1984. George Orwell. DeBolsillo

(352 páginas. 7,55€. Año de edición: 2014)
No creo que existan muchas novelas que produzcan la sensación de terror de 1984. El germen de las hoy muy de moda distopías no me cabe duda de que es este libro. Pero es que, además, no creo que existan muchas novelas más redondas: tanto por el universo plasmado, plenamente explicado hasta parecer una iluminada radiografía, como por la historia individual de su protagonista, Wilson Smith, que además de sufrir las consecuencias del gobierno que les rige, vive una historia de amor con Julia, en la que ríete tú de Romeo y Julieta.

Dividida en tres partes, responde al esquema clásico de presentación, nudo y desenlace, correspondientes a cada una de dichas partes: en la primera prima sobre todo la explicación de que en lo que era para el autor un futuro lejano, 1984; se vive en Oceanía (todas las islas, tanto América como las Británicas, forman parte de esa especie de continente-estado), con un gobierno represor centralizado en la figura gigante de los carteles del Gran Hermano, el padre y salvador de la patria por así decirlo.

En la segunda, una vez explicadas las ocupaciones del protagonista, sus antecedentes prerrevolucionarios y su germen de rebeldía (a través de la escritura de un diario, algo subversivo y prohibido, como la lectura y, en general, la cultura), se desarrolla la única parte luminosa de un libro sombrío y pesaroso, la parte del idilio amoroso, que debe superar todas las trabas que este gobierno opresor impone.

Por último, llega un largo y aterrador clímax final, que ocupa toda esa tercera parte: una vez descubiertos, llega el arresto y la tortura, o, como se diría en términos de la nuevalengua, la reeducación. Si ya el ambiente asfixiante y gris había sido una nota predominante a lo largo de la lectura, ahora solo queda leer las páginas restantes como si te estuvieran asfixiando con una soga, compartiendo las torturas físicas y mentales a las que es sometido Wilson.

Si ya simplemente por haber erigido un mundo tan lóbrego y realista podríamos calificar de genio a George Orwell, añadimos que el argumento te atrapa como si fuéramos unos proles de esta Oceanía dirigida con mano de hierro por el Partido Interior, y aún nos faltaría alabar el ingenio lingüístico para dar pie a la llamada nuevalengua, con términos como el doblepiensa, el socing, el hablascribe o el crimental, por no hablar de ese sesudo y cuasi filólogo apéndice, en el que a modo de tratado se nos explica, con una perspectiva de documento histórico (se podría hablar de la única nota de optimismo del libro, ya que parece registrar lo sucedido en ese régimen como algo ya pretérito), cómo se había diseñado el nuevo vocabulario, diseñado para reducir hasta el mínimo el pensamiento humano (y, por ende, su capacidad de crítica o de resistencia).

Winston, un hombre de 39 años, cuyo tobillo derecho es varicoso y con un recuerdo incrustado que no llega a cristalizar (acerca de su madre y de su hermana pequeña, y del hambre que pasaron durante la guerra), siente que todos los logros de los que se jacta el gobierno no son tales, por más que no pase hambre porque trabaja en el Ministerio de la Verdad (el que se dedica a tergiversar la verdad para acabar falseándola a conveniencia del partido) y por más que no termine de concretar que el control casi absoluto hacia las personas es castrador. 

¿Los lemas aprendidos y proclamados?

LA GUERRA ES LA PAZ
LA LIBERTAD ES LA ESCLAVITUD

LA IGNORANCIA ES LA FUERZA

Aparte de los aciertos con ese vocabulario reduccionista, los nombres eufemísticos de los Ministerios dicen mucho del mundo de 1984: el Ministerio de la Verdad transmite mentiras (se ocupa de las noticias, los espectáculos, la educación y las bellas artes), el Ministerio de la Paz se encarga de todos los asuntos de la guerra; el Ministerio del Amor se ocupa de mantener la ley y el orden (el encargado de torturar); y el Ministerio de la Abundancia, el responsable de los asuntos económicos (favoreciendo el hambre). Si te paras a pensar que hoy en día existen en España los ministerios de Justicia (ja), de Igualdad y Servicios Sociales (je), de Defensa o de Educación (ji), ves que la terminología adulterada va por el mismo camino.

Pese a que la calidad de vida es muy reducida, la gente no se rebela. A excepción del hombre más odiado, Emmanuel Goldstein, de quien se dice que lidera una Hermandad que busca derrocar al Hermano Mayor, el sistema está demasiado bien establecido como para sacudirse de su casi omnímodo yugo. La Policía del Pensamiento, las telepantallas y los Dos Minutos de Odio contribuyen a ello. Las permanentes e intercambiables guerras con los otros dos superestados, Eurasia y Esteasia, favorecen la constante precariedad.

Aunque se nos explican muchas cosas y el tono podría acercarse a una especie de ensayo, la parte narrativa prevalece en todo momento, y al mismo tiempo que nos adentramos en conceptos intrínsecos a la situación política actual, vemos que todos los personajes ayudan a que la doble dirección (comprender la ideología de la nuevalengua y saber cómo acaba el protagonista): sus compañeros el indolente y abducido Parsons, el casi heterodoxo Syme, el elegante y aristocrático O'Brien, a quien reconoce como un posible contacto de la Hermandad, el viejo Charrington, que proporciona a Julia y a Winston una habitación... 

Winston desea realmente que se produzca un cambio: "¿Por qué nunca gritaban así por algo que tuviese verdadera importancia? (...) Hasta que no tomen conciencia no se rebelarán, y sin rebelarse no podrán tomar conciencia", pero hasta que Julia (un personaje importante pero más puente que otra cosa) no se le declara y empiezan su relación, no se anima a hacer algo, a ponerse en contacto con O'Brien, que le entregará el libro de Goldstein, del que leerá un par de capítulos (en tipografía más reducida, con un estilo más como de manual instructivo) y que explica las mentiras del Partido, cuyo único fin es perpetuarse:
La rebelión física, o cualquier movimiento preliminar que pudiera favorecerla, son imposibles en la actualidad. Los proletarios no constituyen ninguna amenaza. Si se les deja en paz, seguirán trabajando, reproduciéndose y muriendo generación tras generación y siglo tras siglo, no solo sin sentir el impulso de rebelarse, sino sin llegar a entender que el mundo podría ser diferente. Solo podrían llegar a ser peligrosos si el avance de la técnica industrial hiciese necesario proporcionarles una educación mejor.El poder no es un medio, sino un fin. Nadie instaura una dictadura para salvaguardar una revolución, sino que la revolución se hace para instaurar una dictadura.¿Empiezas a ver ahora el mundo que estamos creando? (...) En nuestro mundo no habrá mas emociones que el miedo, la rabia, el triunfo y la degradación. (...) Hemos cortado los vínculos entre hijos y padres, entre los hombres y entre los hombres y las mujeres. (...) El instinto sexual será erradicado. (...) Aboliremos el orgasmo. (...) No habrá más amor que el que se siente por el Hermano Mayor.
No voy a extenderme más aunque apenas haya hablado de la última parte, la más desesperanzada. Por momentos me preguntaba por qué Winston no elegía una posibilidad que ni se le pasa por la cabeza: el suicidio; el estado mental estaba tan coaccionado por las campañas manipuladoras del Partido que era imposible ni planteárselo, pese a las torturas, pese a las delaciones, pese a no retener ningún aspecto de su alma a salvo de sus torturadores. 

Una novela muy dura, pero necesaria. Ahora que estoy viendo Black Mirror, por dar una referencia, sin duda se trata de su referente primordial. Como ocurre con The Handmaid's Tale, un recordatorio que no pertenece tanto a la ciencia-ficción como podría parecer.

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