(FOX. Temporada 3. 22 episodios: 24/09/10 - 07/05/11) |
Bajo los efectos del impresionante final de temporada (eso es un cliffhanger y lo demás tonterías), es imposible no calificar esta tercera temporada de grandiosa. Ya no tenemos capítulos de relleno y la trama de fondo, con esa colisión entre ambos universos, siempre está en primer plano, por más que haya aún algún caso Fringe que resolver. Porque no sólo se resuelven casos aquí, sino que también los encontramos allí.
Pasamos con una pasmosa facilidad de nuestro entrañable y querido Walter al endurecido y taimado Walternative de allí, o de nuestra seria y responsable (y siempre guapísima, por no hablar de esa voz profunda) Olivia, a la más oscura (de pelo) y jovial y despreocupada Fakeolivia. Es decir, en vez de una serie es como si tuviéramos dos (otro acierto: las variantes en la intro, que pasan a ser de color rojo cuando el protagonismo se lo lleva el universo paralelo; o en caracteres ochenteros en el episodio Subject 13; o en negro vanguardista en este último, The day we die).
Las fisuras de la segunda temporada (la cagada con Charlie, el personaje del FBI que desaparecía tras dos episodios) o de la primera (esa Rachel que ya ni aparece, al contrario que su hija, Ella) ya no aparecen aquí (a no ser que no solucionen esa especie de "laguna" en lo referente a que Olivia y Peter no se recuerden de su encuentro en los años 80 en Jacksonville). El ritmo es trepidante de principio a fin, aunque es cierto que el tramo final es inconmesurable. El dualismo imperante acentúa la gran labor actoral de John Noble y de Anna Torv (genial cómo modula su voz cuando la "posee" el espíritu de William Bell).
Y eso que el inicio no había estado nada mal, con ese "cambiazo" entre las Olivias, esa historia de amor entre Peter y la Olivia que no era ella, mientras que nuestra Olivia en el otro universo estaba convencida de que era la otra (qué lío de explicar). Personajes como Lincoln Lee (Seth Gabel, el alternativo sobre todo, ya que en este universo sólo aparece una vez, pese a la buena química con Peter) son todo un acierto, puesto que representa ese típico amigo sin derecho a roce, y no porque Olivia esté con Frank, o dé a luz a Henry, un niño de Peter, sino porque hay categorías que no se pueden traspasar.
Tras ese trasvase de papeles (en el que un taxista, Henry, tendrá un peso bastante relevante pese a haber salido de la nada), queda la tarea de la recomposición del papel de Olivia, muy tocada por haber sido desplazada por una versión alternativa a la suya que tan buena pareja hacía con Peter.
Entre medias, la aparición de Septiembre (el observador, vaya) nos recuerda que por más que haya investigaciones futuristas y ciencia-ficción (hay que tener unas buenas tragaderas para ello, sobre todo con esa trasposición de almas para justificar la vuelta de William Bell), siempre quedará como pilar indiscutible el papel del destino, por más alambicadas maneras que tenga de presentarse. En este caso, el destino de Peter está vinculado a la máquina que comparten ambos mundos, al igual que el de Olivia, que tendrá que incrementar su poder telequinético para poder ayudar a Peter, tras previo y sorprendente descubrimiento respecto a Sam Weiss.
Los papeles están demasiado bien definidos. Walter hará cualquier cosa por su hijo, aunque los observadores pueden estar tranquilos respecto a su posicionamiento si tiene que elegir entre él y el resto del mundo; Walterative irá modulando ese pragmatismo que roza con el fanatismo o con una pésima gestión del poder (es el Secretario ni más ni menos), aunque no deje de parecer el malo de la película; Peter sigue creciendo en importancia y ya no hay que ponerle pegas a ninguna de sus decisiones, todo lo contrario; Olivia, en esta terna de indiscutibles protagonistas, nunca queda desplazada por los Bishop, e incluso tendremos un paseo por su subconsciente muy a lo Matrix o a lo Quién engañó a Roger Rabbit con esa extravagante mezcla entre cómic y personajes de carne y hueso en Lysergic Acid Diethylamide; y Fakeolivia irá ganándose al espectador al salirse de las directrices del Señor Secretario.
Astrid sigue en ese segundo plano tan adorable al intermediar con Walter (se echa de menos alguna escena conjunta en el último episodio); Broyles gana un cierto protagonismo con su versión alternativa al ayudar a Olivia; Nina Sharp siempre aporta ese toque de ambigüedad pese a saberla plenamente en el bando correcto; Brandon mola más como investigador maloso en el universo alternativo; Elizabeth, la madre de Charlie resulta muy atractiva y convincente. En el otro universo, pese a que su protagonismo es reciente, Lee se hace querer y Charlie, pese a las arañas dentro de su sangre, resulta demasiado familiar como para denostarlo por estar en el otro universo. La otra Astrid, casi computerizada en su gestión de variables, en cambio, es demasiado rígida. Siempre que se sale de los parámetros de Walter, sale peor parada (como en el futuro) porque resulta aburrida.
Si no teníamos suficiente con toda la galería de eventos Fringe que aparecen en ambos universos, se riza el rizo cuando Peter "viaja" al futuro para observar cómo el mundo que queda, el nuestro, está al borde de la desaparición. No consuela que Peter y Olivia estén juntos, ni que Olivia envejezca tan estupendamente, ni que la sobrina sea otra agente Fringe más. La desaparición in extremis de Peter te deja atónito y veremos cómo se las apañan los guionistas para volver a encajarlo en la cuarta temporada. El enfrentamiento entre los principales protagonistas de ambos universos puede ser una bomba de relojería. Qué ganas de iniciar otra nueva tanda...
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