Better Call Saul. Temporada 3

(AMC. 10 episodios: 11/10/17 - 19/06/17)
Contiene spoilers


¡Qué buena es Better Call Saul! A lo mejor el principal "problema" de esta serie radica en que el entusiasmo que suscita en el espectador no se puede delimitar con exactitud: ¿nos parece una obra maestra porque bebe de su fuente original, Breaking Bad?, ¿nos emocionamos sobremanera al hacer acto de aparición personajes y guiños que ya vimos?, ¿estamos más pendiente de lo que tiene que suceder que con lo que está sucediendo? ¿O es que los personajes y las situaciones de Better Call Saul son de por sí lo suficientemente buenas que no han de incardinarse en los méritos de la primigenia serie?

Sin duda, parte de los méritos actuales residen en la maravilla que fue la trayectoria vital de los últimos años de Walter White. Es imposible delimitar las implicaciones y repercusiones sobre este spin off o precuela o como quiera llamársele. Pero también es una necedad restarle méritos a la nueva (o anterior, que esto ocurre antes) conversión de Jimmy McGill en Saul Goodman, un nuevo "volverse malo", como le ocurriera al profesor de química. 

Daba para mucho ese mundo del cristal y de los traficantes de droga que operan entre la frontera de México y la de EEUU, con Alburquerque como centro neurálgico. Y aunque sospechábamos que un secundario como ese abogado que bordea lo legal para dar amparo a ese sector de población centrado en las drogas podría dar para mucho, el vuelo que ha alcanzado ha superado con creces las expectativas. Claro que ha ayudado mucho el acierto de doblar el protagonismo y darle sitio a la trama del "abuelo entrañable" Mike, el que más directamente implicado está con el mundo breakingbadniano.

Mucha gente ha alabado esta tercera temporada, restándole méritos a las dos anteriores, calificadas como lentas o en las que no pasaba mucho. Y yo disiento y creo que esta consideración de temporada superior a las anteriores se debe a la irrupción de un esperado personaje: Gus Fring, uno de los personajes más enjundiosos, peligrosos y a la vez atractivos de ese universo desértico.

Ya de por sí ese deambular sin pena ni gloria por bufetes de poca monta a la sombra de su estirado y reputado hermano Chuck parecía contrastar con la imagen hortera y algo gamberra que teníamos de BB, y costaba ver el punto exacto en el que se torcía un buen hombre, con habilidad para la trampa y el engaño, aunque dicha habilidad era reprimida para no disentir de la línea honrada y trabajadora de sus padres y de su hermano. Si encima otra influencia, la femenina por parte de la hipermegatrabajadora de Kim, no podía ser más positiva, la transformación era inevitable tal y como ha sido, fraguada con morosidad y buena letra. Un pasito por aquí, otro por aquí, una trampa por acá, una injusticia por allá...

En realidad, es sobre todo Chuck quien le aboca a ser quien será, siempre teniendo en cuenta que la responsabilidad de los propios actos siempre es de uno mismo. Pero esa jugarreta con la cinta de grabación para demostrar que él no estaba equivocado y que su hermano se la había jugado, es el punto de no retorno. Jimmy se da cuenta de que su hermano no le quiere y que es capaz de dejarle sin licencia con tal de tener razón. Y la jugada para contrarrestar a Chuck no puede ser más genial, aunque supone el principio de la incomunicación entre Jimmy y Kim, que no tarda en sentir reparos y le dice que Chuck tenía la excusa o el pretexto de su enfermedad, al contrario que ellos. El final del último episodio, con un silencio abrumador, recalca la gran tragedia que es para él la soledad, el orgullo y la arrogancia. Y la paradoja de sentir compasión por un personaje que se ha ganado a pulso la repulsión.

El juego entre el bien y el mal es una ruleta rusa en la serie de Gilligan. Si marca de la casa son esos flashbacks ocasionales tintados con una oscuridad azulada, o los flashforwards en blanco y negro, si la fotografía del desierto es de postal, la imbricación de los guiones no puede ser mayor. No falta ninguna puntada para esbozar ese choque de caracteres entre un Chuck garante de las leyes y de las formas y un Jimmy más desordenado, más improvisador, pero en el fondo de mejor corazón. Te hace la trastada, pero si el alcance es grande, se arrepiente e incluso restablece el orden preestablecido, como ocurrirá con la anciana Irene, a quien utiliza para conseguir el dinero que le correspondía de una indemnización.

Si bien solía estar bastante equilibrado el peso de la trama de Jim y la de Mike, siempre la de este último solía resultar más adictiva, en parte porque es la que nos remite más directamente a BB. El mérito (otro de ellos) es que en muchos momentos esa conversión en Saul Goodman (en principio un nombre figurado para los anuncios comerciales de Jimmy una vez que le suspenden 12 meses) se alza sobre la mismísima aparición de Gus y esa lucha con Héctor Salamanca para transportar la droga e imponerse de cara al capo don Eladio.

Ahí entra Nacho (otro de esos muchos malos que no lo parecen tanto de cerca), que ve cómo el despreciable y despótico viejo quiere utilizar el negocio de su padre como nueva tapadera, una vez que los Pollos Hermanos se erige como vencedor para pasar droga de una frontera a otra. En gran medida, el espectador que ya ha visto la serie madre ansía ver cómo Héctor termina en silla de ruedas. En el último episodio, en lo que es otra marca de la casa, tenemos el guiño de verle delante de un timbre con campanilla. Guiños para aquellos que aman los detalle no escasean, desde luego. 

Si los personajes principales son redondos, los secundarios como Howard o Stacey (la esposa de su hijo fallecido) no están menos bien dibujados. Y ya la conexión entre personajes como Gus y Mike no puede ser menos apabullante, como muchas de las escenas que aparecen y que  conforman lo que es esta maravillosa serie, por momentos lenta, por momentos enrevesada, pero siempre en un nivel estupendo.

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