El diablo de la botella. El ladrón de cadáveres. Robert Louis Stevenson. Vicens Vives

(135 páginas. 9,36€. Año de edición: 2016)
Dos relatos cortos conforman esta edición de Cucaña pensada para el público juvenil. Aparte de contar con las ilustraciones de Gianni De Conno, una semblanza del autor, apéndice cartográfico y las correspondientes actividades del final a modo de guía de lectura, las numerosas notas a pie de página facilitan aún más la lectura, que de por sí es bastante atrayente.

En el primer relato, estamos ante una versión más problemática del genio de la lámpara de Aladín. Me ha recordado más a La pata de mono, aunque pronto esas desgracias derivadas de la petición del deseo, las temidas contrapartidas, pasan a un segundo plano, y en lo que se centra el relato es el trato para conseguir la botella, siempre a un precio menor que el que costó a su anterior dueño.

Ambientado en las paradisiacas y luminosas islas hawaianas, Keawe es el personaje principal. Íntegro y sensato (aparte de bastante plano), pierde la cabeza por la bella y buena Kokua y no tiene bastante con la Casa Resplandeciente que consiguió con la primera posesión de la botella. Y más cuando contrae la lepra.

El mayor interés reside en las consideraciones morales de una botella que concede deseos, aunque a cambio de entregar tu alma al diablo. Los personajes no tienen un desarrollo muy elaborado, más bien se ponen al servicio de una historia fantástica bastante bien llevada, aunque con un final un tanto tramposo y difícil de creer.

El ladrón de cadáveres tiene otra ambientación bien distinta, más lúgubre y oscura, pues no en vano dejamos Hawai para irnos a Escocia, marco propicio de la prototípica historia gótica. Se trata de un ejemplo de relato dentro de otro relato: una cuadrilla de bebedores habituales en una taberna se enteran una noche de la llegada de un famoso doctor, Wolfe Macfarlane, que va a asistir a un hacendado de la zona.

Fettes, uno de los borrachines, conocido por sus estudios de medicina, al enterarse del nombre, pasa del adormecimiento a un interés inusitado por encontrarse con el famoso doctor. Al verlo, le interpela en términos poco agradables. Da paso a la intervención del narrador testigo, que se pone a investigar y cuenta la historia de ambos (con demasiados pelos y señales).

La integridad de Macfarlane es bastante cuestionable, pues es uno de los ayudantes de un eminente profesor de anatomía, un tal K que por lo visto corresponde con Robert Knox, un hombre que alentó varios homicidios entre enfermos y menesterosos para que sus estudiantes los diseccionaran. El relato está inspirado, pues, en un caso real, aunque la imaginación del escritor vuela para acabar en la típica historia de cadáver que aparece donde no debería, y más cuando se había procedido a su disección.

La espiral de inmoralidad crece entre el ayudante Macfarlane y el propio Fettes, que hace la vista gorda al enterarse del proceder para hacerse con cadáveres que examinar, y se pasa de mirar hacia otro lado cuando unos hampones traen muertos dudosos a cometer un asesinato (Macfarlane). La misteriosa aparición del cadáver de Gray en el cementerio del pueblecito de Glencorse supone el punto de inflexión para que Fettes abandone al profesor K y su inmoral y abyecto ayudante.

Por supuesto, estas historias no llegan a la altura de La isla del tesoro o Dr. Jekyll y Mr. Hyde, pero son una buena muestra del proceder narrativo de Stevenson, creador de interesantes argumentos, aunque aquí, bien por la poca profundidad de los personajes, bien porque la historia no pasa de anecdótica variante de relato de aparecidos, no van más allá.

Lo mejor, de cara al aula, es la facilidad de la lectura, y las posibilidades para el debate y la reflexión, siempre ayudados por las actividades del final. Diría yo que podría ser una buena opción para un 2º de la ESO.

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