Origen. Dan Brown. Planeta

(640 páginas. 22,50€. Año de edición: 2017)
Siempre hay que tratar de buscar un lado positivo a cualquier cosa, como por ejemplo una hospitalización. O, como dice el refrán, no hay mal que por bien no venga. A las vicisitudes de una operación, bienvenidas sean las horas de lectura casi ininterrumpidas que te esperan. Al mal tiempo de la permanencia en reposo, buena cara por poder dedicarle tanto tiempo a leer. De otro modo, sería imposible leer un tocho de estas características en apenas cinco días. 

El siempre polémico Dan Brown da vida a una trama apasionante ambientada en España. ¿Qué mejor lugar para representar las fuertes tensiones entre modernidad y tradiciones que nuestro país? De modo que traslada al profesor Robert Langdon y su memoria eidética (fotográfica, vaya) a Bilbao, en concreto al Museo Guggenheim, donde su ex alumno y amigo Edmond Kirsch (y además multimillonario y genio) va a anunciar algo que cambiará la faz de la tierra para siempre.

Langdon se ha ganado un respetable sitio a medio camino entre los investigadores más famosos, Poirot o Pepe Carvalho se me ocurren a bote pronto, y los aventureros más intrépidos, Indiana Jones o Lara Croft, y su personaje se vale por sí solo para granjearse el beneplácito de sus lectores. El mérito del autor es rodearlo de aventuras que estén a la altura de su criatura de ficción, algo que ya había conseguido en otras entregas como El código da Vinci, probablemente su obra más famosa.

Teniendo pendiente Inferno por leer y con el referente de las adaptaciones cinematográficas que nos obligan a ponerle la bobalicona cara de Tom Hanks, puedo decir que Origen me ha gustado más que la tempestuosa de El código, a la que para mi gusto le sobraba casi la mitad del libro.

Aquí tenemos 107 capítulos muy dinámicos que consiguen el objetivo de tenerte entretenido y querer saber qué va a pasar después. Tirando del eficaz manual de estilo de un escritor de éxito, nos enfrentamos con un narrador omnisciente (aunque restrictivo, como mandan los cánones de la intriga), linealidad cronológica y sencillez estructural. Los méritos de este autor de Best Sellers residen fundamentalmente en trasladarte a lo que te cuenta con eficientes (pero no numerosas) descripciones y darle la suficiente personalidad a casi todos sus personajes, gracias sobre todo a sus ágiles diálogos.

Empezamos la aventura en el monasterio de Montserrat, donde Kirsch les va a exponer en primicia el vídeo de su descubrimiento a figuras representativas del cristianismo (el obispo español Antonio Valdespino), judaísmo (el rabino Yehuda Köves) y el mundo musulmán (el ulema Syed al-Fadl), antes de que se celebre el parlamento de las Religiones del Mundo, un gesto que los tres religiosos no saben cómo interpretar, pues el ateísmo del extravagante multimillonario y futurólogo Kirsch es sobradamente conocido. Su objetivo es ver cómo recibirán la noticia aquellos a quienes más afecta, los creyentes. Aunque en su fuero interno hay una especie de revanchismo porque sabe que las enseñanzas de las religiones están equivocadas.

En realidad les miente al decirles que el anuncio lo hará en un mes, pues en realidad tiene preparado retransmitirlo a todo el mundo dentro de tres días, desde el museo Guggenheimen, donde las principales personalidades acuden, atraídos por el carisma y el aura casi mística de las acertadas predicciones de este genio en diferentes campos, como por ejemplo el informático. 

En el  capítulo 2 pasamos a conocer al principal antagonista, el almirante de la Armada Luis Ávila, de sesenta y tres años, pero en plena forma, como demuestra en una disputa en un bar. Letal y decidido, regresa del desierto por una misión. Acuden a él fantasmas provenientes de la catedral de Sevilla, donde perdió a su familia por un atentado terrorista que nadie reclamó. Un tatuaje en su palma de la mano, un símbolo del siglo XIV, lo vincula a figuras importantes de la España más ultraconservadora. Su objetivo, fijado por un tal Regente, será impedir que se produzca el anuncio de Kirsch.

Y en el capítulo siguiente aparecerá el personaje más importante y sorprendente de esta novela: Winston, que empieza siendo la voz del audio-guía del museo y acaba descubriéndose que es una creación de Edmond, ni más ni menos que una computadora de inteligencia artificial, mucho más desarrollado que cualquier otro modelo existente en la tierra.

Entre medias de algunos capítulos, noticias intercaladas de una web, ConspiracyNet.com, un recurso que a mí me ha sobrado, aunque representa ese sector sensacionalista de prensa que se dedica más a polemizar que a informar. Pronto veremos que los religiosos a quienes Kirsch anunció su descubrimiento están en peligro: el ulema desaparece (es quien iba a intentar filtrar la noticia para tomar la iniciativa; en el capítulo 13 aparecerá su cadáver de hecho) y el rabino tiene que atrincherarse en casa a instancias de Valdespino, quien parece uno de los principales promotores de ese sector que representa al inmovilismo religioso.

Valdespino nos lleva a Madrid, a la catedral de la Almudena. Justo al lado, el anciano rey está casi agonizando. El paso a una generación que ya no conoció el franquismo es inminente, y toma la forma del príncipe Julián, hijo único y huérfano de madre, fallecida durante su parto. Si bien el obispo había sido el principal consejero del rey, se espera que su hijo sea más aperturista, aunque veremos que hay señales ambiguas. Se trata de un hombre refinado y educado, pero también un poco chapado a la antigua, como demuestra con el cortejo a Ambra Vidal, directora del Guggenheim y presentadora del evento.

Ambra (vaya nombrecito más hispánico) Vidal, de casi 40 años, es una mujer hermosa, alta, esbelta, de pelo negro, y dará comienzo a la fastuosa presentación, que contiene los elementos que tanto le gustan al amigo de Robert: espectacularidad, efectismo, una búsqueda de la mayor resonancia posible. Al darle paso, un amplio prolegómeno será la introducción para luego dar respuesta a dos de las preguntas más formuladas por la humanidad: ¿de dónde venimos? ¿Adónde vamos? En esa presentación casi cobra la misma importancia la dicotomía entre ciencia y religión, uno de los temas fundamentales de la novela.

A pesar del aviso de Winston y un desesperado intento de alarmar a Edmund por parte de Robert, no será posible salvarlo. Ahí empezará la contrarreloj del propio Robert y de Ambra, que de inmediato sospecha de sus protectores de la Guardia Real, Díaz y Fonseca, pues el asesino es alguien que ella incluyó a última hora a requerimiento del propio Julián, su prometido, de quien desconfía Ambra dolorosamente. Ayudados por Winston, pondrán rumbo a Barcelona, a la casa de Pedralbes, donde Edmond llevaba viviendo los últimos dos años, para poder publicar el vídeo que el asesinato había impedido. Para eso tendrán que introducir una contraseña de 47 caracteres que antes tendrán que encontrar.

Otros personajes secundarios tendrán su cuota de protagonismo: de entre las fuerzas de seguridad, Diego Garza, supervisor de la Guardia Real, que chocará pronto con la influencia y el poder en Palacio de Valdespino, que además se llevará en un momento determinado al Príncipe, sin móviles y por una puerta trasera; Mónica Martín, coordinadora de comunicaciones de la Casa Real, será la única que trate de reaccionar a los acontecimientos de Bilbao, aunque tome decisiones polémicas; y por último nombraría al padre Joaquim Beña, el párroco de la Sagrada Familia, lugar donde se encuentra el libro de poemas de William Blake, la principal pista para desentrañar la clave que dé acceso a la tablet de Edmund. Blake, un hombre adelantado a su tiempo, como el mismo Antoni Gaudí, al que se le rinde un sincero homenaje en esta novela.

En fin, entretenimiento y acción a raudales, así como las suficientes dosis de intriga, sobre todo por saber quién está detrás de ese Regente, del que conoceremos que está relacionado con la iglesia palmariana, una especie de secta con su propio papa alternativo. Uno de los méritos de Dan Brown es haberse sabido documentar tan bien. Gracias a él conoces más sobre el Palmar de Troya, una localidad utrerana que esconde una joya arquitectónica, una basílica en medio de un pueblo abandonado. O conoces al biofísico Jeremy England, que nos habla de la entropía y del caos de una manera muy accesible. En el reverso de la moneda, las explicaciones a la situación política española deja bastante que desear, con una visión muy simplista del estado monárquico español, dejando a las claras su preferencia por otro tipo de estado.

Las respuestas irán llegando, algunas más fáciles de predecir que otras, pero todas explicadas y bien engarzadas (el asesinato de los religiosos, el Regente, el secreto del Rey, el oscurantismo de Valdespino...). Incluso las que plantea en el vídeo Kirsch, el momento más climático de la obra, y otro de los grandes aciertos del novelista, que transmite la visión de que una nueva raza conquistará la tierra: la de las máquinas.

De lo que más me ha gustado de esta novela es que al menos te hace reflexionar, con temas muy polémicos y polarizados. Por ejemplo, cuando Köves piensa: "Lo que antaño eran meros momentos de reflexión solitaria (unos pocos minutos a solas en el bus, o mientras íbamos caminando al trabajo, o esperábamos a una cita) nos resultaban ahora intervalos insoportables e, incapaces de resistirnos a la adictiva atracción de la tecnología, recurríamos de forma impulsiva a nuestros teléfonos móviles, o a unos auriculares, o a una consola de videojuegos".

Al final, siempre quedará la duda: las leyes de la física, ¿refutan la existencia de una Mano detrás creándolas, o todo lo contrario?

PD: hoy es un día muy especial de alguien todavía más especial, así que aquí va mi felicitación por otra vía más:

¡¡¡ Feliz Cumpleaños, IRENE mía !!!

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