Black Mirror. Temporada 4

(Netflix. 6 episodios: 29/12/2017)
La nueva tanda de episodios de Black Mirror (BM) está caracterizada por una acusada irregularidad, aunque eso no quiere decir que haya capítulos que no tengan calidad suficiente como para merecer a esta serie. Pero sí es cierto que hay tres episodios que destacan sobre el resto: USS Callister, Hang the DJ y Black Museum. Y de entre los tres más flojos, el que se lleva la palma es el penúltimo, Metalhead. Pero vayamos desgranándolos poco a poco:

Empieza fuerte Black Mirror con USS Callister, que dura una hora y cuarto y se podría considerar casi como una minipelícula, al mismo tiempo que un especial de Navidad (en las fechas futuristas del capítulo están en Nochebuena). Se necesitaba ese tiempo para desarrollar dos universos paralelos:

En la vida real, tenemos una empresa de videojuegos a lo Google ("aquí queremos que te diviertas, que estés guay y te prepares el café que quieras") en la que uno de los cofundadores, Robert Daly (Jesse Plemons está inmenso, pocos actores te pueden ofrecer personajes como el Todd de Breaking Bad o el Ed de Fargo, llenos de ambigüedad, también maldad, y en versión un poco engordada de Matt Damon) está prácticamente arrinconado y ninguneado, pese a ser el cerebro pensante de Infinity, un videojuego en línea de realidad virtual que rinde un evidente homenaje a Star Trek

Y es que su socio, Walton (Jimmi Simpson, Westworld, House of Cards) se ha aprovechado de su genio para lucrarse y para que siga expandiendo actualizaciones, a cambio de tratarle con un desprecio increíble. Solo la llegada de una nueva informática parece cambiar su sino vilipendiado y marginado. Nanette Cole (Cristin Milioti, la mamá de How I met your mother, también aparecida en Fargo, cuesta saber quién gusta más, si ella o si Robert, ambos están espectaculares) siente una gran admiración por Robert, aunque los compañeros le aconsejan que no se relacione mucho con él porque es un rarito al que le gusta demasiado mirar e incluso acosar.

En esta vida real, el mérito es lo bien caracterizado que está ese futuro no muy lejano, con móviles más desarrollados, con casas domóticas y un videojuego que se carga con una especie de chip instalado en la sien (un poco similar al artilugio que salía en el episodio 3 de la primera temporada). Muchas películas futuristas no tienen la misma cintura a la hora de caracterizar aspectos tecnológicos avanzados. En BM lo que cuesta es no creer que esos avances sean lógicos.

En la vida artificial, Robert se refugia en la nave espacial USS Callister, de la que es el capitán. Aquí tiene más pelo, es más rubio, no necesita gafas, está en mejor forma física, pero, sobre todo, es un líder carismático, capaz de tomar decisiones arriesgadas y siempre acertadas. Su tripulación lo tiene como a un dios. 

Su tripulación que son sus compañeros de trabajo: Walton, su segundo de a bordo, un llorón que pierde la compostura cuando las cosas pintan feas; Shania (Michaela Coel, ya aparecida en el episodio 3 de la 3ª temporada, aunque muy secundariamente, yo creo que la cogieron por su inquietante sonrisa mandibular); la recepcionista Elena (Milanka Brooks), que en la nave tiene la piel azul (se queja por ello de racismo); el informático Kabir Dudani (Paul G. Raymond); e incluso el becario Nate (Osy Ikhile), por no hablar del malvado Baldak (Billy Magnussen).

Todos ellos están esclavizados en esta otra realidad. Clonados digitalmente, están bajo el yugo de quien califican como dios cabrón. El que parecía que no había roto un plato resulta ser uno de los personajes más enfermos y retorcidos que se han visto en mucho tiempo, capaz de cualquier cosa para que le bailen el agua en su nave espacial, incluso asesinar al hijo de Walton, también clocado.

La recién llegada Nanette no tarda mucho en integrar las filas del USS Callister, y como es nueva, no acepta esa situación de esclavitud, por lo que pondrá a prueba la maldad de Robert, capaz de cualquier cosa por mantener su superioridad allí. Cuanto peor lo pasa en la realidad, más se desahoga con su juego, del que tiene una versión que no está conectada en línea. Nanette buscará contactar con su versión no clonada provocando un muy interesante juego de realidades y de Nanettes.


Algunos han apuntado a que rompe con la dinámica de BM por ese final feliz (feliz relativamente, al menos lo es para los clones, por más que estén atrapados en la virtualidad del universo) que parece atenuar el mensaje de advertencia hacia la tecnología, pero digo relativamente porque no deja de hablar del peligro de aislarte en entornos virtuales, creando un alter ego que pasa a ser más real que la propia vida real. No por dejar de ser aterrador atenta contra el espíritu retorcido de la serie y de hecho yo pondría este episodio entre mi top 3 de BM, que tiene una especie de bonus track con la voz de un jugador de Infinity. Esa voz no es otra que la de Aaron Paul (Breaking Bad), bitches.


Arkangel muestra un entorno más característico de BM: más claustrofóbico (apenas hay dos personajes principales, a los que cabría añadir el abuelo y Trick, el ligue de Sara), más desasosiego, más visos de acabar de manera funesta: tenemos a Marie (Rosemarie DeWitt), madre soltera (no se nos dice nada en ningún momento de un posible padre) que enfoca todas sus necesidades vitales en su hija Sara. Un incidente en el parque con un gato y un despiste desatan los terrores de Marie y harán que pruebe una tecnología de la empresa Arkangel, que monitoriza y controla a su hija.


Lo más aterrador del episodio es que esta sobreprotección ya está aquí hoy en día. Nuestros hijos son la generación más consentida y acomodada de la historia y las consecuencias directas como mínimo son esa tendencia a exigir derechos sin la consabida contraprestación de los deberes. No hace falta que les injerten un chip porque para eso tenemos los móviles: niños muy pequeños ya con él para que sus padres controlen que está todo bien o que el niño pueda llamar si pasa algo. Móviles que tienen GPS incorporado, para más señas.


Este capítulo dirigido por Jodie Foster cumple perfectamente los cánones de BM, pero sin embargo para mí baja enteros con respecto al primer episodio, por más que las actuaciones sean muy buenas, tanto de esa abrumada e histérica Marie, como esa Sara adolescente (Brenna Harding) que en realidad no deja de ser una adolescente normal, con sus rebeldías puntuales y su necesidad de probar cosas nuevas, y más si de pequeña ha tenido un filtro anti estrés que pixelaba su entorno si contenía alguna amenaza.


De nuevo, contiene algunas autorreferencias marca de la casa, como la escena para probar el aparato para el control parental, en la que aparece una escena de Men against fire (E05S03), se ve un peluche de Waldo (E02S03) en el carrito de Marie, la tecnología del dispositivo de control es muy parecido al de The entire history of you (E03S01) e incluso la posibilidad abierta de que el camión que para a Sara después de que esta abandone por segunda vez a su madre (esta vez definitivamente) sea el conducido por Susan en Nosedive (E01S03). 


No levantamos el vuelo con Crocodile (el título parece aludir a las lágrimas de cocodrilo), de nuevo un episodio con pocos personajes, al que se le añade una ambientación nevada a lo Fargo, con quien también tiene ciertos parecidos en el abuso de la violencia y la sangre. Partimos de un accidente de coche ocurrido hace quince años, en el que un ciclista muerte atropellado por dos fiesteros desfasados, Rob y Mia. Después de la controvertida decisión de no avisar a la policía, tiran al mar el cadáver y no se vuelve a saber nada de aquel hombre, algo que atormenta a Rob, que se pone en contacto varios años después con Mia para intentar convencerla de que confiesen. 


Sin embargo, Mia Nolan (Andrea Riseborough está lejos de convencer con esta asesina llorona) ahora es una arquitecta de prestigio, casada y con un hijo, y al ver que no puede convencer a su antiguo compañero de que se quite esa idea, le asesina. Si rechina que una mujer tirando a endeble sea capaz de estrangular por delante a un tipo tan pesado, el resto de decisiones equivocadas no mejoran demasiado esa tendencia a la inverosimilitud, y menos cuando se cruza con ella Shazia Akhland (Kiran Sonia Sawar), una agente de seguros que le pregunta por el atropello de un chico ocurrido al poco de matar a Rob.


La referencia tecnológica en este caso parece una nota a pie de página: Shazia viene acompañada de una máquina que parece una televisión pequeña de las de antes, aunque esta es capaz de visualizar recuerdos (y además el vehículo que atropella al muchacho investigado es una máquina expendedora de pizzas motorizada). Lo mejor de este episodio es cuando el espectador anticipa el momento en que Mia vaya a ser requerida por esta máquina de visualizar recuerdos. Lo peor es la retahíla violenta de después para intentar cubrir las huellas, que va desde el marido de Shazia hasta su propio hijo (ciego para más inri). Ya se riza el rizo cuando se produce la paradoja de que tanto asesinato no vale para nada por culpa de los recuerdos de una cobaya. Sí, no me he equivocado de palabra, he dicho cobaya.


Por suerte levantamos vuelo con Hang the DJ, el San Junípero de la cuarta temporada. Para calibrar su alcance la duda estriba en valorar cuál de los dos episodios gusta más, teniendo en cuenta que ambas mezclan nuevas tecnologías y una historia de amor. ¿Cuál es más romántica? 


En Hang the DJ encontramos una crítica más concreta: Tinder y todas las apps o webs de emparejamientos. Una especie de programa se encarga de buscar la pareja ideal y se jacta de tener un 99,8% de aciertos. No obstante, ni Amy (estupenda Georgina Campbell) ni John Shelby -perdón, Frank (Joe Cole, Peaky Blinders)-, parecen muy convencidos porque la conexión entre ellos no la vuelven a sentir con ninguna de sus otras citas (que van desde las 12 horas al año entero en que él tiene que soportar a una tal Nicola).


Yo de todas formas me sigo quedando con San Junípero a pesar de que no contenía tanta crítica; tuvo el mérito de ser la primera que nos robó la "virginidad" en BM al hacernos ver que no todo iba a ser apocalíptico y que las geniales sorpresas finales podrían depararnos finales felices. Aquí las dudas que nos depara es si Frank y Amy existen o son datos de una especie de supercomputadora (todo el entorno, se ve cuando escalan el muro, es virtual o informático) y si el título es alguna expresión inglesa o simplemente viene a colación de la canción del final. Sea como sea, es un episodio que te deja muy buen sabor de boca.


Varios peldaños debajo nos situamos con Metalhead, que nos propone una especie de relato apocalíptico en el que los pocos seres humanos que quedan con vida están bajo el yugo de una especie de perros metálicos. Con una estética en blanco y negro que parece un homenaje a las películas de serie B, si hasta ahora nos habíamos concentrado en pocos personajes, ahora reducimos el  círculo prácticamente a Bella (Maxine Peake se pasa el capítulo siendo perseguida, llorando y pronunciando 'mierda' casi todo el tiempo).


La falta de explicación argumental es la premisa base, junto con el ritmo trepidante y la tensión en todo momento, ya que esos perros metálicos son implacables y casi infalibles. Al final descubriremos el objetivo de Bella y de sus dos compañeros, que buscaban algo en una caja y ese algo no era sino un conjunto de osos (o monos) de peluche. Parece ser que un niño enfermo había motivado esa búsqueda casi suicida, pero ni eso ni la postal que encuentra en la casa en la que Bella se refugia con la referencia a San Junípero libra a este episodio de la consideración del más endeble.


Por fortuna, acabamos con mucho mejor sabor de boca con Black Museum, un compendio de lo que es BM y de sus señas de identidad: lo tecnológico son todas esas piezas de museo, que no dejan de ser todos los chismes y cachivaches que han ido apareciendo a lo largo de todas las temporadas de esta serie (la autorreferencialidad llevada al extremo). Por si fuera poco, vuelve a aparecer esa estructura a lo muñecas rusas en la que el relato principal conlleva tres historias más pequeñas, como ocurriera en White Christmas.

Nish (Letitia Wright tiene el mérito de adoptar una pose irrelevante que le va muy bien a su personaje) va de  camino a no se sabe muy bien dónde, pero esa carretera 66 por medio del desierto parece que no está muy concurrida, con lo que la población o se concentra en reducidas ciudades gigantescas o está en vías de extinción (como ocurre en Metalhead). Cuando para a repostar su coche (eléctrico, con una tecnología muy a lo Nosedive), se percata del museo sobre que tiene cerca. Para hacer tiempo, decide entrar.

Su dueño, Rolo Haynes (Douglas Hodge, Penny Dreadful), la recibe y le va explicando. Cada vez que explica un artilugio de su museo cuenta la historia de cómo lo consiguió, y cada historia (de terror, claro) es un miniepisodio fantástico: parte de la del doctor Dawson (Daniel Lapaine, ya aparecido en The entire history of you), un médico de escaso éxito al que Rolo, en calidad de consejero de una empresa tecnológica asociada al hospital, le propone un implante asociado a una especie de casco o cabellera con rastas para sentir lo que sienten los pacientes. Lo que empieza genial para su trabajo e incluso para la cama, con la enfermera Madge (Emily Vere Nicoll) termina en plan truculento después de que uno de sus pacientes la palmara. Y es que siente una necesidad de sentir dolor que se le va de las manos hasta extremos de automutilarse.

En la siguiente, aunque no hay asesinatos literalmente, el monito de peluche (de nuevo, clara alusión a Metalhead, mejorando su alcance) es un crimen en sí mismo: Carrie (Alexandra Roach) es atropellada por un coche justo al poco de tener un hijo con Jack (Aldis Hodge) y la solución que le proporciona Rolo es una especie de dispositivo que conecta la mente de Carrie con la suya propia, en un rincón del cerebro poco utilizado. De nuevo, con el tiempo lo que parece una solución se convierte en problema, ya que el pobre hombre no puede ni mirar el culo a nadie sin que Carrie sea su Pepito Grillo, por lo que la solución temporal es desactivarla a conveniencia. El problema es que Jack descansa incluso meses de Carrie e incluso eso no vale cuando conoce a Emily (Yasha Jackson), de ahí que la nueva solución sea transferir la conciencia de Carrie a un monito de peluche.

Por último, tenemos el holograma de Clayton (Babs Olusanmokun, The Defenders), acusado parece ser injustamente y que está condenado a sufrir eternamente así. Aquí es cuando se revela la verdad de Nish, y el alcance de su venganza porque Clayton no es otro que su padre. Muchos fans se han dedicado a buscar los guiños (huevos de pascua por lo visto les llaman) a otros episodios, tratando de demostrar que los episodios no son tan independientes entre sí como a simple vista parece (aquí vienen recopilados). La canción Anyone Who Knows What Love Is es el principal ejemplo, puesto que aparece en 15 millones de méritos, Blanca Navidad, La ciencia de matar y Crocodile.

Solo por este intrincado juego de relacionar episodios se puede perdonar que haya capítulos que bajen un poco. Y los tres mejores episodios están a una altura comparable a cualquier gran episodio de BM. Más que suficiente como para dar el visto bueno a la cuarta temporada.

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