derechos de las personas, las pugnas entre policía y servicios secretos, las disputas sucesorias en el gobierno y la polémica sobre la reducción de libertades a la ciudadanía para prevenir ataques terroristas. Pese a que sorprende, la actuación de Robb Stark posee pocos matices, aunque a muchos les ha encantado el personaje. Lo peor, con todo, es que casi todo el resto del reparto pasa muy desapercibido, y la historia tampoco da para mucho más. 

Comentarios

Marian ha dicho que…
Veo que no te ha convencido, tenía mis dudas sobre verla o no y no lo tengo claro
Ya veré...
Besos