Civil War. Millar - McNiven. Panini Comics

(256 páginas. 22,75€. Año de edición: 2006)
Cada vez soy más escéptico con la congregación de superhéroes. Con echar la vista a algo relativamente reciente, como fue The Defenders, está todo dicho. Se supone que Los Vengadores son el top de lo top, con permiso de la Liga de la Justicia (siempre parece que DC está un peldaño por debajo de Marvel), pero ni en un título con grandes resonancias como este consigue superar una cierta decepción.

Dividida en siete capítulos, nos cuenta la idea, ya explotada en el cine, del registro de superhéroes, cada vez más descontrolados, al menos en lo que se refiere al grupo de novedades, semiaficionados y semiadolescentes, que propician más estropicios que beneficios a la comunidad, como demuestra lo sucedido en Stam,ford.

Hay quienes se posicionan pronto a favor, como Iron Man, que ve una oportunidad de acabar con las suspicacias hacia los enmascarados, además de llevar un mayor control en cuanto al registro de seres potencialmente peligrosos, y los hay quienes se niegan, quizás por ese punto clásico de resguardar tu identidad, como le ocurre a Capitán América, que liderará el bando de los renegados.

A lo mejor un fanático del cómic que conoce a la pléyade de secundarios les fascina encontrarse reunidos a todos sus héroes, pero a quienes nos da más igual, al final lo que ocurre es que los desarrollos quedan más diluidos. Por ejemplo, me hace gracia que en la portada aparezca un personaje muy mediático como Lobezno cuando  apenas sale en un par de viñetas y luego desaparece.

Quitando a los dos capitanes ya mencionados, cabe hablar del doctor Reed Richards, en su versión meramente científica, nada de desplegarse de manera elástica, que es la cabeza pensante de los planes de Toni Stark; de su esposa, Susan Storm, quien, junto con su hermano Johny (la Antorcha humana), le darán la espalda después del asesinato de Goliath  (un secundario y, para más inri, negro, para que luego no digan que Marvel no tira de tópicos) por parte de la réplica del clon de Thor.

Y faltaría Spiderman, otro que en principio apoya los planes de Tony hasta que ve que las consecuencias no han sido todo lo buenas que se esperaban. Un Spiderman que revela su identidad, para pasmo de su jefe Jonah Jameson, y que abandona un traje muy moderno y espantoso, alejado del clásico de siempre azul y rojo.

Poco más. Podríamos mencionar a la Cosa, a Daredevil, al Doctor Strange, Halcón, Nick Furia, el Castigador y S.H.I.E.L.D. y otros muchos más, pero su función no pasa de la de figurantes. Las escenas colectivas no nos dejan más que una imagen impactante, pero sin una función verdaderamente significativa.

El único interés en cuanto a evolución psicológica deriva de los dos líderes: un Tony Stark que acaudilla la misión, aunque también duda y teme que vaya a ser peor el remedio que la enfermedad; y un Capitán América que se pone en plan intransigente y cuya posición está por delante del entendimiento.

Poco más. Ni siquiera podemos refugiarnos en el dibujo. No digo que esté mal dibujado, pero transmite un estatismo paralizante, en consonancia al poco dinamismo que tiene el cómic, que no supera el esquematismo de una buena idea (una división entre amigos con superpoderes). Tampoco los extras son muy allá, con entrevistas a los autores que aportan poca novedad.

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